«Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron».
Pero él dijo: «Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».
Parece que Jesús hecha de menos a su madre y la colocara en segundo lugar, detrás de los que escucha la Palabra de Dios y la cumplen.
Y las palabras de Jesús pueden invitar a pensar así, pero solo si olvidamos algo muy importante.
María la primera en escuchar la Palabra de Dios. Ella la escuchó por la voz del ángel y desde el primer instante la puso en práctica.
Ella, pura y limpia de abajo a arriba, Ella grande hacia dentro.
María por dentro: Silenciosa, humilde, dulce,obediente,orante, dispuesta y siempre siempre abierta a la voluntad del Dios.
Por todas estas cualidades conquistó el corazón de Dios.
Nosotros podemos intentar ser tan grande como María si cumplimos la voluntad del Padre.
Cumplir la voluntad del Padre supone: perdonar y compartir.Nuestra vida cristiana supone cumplir la Palabra de Dios como siendo un reflejo de Dios.
En un momento de silencio mira al Señor y pregúntale ¿ en que he sido como Tu?
Y desde la Cruz nos contestará: Mira a mi Madre,
Ahora nos toca a nosotros escuchar la palabra y cumplirla. No es nada fácil. Nuestra naturaleza nos empuja a seguir nuestros deseos, haciendo que no pocas veces creamos seguir la Palabra, aunque en realidad, seguimos “nuestra” palabra.
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