YA ES SEMANA SANTA

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viernes, 26 de abril de 2024

CUARTO DOMINGO DE PASCUA


SÁBADO

“ Señor, muéstranos al Padre y nos basta ”




según san Juan 14, 7-14 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. 

Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto». Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? 

Escuchar a Jesús es escuchar al Padre. Palpar a Jesús es palpar al Padre. Se trata de que Dios, el Invisible (Jn, 1,18), se ha hecho “visible” en Jesús. Y esto es suficiente para llenar una vida de felicidad plena, rebosante, y contagiosa. Para disfrutar de esta experiencia hay que conocer a Jesús. 

Y en la biblia el verbo conocer es algo más que saber cosas. Es hacer experiencia de relación, de amistad, de intimidad. 


Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. 

El que escribe estas cosas es el discípulo amado que ha descansado su cabeza sobre el pecho de Jesús. Para ir al Padre solo hay un camino: JESÚS. 

Y como nunca podemos abarcar a Jesús, siempre estamos en camino, nunca podemos decir que ya hemos llegado.

Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre. 

No hay un cristiano hecho sino que cada día se va haciendo. A los apóstoles les llamamos “discípulos” porque siempre estaban aprendiendo de Jesús.

Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».


La obra de Cristo no se acaba en él. Los discípulos, imitaran al Viviente, realizarán las mismas obras que él realizó, y aún mayores. Cristo muere, y los discípulos se levantan. Habitados por el Espíritu, proclaman la resurrección y confirman que el amor es más fuerte que la muerte.


VIERNES

“ Sois la sal de la tierra y la luz del mundo ”



según san Mateo 5, 13-16 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. 

Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. 

¿Qué nos esta diciendo el Señor al llamarnos sal? Quizá nos pueda ayudar el ver cual es la misión que realiza la sal. La sal en la cultura judía antigua tenía múltiples aplicaciones y múltiples significados. Entre las aplicaciones más prácticas estaba la de conservar los alimentos.

 Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. 

¿Qué hace la luz? disipa las tinieblas, ilumina, orienta a las personas, deja ver el peligro y las oportunidades, lo bueno y lo malo. Genera calidez, crea ambiente, saca de la oscuridad, la luz dispersa la oscuridad y nos permite ver. Jesús es la luz que ha disipado las tinieblas,….

 Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielos».



A los creyentes se nos invita ser luz del mundo, que muchas veces vive en la oscuridad, sufre innecesariamente y desconoce que hay caminos siempre nuevos de salvación. Solo con nuestra vida, con nuestro testimonio podemos iluminar la vida de los que nos rodean y hacer atrayente el seguimiento de Cristo.

JUEVES

“ El que crea y bautice se salvará ”




según san Marcos 16, 15-20 

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado. 

En el Evangelio de hoy nos encontramos con el mandato de Nuestro Señor de predicad el Evangelio a toda criatura, y resalta que quien crea le acompañaran unos signos, liberaran de multitud de demonios, esclavitudes, se alejaran del mal y de sus artimañas, su lenguaje será comprendido porque será el lenguaje del mandato nuevo, impregnado por el amor, tocara el corazón, consolará, dará una palabra de animo al abatido, estará cargado de esperanza, sanaran, curaran, liberaran, y no permitirán que el mal les haga daño, no dejaran que les hiera, aprenderán a que las heridas les hagan más fuertes.

A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».

Así es, el Misionero del Padre, Jesús, tiene necesidad de otros misioneros; Aquel que es la Palabra tiene necesidad de otros portavoces que divulguen su conocimiento; Aquel que es el Evangelio hecho persona confía ahora el Evangelio a sus apóstoles: "Id... Proclamad.Aclamad el Evangelio a toda la creación”

 Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a predicar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.


¡Que bella paradoja poder afirmar que en nuestra vida todo es gracia recibida de la mano de Dios y, que a la vez, Él no tiene otra forma de cambiar el mundo, sino confirmando con su fuerza nuestras palabras y acciones! ... ¡Somos un equipo! Y sólo así llegamos, en ciertos momentos, a experimentar que es verdad: que cuando vivimos en su nombre y a su estilo, echamos demonios, tratamos con serpientes, tragamos venenos poderosos... y no nos hacen daño.

MIERCOLES

“ Yo he venido al mundo como luz ”



En el Evangelio de hoy el Señor nos presenta su misión en el mundo: “Yo he venido como luz al mundo”… “No he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo”. También nos advierte que algunos no lo acogen.

san Juan 12, 44-50 

En aquel tiempo, Jesús gritó diciendo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. 

Descubrir el tesoro que nos aporta el Señor, es un primer paso, para que nos dejemos iluminar por Él, para acogerlo, para darnos cuenta lo mucho que nos da, para agarrarnos a Él y no permitir perder su Luz.

Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas. 

Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. 

Cuando nos dejamos iluminar por el Señor, por su Palabra, nuestra vida se va transformando, va recibiendo sus dones, nos vamos inundando de su amor y nos lleva a amar a nuestros hermanos (que son todos, los que piensan como yo y los que no).

El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día. 

Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. 

La llamada a la misión es por todos, para que todos puedan conocerlo, lo amen y se salven. Y nuestra actitud, debe asemejarse a la del Maestro, que no ha venido a condenar sino a salvar, con lo cual , nada humano nos debe ser ajeno y no es cuestión de transmitir mis ideas sino las del que nos envía, hemos de buscar al que no lo conoce y mostrarle el rostro misericordioso de Dios que lo ama, aunque no lo sepa y crea que por sus muchos pecados no lo puede amar.

Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre».


Que el Señor nos permita ser fieles a Él y a su mensaje, que nos ayude a ser instrumentos suyos, que nos conceda un celo grande por anunciarlo a los demás, y a todos los que nos ponga en nuestro camino. 


MARTES

“ Yo les doy la vida eterna ”


La fiesta de la Dedicación, también conocida como fiesta de las Luces, era celebrada por los judíos el 25 de diciembre. Se conmemoraba la nueva dedicación del templo de Jerusalén llevada a cabo por Judas Macabeo el año 163 a. C. (2 Mac 10, 1-8). En este ambiente festivo, y mientras Jesús pasea en el atrio del Templo, tiene lugar la última confrontación de Jesús con las autoridades religiosas.

san Juan 10, 22-30 

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. 

Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? 

Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Es una bonita definición de Jesús la que hoy nos ofrece el evangelio: Jesús es aquel que es capaz de mantenernos en vilo. Jesús no pasa nunca indiferente ante nosotros. Él mantiene un interés, una búsqueda, una inquietud.

Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente». Jesús les respondió: «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. 

Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».

El Evangelista Juan nos presenta a un Jesús capaz de dominar toda situación; incluso en el momento de su muerte. Es Juan quien mejor nos descorre el velo de su divinidad. Aunque para nosotros, humanos, lo mejor y lo más habitual será contemplarle humano como uno de nosotros, también nos vendrá bien contemplarle divino. Así tendremos siempre claro que Dios es siempre Dios. Un Dios que no sabe de crisis. Aunque está con nosotros en medio de la crisis, como con los discípulos durante la tormenta.


LUNES

“ Yo soy la puerta ”


En las comunidades cristianas necesitamos vivir una experiencia nueva de Jesús reavivando nuestra relación con él. Ponerlo decididamente en el centro de nuestra vida. Pasar de un Jesús confesado de manera rutinaria a un Jesús acogido vitalmente. El evangelio de Juan hace algunas sugerencias importantes al hablar de la relación de las ovejas con su pastor.

san Juan 10, 1-10 

En aquel tiempo, dijo Jesús: «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. 

Es importante, además, sentirnos llamados por Jesús «por nuestro nombre». Dejarnos atraer por él. Descubrir poco a poco, y cada vez con más alegría, que nadie responde como él a nuestras preguntas más decisivas, nuestros anhelos más profundos y nuestras necesidades últimas.

A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera.

Es decisivo «seguir» a Jesús. La fe cristiana no consiste en creer cosas sobre Jesús, sino en creerle a él: vivir confiando en su persona; inspirarnos en su estilo de vida para orientar nuestra propia existencia con lucidez y responsabilidad.

 Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». 

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. 

Es vital caminar teniendo a Jesús «delante de nosotros». No hacer el recorrido de nuestra vida en solitario. Experimentar en algún momento, aunque sea de manera torpe, que es posible vivir la vida desde su raíz: desde ese Dios que se nos ofrece en Jesús, más humano, más amigo, más cercano y salvador que todas nuestras teorías.

Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. 

El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».



Cristo es nuestro Pastor y nosotros somos su rebaño, llamados a participar en su admirable victoria sobre el pecado y la muerte (

A través del bautismo nos integramos en la Iglesia, su rebaño (1 lect.), y hemos vuelto al pastor y guardián de nuestras vidas (2 lect.). Por eso, podemos siempre cantar llenos de confianza en Cristo: «El Señor es mi pastor, nada me falta». Él nos da su gracia en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía, cuya mesa abundante nos prepara cada domingo  Y, entrando por Él, la Puerta de las ovejas, nos salvaremos. 


Seguimos en el tiempo pascual, un tiempo marcado por el sentido de la muerte y la resurrección de Jesús: una vida entregada hasta el final y rescatada de la muerte por amor. Desde entonces, Jesús mantiene con nosotros una relación singular. Nuestra fe no es una afirmación teórica, sino una experiencia de relación personal con Él.

 En la liturgia de hoy se describe esa relación con dos imágenes muy sugerentes: Jesús es la piedra angular, el único punto de apoyo firme en la construcción de nuestra vida de creyentes, el único soporte fiable de la Iglesia y de su misión en la historia. Por otra parte, Jesús es nuestro Buen Pastor. No nos movemos en la vida por pura iniciativa y arbitrariedad. Nos movemos porque su voz nos congrega, nos acompaña y nos dirige. Es el compañero fiel que no nos abandona.


santo Evangelio según San Juan 10, 11-18 






“ El Buen Pastor da la vida por las ovejas ”


En aquel tiempo, dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. 

Escuchamos narrar que un pastor se enfrentó a los lobos por defender a las ovejas de su rebaño, y que en ese enfrentamiento perdió voluntariamente la vida por salvarlas; y nos explican que ese pastor es Jesucristo y que por quien entrega la vida es por nosotros; y, de nuevo, nos parece todo esto lo más natural del mundo.

 Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. 

 Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. 

 Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre». 



La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. El amor sin límites, nuestra salvación. Danos, Señor, la capacidad de sorprendernos, de admirarnos, de sobrecogernos ante la inmensidad de tu amor por nosotros.


jueves, 25 de abril de 2024

SAN MARCOS

SAN MARCOS
Hoy 25 de Abril la Iglesia Católica celebra su fiesta


En los escritos del Nuevo Testamento aparece un personaje, importante en la Iglesia apostólica, que unas veces es llamado Juan, otras Juan Marcos y otras Marcos solamente.
 Por la simple lectura del Evangelio se ve que se trata de la misma persona.
Nada tiene de extraño que un judío usase dos nombres: uno hebreo Juan y otro latino helenizado Juan Marcos, máxime si procedía de provincias del Imperio romano.
En San Marcos, como en San Pablo, el nombre romano terminó por imponerse sobre el hebreo.

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San Marcos era hijo de María, viuda al parecer, de alta posición, en cuya casa se reunía la primitiva iglesia de Jerusalén.
Una antigua tradición nos atestigua que es la misma casa en la que el Señor celebró la Última Cena e instituyó la Eucaristía, y que el hombre que llevaba el cántaro era el propio Marcos, detalle conservado por el evangelista y usado también por San Lucas.


 También parece que “el muchacho que seguía (al grupo del prendimiento) cubierto con una sábana” era el propio Marcos que guarda este dato como íntimo recuerdo personal.
 De ser así, Getsemaní debió pertenecer al patrimonio de la familia.

 Era primo de Bernabé, una de las grandes figuras de la primitiva Iglesia y, al ser Bernabé levita y de Chipre, es natural que Marcos perteneciese a la colonia chipriota de Jerusalén y que fuese levita, como su primo.



La actividad evangélica de San Marcos la inicia con Bernabé y Pablo, quienes cumplido su ministerio de llevar subsidios a la iglesia de Jerusalén, se volvieron a Antioquía llevándose consigo a Marcos.
 Enviados de nuevo Bernabé y Saulo a la misión, para la que les había llamado el Espíritu Santo, embarcaron rumbo a Chipre donde predicaron en las sinagogas, teniendo a Marcos como auxiliar o diácono y una vez evangelizada la isla, al zarpar Pablo y los que con él estaban de Pafos a Perge de Pamfilia, Marcos se separó de ellos y se volvió a Jerusalén.


 Cuando más tarde Pablo y Bernabé visitaron las comunidades evangelizadas, Bernabé quiso llevar consigo a Marcos pero Pablo se opuso, pues no olvidaba que no les había acompañado a Pamfilia. Como la divergencia de criterios fue irreductible, ambos se separaron en la tarea misional y “Bernabé tomando consigo a Marcos se embarcó para Chipre”.
 Los acontecimientos posteriores indican una plena reconciliación de San Pablo con Marcos.

 
  -El cuadro del Beato Angélico que ilustra la entrada es de 1.433, está en el Museo de San Marcos de Florencia y representa al santo evangelista tomando nota de la predicación del apóstol San Pedro-

Unos diez años más tarde encontramos a Marcos en Roma como intérprete de San Pedro y, un poco después, como escritor de su evangelio, según lo presenta la tradición.
 Su relación debía de ser muy antigua. Sabemos que liberado Pedro por el ángel, se dirigió a la casa de María, la madre de Marcos, donde era muy familiar. Tal testimonio, junto con los datos de la tradición, hace suponer que Marcos se hallaba en Roma como intérprete de Pedro antes de que llegara San Pablo, con el que, olvidadas las diferencias de la primera separación, ahora le sirve como auxiliar, de consuelo y de gran utilidad para el ministerio. En Roma, hacia el año 60, debió de escribir el Evangelio conocido en la tradición como Evangelio según San Marcos. San Marcos escribiendo su Evangelio

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Probablemente murió en el año 68 d.C., de muerte natural, según una relación, y según otra, como mártir, en Alejandría de Egipto.
 Los Hechos de San Marcos, un escrito de mitad del siglo IV, refieren que San Marcos fue arrastrado por las calles de Alejandría, atado con cuerdas al cuello.




 Después lo llevaron a la cárcel y al día siguiente le volvieron a aplicar el mismo martirio hasta que falleció. Luego echaron su cuerpo a las llamas, pero los fieles lograron sacarlo y evitar su destrucción.




De Alejandría fueron trasladadas sus reliquias a Venecia el año 825, cuya República lo adoptó como celestial patrono, erigiendo en su honor la maravillosa Basílica de San Marcos, y tomando el símbolo del evangelista


(el león alado con el libro del Evangelio) como su escudo, que esculpió en todos sus monumentos y posesiones
RELIQUIAS DE SAN MARCOS
Navegantes italianos, que las trasladaron a Venecia,828,  donde se conservan en la Basílica de San Marcos, construida expresamente para albergar sus restos.






Los coptos creen que la cabeza del santo quedó en Alejandría. Cada año, en el día 30 del mes de Babah, la Iglesia Copta conmemora la consagración de la iglesia de San Marcos, y la aparición de la cabeza del santo en la iglesia copta de San Marcos, en Alejandría, donde se conservaría su cabeza

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Antes de la finalización de la catedral, el papa católico de la época, Pablo VI, devolvió parte de las reliquias de San Marcos el Evangelista, que fueron sacadas de Egipto en el año 828 y trasladadas a Venecia, en Italia.

 Tras su entrega, estas reliquias fueron trasladadas a la catedral copta de San Marcos, donde se colocaron en un altar especialmente construido y decorado con iconos coptos, lugar donde aún permanecen y son veneradas.


 En la Catedral de San Marcos también se veneran parte de las reliquias de San Atanasio, patriarca de Alejandría.

viernes, 19 de abril de 2024

TERCER DOMINGO DE PASCUA

SÁBADO

“ Tú tienes palabras de vida eterna ”





según san Juan 6, 60-69 

En aquel tiempo, muchos de los discípulos de Jesús dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».

El Evangelio de hoy vemos como algunos de los que siguen a Jesús se escandalizan por sus palabras, lo critican e incluso lo abandonan,

 Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?

 El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. 

Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen». 

Jesús habla sin doblez, con naturalidad, con sencillez, “sin milongas”, con coherencia y sin vuelta atrás en sus palabras, habla con la firmeza de la verdad. Jesús habla y sus palabras son fuego en el corazón que purifica. Sus palabras cuestionan y no dejan indiferente a nadie. Algunos se escandalizan “este modo de hablar es duro” y muchos se echaron atrás.

Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. 

Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede». 

Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. 

Jesús hoy sobre mí: ¿También tú te quieres marchar? Y siento que me sale de mi corazón la misma respuesta de Pedro: Señor, ¿adónde voy a ir yo sin Ti?

Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?». 

Tengo ya muchos años viviendo contigo, muchos años juntos en un mismo camino. Yo sí que te he defraudado, no he respondido a lo que Tú, desde siempre, has esperado de mí. Y lo siento de todo corazón.

Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? 

Simón Pedro responde a Jesús, con gran sensatez, a la pregunta de si también ellos quieren marcharse, “Tú tienes palabras de vida eterna”, ¿a quién vamos a acudir? ¿Quién nos dará la seguridad que necesitamos de que nuestra vida vale la pena siempre, pase lo que pase? ¿Quién nos ama a pesar de que la carne (las cosas de este mundo que tenemos) se pierda? Sólo el Señor que nos ama desde siempre y para siempre, sólo Él que tiene “palabras de vida eterna”

Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».


VIERNES

“ El que coma de este pan, vivirá para siempre ”



según san Juan 6, 52-59

 En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?».

San Agustín les diría: “Dame un corazón que ame y entenderán lo que digo”.

Lo lógico, lo razonable, es objeto de la razón, pero el amor no tiene lógica.

 Entonces Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. 

Si Dios se hubiera guiado por la lógica de la razón no tendríamos ni Encarnación, ni Redención, ni Eucaristía. Afortunadamente para nosotros Dios se ha guiado siempre por la lógica del amor.

El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. 

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. 

Y una de las características del amor es que “el amor no se va, el amor se queda”. Se fue al cielo y se quedó con nosotros a través de la Eucaristía.

Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.

Al recibir a Cristo en la Eucaristía, ese alimento no lo hacemos sustancia nuestra, pero sí nosotros nos unimos sustancialmente con Dios. Cada uno de nosotros puede decir con San Pablo: “Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí”

 Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre». Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.

Tenemos a Jesús vivo, sacramentado tras su resurrección gloriosa, presente en el sacramento del altar pero si dudamos es falta de fe.


Caminar con Él y detrás de Él, tratando de poner en práctica su mandamiento, el que dio a los discípulos precisamente en la última Cena: “Como yo os he amado, amaos también unos a otros


JUEVES

“ Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo ”


según san Juan 6, 44-51 

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, 

Jesús, que habla de atracción, de deleite, de fascinación. Es bueno oír de los labios de Jesús que Dios atrae, que Dios seduce, que Dios encanta.

Y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. 

No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. 

Yo prefiero ser atraído por el amor del Padre, ser seducido por Él, sentirme encantado de vivir en su casa, sentarme a su mesa, comer de su pan, beber de su vino, y cobijarme a la sombra del “árbol de la vida”

En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. 

Sólo una persona “dichosa” puede hacer dichosos a los demás; sólo una persona encantada puede encantar a los demás; sólo una persona “satisfecha” puede llenar de sentido y de ilusión la vida de los demás.

Sólo una persona que está contenta y feliz con su Dios, puede bendecir, es decir, hablar bien de Dios.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».



A Dios sólo se le puede encontrar por el camino del amor. Si nos salimos de ese camino, siempre, siempre nos equivocamos y podemos convertir a Dios en un ídolo. DIOS ES AMOR


MIÉRCOLES

“ Yo soy el pan de la vida ”


según san Juan 6, 35-40 

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «Yo soy el pan de la vida.


Jesús no es un pan que se compra en la panadería. Es un símbolo de sí mismo. El pan es símbolo del alimento que comen los hombres cada día. No es “un lujo sino una necesidad”. La comunidad primitiva ha descubierto que sin Jesús no pueden vivir. 

 El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis. 

Encontrado en Jesús “seguridad”. Pero no sólo seguridad para unos años o el tiempo de nuestra corta vida, sino que Jesús habla de “vida eterna”. Es decir, de una vida “más allá de nuestra vida”.

Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. 

Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. 

Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día». Reflexión del Evangelio de hoy

También el pan tiene una connotación con “la bondad”. Solemos decir: este hombre o esta mujer son más buenos que el pan. Y me pregunto: Yo que me alimento todos los días de este pan de la bondad ¿Cómo no soy bueno? Salgo de Misa y murmuro, soy violento, calumnio…, ¡Es algo inconcebible!


San Agustín, en su Comentario al Evangelio de san Juan, explica así: «Estaban lejos de aquel pan celestial, y eran incapaces de sentir su hambre. Tenían la boca del corazón enferma… En efecto, este pan requiere el hambre del hombre interior». Y debemos preguntarnos si nosotros sentimos realmente esta hambre, el hambre de la Palabra de Dios, el hambre de conocer el verdadero sentido de la vida.

MARTES

 “ Yo soy el pan de vida ”




según san Juan 6, 30-35 

En aquel tiempo, el gentío dijo a Jesús: «¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? 

Jesús se manifiesta en este evangelio como el “pan de la vida”. No se trata de un pan material, ni siquiera del pan de maná que había dado el Padre a los judíos hambrientos en el desierto. Nos promete un pan que da vida, pero no una simple vida humana para prolongar nuestros años.


Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”». 

Jesús aquí nos habla de un pan que da vida en plenitud. Un pan que “sacia”, un pan que nos satisface, que nos llena por dentro el corazón. En realidad, un pan que nos hace ya aquí y ahora plenamente felices.

Jesús les replicó: «En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo». 

Jesús aquí nos habla de un pan que da vida en plenitud. Un pan que “sacia”, un pan que nos satisface, que nos llena por dentro el corazón. En realidad, un pan que nos hace ya aquí y ahora plenamente felices.

Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan». 

Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás».


Dado el ambiente tan poco religioso que estamos viviendo en esta sociedad secularizada, cada vez se hace más difícil el creer.
 En realidad nadie puede creer en el más allá si ese “más allá” no se ha hace presente, de alguna manera, en el “más acá”.

LUNES

“ Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura ”

según san Juan 6, 22-29 

Después de que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.

La multiplicación de los panes y los peces desató una ola de entusiasmo que el evangelista describe a la perfección con ese enjambre de lanchas surcando el Tiberíades de orilla a orilla en busca de algún rastro del Maestro.

Lo siguen por las dos orillas del mar de Tiberíades. Y la primera pregunta que le formulan, cuando dan con él, nos da la clave de ese seguimiento: cuándo has venido.


 Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. 

Era tan espectacular el prodigio de dar de comer a esa multitud que, a la fuerza, tenía que despertar admiración y mover a seguirlo.

Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.

A esa muchedumbre le atraen los signos, la extraordinaria intervención que ha saciado su hambre material. Tanto que lo primero que le preguntan es «¿cuándo has venido aquí?» por si se ha producido otro prodigio en su ausencia, como el espectador de un truco de ilusionismo contrariado por haberse perdido parte de la función.

 Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?». Jesús les contestó: «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. 

Jesús los alecciona: «Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna». El pan del espíritu que comemos en la Eucaristía.

Lo de menos es el signo de la multiplicación y lo de más es la vida eterna que nos promete entrar en el corazón del Padre

Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios».

Ellos le preguntaron: «Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?». Respondió Jesús: «La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado».

Pero para ello se hace imprescindible obrar como Dios quiere: «La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado». Creer en Jesucristo más allá de milagros, prodigios y signos. Creer porque es el único mediador entre nosotros y Dios, no hay más camino que el suyo. 




Es la fe en Jesucristo la que nos lleva a la salvación, al banquete celestial donde comeremos el alimento de la vida eterna. Sin fe, nada de lo que hagamos, aunque vayamos de puerto en puerto como estas barcas recalando aquí y allá en el mar de Galilea es infructuoso. Más aun: es inútil.
Y tu fe......................¿como anda?


 DOMINGO

“ Vosotros sois testigos ”



según San Lucas 24, 35-48 

Estos domingos después de Pascua tienen una finalidad: meter en nuestra dura cabeza que es verdad que Cristo ha resucitado y está vivo. Qué tremendas dificultades tenemos para aceptar las buenas noticias.

En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. 

 Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros». 

Jesús Resucitado es el centro de la vida y de la historia. Todo lo anterior es preparación y lo que sigue es consecuencia. Cristo Resucitado es el centro del tiempo. Y Cristo Resucitado es también el Señor de nuestra vida. A Él le entregamos las riendas de nuestra historia.

 Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón?

Pero no es un Señor que se eleva por encima de nosotros para humillarnos, sino que desciende hasta nuestro corazón para realizarnos plenamente.

 Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. 

Pero sigue siendo el amigo, el cercano, el que acompaña a los discípulos de Emaús y les explica las Escrituras; el que se aparece a esas mujeres que han ido a embalsamar su cuerpo con el perfume de su cariño; el que llama a María Magdalena por su nombre en un bonito requiebro de amor. ¡Cuánta ternura, cuanta delicadeza, cuanta finura! El título de Señor que el Padre le ha dado desde el cielo, ciertamente, no se le ha subido a la cabeza. Sigue pisando tierra en la Galilea de los pobres y sencillos de todos los tiempos. Y, como decía el Papa Francisco, en Galilea siempre podemos encontrar “el amor primero”.

Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo». Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo de comer?» 


 Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí». 

Sólo la luz de Pascua, la luz de Cristo Resucitado pudo hacer desaparecer las densas tinieblas de una muerte tan cruel en la cima del monte calvario. Pronto la tristeza se convirtió en gozo; la ausencia en presencia; el miedo en coraje, y la amarga desesperación en dulce esperanza.

Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. 

Con Cristo Resucitado se crea una raza nueva. Cuando alguien les pedía explicaciones sobre el tema de la Resurrección, se limitaban a decir: “nosotros somos testigos”.

Y les dijo: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».

Vivimos como hermanos, aquí nadie pasa necesidades porque el que más tiene da al que no tiene, tenemos un solo corazón y una sola alma, compartimos todo con alegría. No es raro que la gente se quedara extrañada y quisiera pertenecer a ese grupo. ¡Cuanto tenemos que aprender los cristianos del siglo XXI de esta experiencia de las primeras comunidades!



viernes, 12 de abril de 2024

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA

 SÁBADO

“ Soy yo, no temáis ”


Tras la multiplicación de los panes y la “huida” de Jesús cuando le querían hacer rey porque lo quieren hacer rey, Jesús se retiró a la montaña, Él solo. Solo, sin ningún apoyo en el poder, como vive la totalidad de las personas.

según san Juan 6, 16-21 

Al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al mar, embarcaron y empezaron la travesía hacia Cafárnaún.

Mientras tanto, los discípulos atraviesan el lago. Están en medio de la oscuridad de una noche tempestuosa y en medio de las olas. Ellos también se encuentran solos

 Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando.

Sin Jesús, que es la Luz, la tierra se llena de oscuridad y de tinieblas. Es la total desorientación. Sin Jesús el hombre está totalmente perdido. “Soplaba un fuerte viento”. Una barca, azotada con un fuerte viento, amenaza con la destrucción y la ruina. 

Habían remado unos veinticinco o o treinta estadios, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el mar, y se asustaron. 

Con Jesús viene la luz, y con la luz, la orientación, el sentido de la vida, la alegría. Jesús se pone en medio de nosotros y nos dice: “Soy yo. No tengáis miedo”. Con Jesús desaparecen los miedos, las angustias, las zozobras. Con Jesús recuperamos el derecho a ser felices.

Pero él les dijo: «Soy yo, no temáis». Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio a donde iban.

Esta escena del evangelio se reflejará alguna vez, no solo en nuestra vida personal, sino en la de la comunidad: la barca puede ser símbolo de nuestra vida o también de la comunidad eclesial.

Jesús, pon tu palabra, pon tus manos, pon tus ojos, mírame y dame tu bendición.

VIERNES

“ Dadles vosotros de comer ”


Qué diferencia tan grande entre las preocupaciones de los escribas y fariseos y las de Jesús. A los fariseos les preocupa si se puede o no se puede comer en sábado; si se puede o no se puede comer sin lavarse las manos… En eso se entretienen, en eso pasan su vida. A Jesús le preocupa que la gente tenga lo necesario para comer, le preocupa que la gente sufra, que la gente no sea feliz.

según san Juan 6, 1-15 

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. 

Jesús esté en el monte, lugar de oración, y desde esa altura contemple a la gente que no tiene para comer.

Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman estos?». 

Podía haber hecho el milagro él solo, pero quiere hacerlo con la colaboración de los discípulos. Ellos le traen “cinco panes y dos peces”

Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo». 

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?». 

En la multiplicación de los panes, Jesús no hace nada que no hiciera un judío observante: presentar los panes, rezar la acción de gracias y repartir sus fracciones.

Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.

Sólo que la multitud observa que hay algo más en la forma en que Jesús obra el signo: “Este hombre tiene que ser el profeta que debía venir al mundo”.

 Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda». 

Así es el amor de Dios: siempre nos espera, siempre nos sorprende. …Para ir a Dios que es amor, debemos subir por el escalón del amor al prójimo, por las obras de caridad, por las obras de misericordia, que el Señor nos ha enseñado.

Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».

 Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

Al final del texto, también Jesús se sube al monte él solo. ¿Por qué? Porque le quieren hacer rey. Jesús huye de títulos de grandeza y de poder. ¡Bonita lección!


JUEVES 

“ El que Dios envió habla las Palabras de Dios ”

Sigue el discurso dicotómico entre la tierra y el cielo, entre la carne y el espíritu, entre lo que es de los hombres y lo que es de Dios.

según san Juan 3, 31-36 

El que viene de lo alto está por encima de todos

En este evangelio “arriba y abajo” son algo más que simples adverbios de lugar. Arriba significa “trascendente” el mundo del Espíritu, el mundo de Dios. Abajo hace relación a nuestro pequeño mundo “inmanente” cerrado en sí mismo. Desde el momento en que Dios ha determinado “encarnarse” en este mundo, el cielo ha bajado a la tierra y la tierra ha subido al cielo.

El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. 

El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. 

Por eso dice Jesús que “el que cree en el Hijo tiene vida eterna”. Por eso es peligroso oponer lo humano y lo divino; lo espiritual y lo material.

El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. 

El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano.

Persona espiritual no es aquella que sólo se dedica a las cosas espirituales y se desentiende de este mundo, sino la persona que posee el Espíritu de Jesús y se va liberando de todo aquello que le “despersonaliza”.

 El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.



Somos testigos de lo que Dios ofrece graciosamente a los hombres en su Hijo, por eso nuestra fe no consiste solo en afirmar que Jesús es el Cristo, sino en aceptar ser hijo de Dios en Él y vivir como tales.


 MIÉRCOLES

“ Tanto amó Dios al mundo ”





según san Juan 3, 16-21

 Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.

Me quiero detener en ese “tanto”. Lo podríamos traducir diciendo. Hasta tal extremo, hasta tal inmensidad, hasta tal locura nos amó Dios Padre que nos entregó lo mejor que tenía: su propio Hijo. No olvidemos una cosa: el que escribe el Evangelio es el “discípulo amado”.

 Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

 El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.

El discípulo que ha descansado su cabeza sobre el pecho de Jesús. No es un maestro sino un testigo que ha vivido con Jesús algo tan grande, tan maravilloso, que ha quedado seducido por esa persona y ya no puede vivir sin pensar en Él, sin soñar con Él, sin trabajar por su causa.

Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. 

Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. 

Cuando escribe su evangelio ya ancianito todavía sus ojos se le llenan de lágrimas y su corazón de ternura.

En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Si alguien le pregunta a JUAN qué debemos hacer los cristianos, contesta: “Amaos unos a otros como Jesús nos ha amado”. El evangelio de Juan sólo puede leerse de rodillas, en silencio y con ojos de enamorado.

MARTES

“ Así es todo el que ha nacido del Espíritu ”


según san Juan 3, 7b-15

El evangelio de hoy es la continuación del encuentro con Nicodemo. La invitación a NACER DE NUEVO.

 En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. 

 Nos puede suceder lo mismo que a Nicodemo, que nos extrañamos de lo que Jesús nos pide. El mundo nos presenta las cosas de una manera y nos sorprendemos de las exigencias del evangelio. Pero Jesús no rebaja su mensaje: tenemos que nacer de nuevo.

Así es todo el que ha nacido del Espíritu». Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede suceder eso?». Le contestó Jesús: «¿Tú eres maestro en Israel, y no lo entiendes? 

Es decir, cuando el egoísmo nos empuja a pensar en nosotros mismos, cuando sentimos que no tenemos tiempo para los demás… tenemos que nacer de nuevo, dejar los criterios del ambiente, la moda, los deseos propios e ir contracorriente y escuchar las luces del Espíritu Santo que nos llaman a más generosidad, servicio y entrega.

En verdad, en verdad te digo: hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. 

Posiblemente, surja también en nosotros la pregunta de Nicodemo: ¿Cómo puede ser esto? Basta escuchar la voz de Cristo, ser fiel a la conciencia rectamente formada, vivir con coherencia la fe, etc., de tal manera que se produzca en nosotros un nuevo nacimiento, que lo que antes parecía esencial, ahora sea como basura , -como la experiencia de S. Pablo-, con tal de complacer al Señor.

Si os hablo de las cosas terrenas y no me creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las cosas celestiales? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. 

No olvidemos que para nacer de nuevo, se requiere primero morir a uno mismo. El que quiera seguirme, -dice el Señor-, que se niegue a sí mismo. El primer obstáculo para que el Señor pueda hacer su obra en nosotros, muchas veces, es nuestro yo, egoísmo, criterios, orgullo, criterios…

Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna».



Y en la segunda parte, nos lanza el interrogante cómo es nuestra fe. «Si no creéis…» que desdichados somos. Sin embargo, termina recordándonos que todo el que cree en Él -Jesucristo, el Señor- tiene vida eterna. 

Podemos detenernos un poquitín en todos los beneficios y ventajas que nos reporta vivir descansando en el Señor y confiando en Él. 

 Gran tesoro, gran regalo, Dios colma nuestras aspiraciones y nos capacita para vivir en plenitud.

LUNES

“ No temas, María ”



según san Lucas 1, 26-38 
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.

Dios ya estaba decidido a hacerse hombre, a vivir entre nosotros, pero esperaba el consentimiento de una mujer. Y María dijo SÍ. Gracias. Señor, por tu gran amor. Y gracias María por haber dicho que sí.

 El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. 
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». 

El saludo del Ángel hace vislumbrar a María que Dios la quiere sencilla, humilde, servidora, alegre, cerca de la gente. María dijo sí. En la vida es bonito decir sí, estar disponibles a los requerimientos de los demás.
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». 
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. 
También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque “para Dios nada hay imposible”».
 María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra». 
No entiende nada pero responde con un gran SI .
Y el ángel se retiró.

Gracias, Dios mío, por el Misterio de la Encarnación. Gracias porque has querido venir a nuestro mundo para compartir con nosotros las penas y las alegrías; nuestras sonrisas y nuestras lágrimas. Así eres nuestro hermano. Gracias porque has trabajado con manos de hombre; has mirado con mirada de hombre; has amado con corazón de hombre.

DOMINGO

“ Paz a vosotros ”

según San Juan 20, 19-31 

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. 

Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». 

Cristo se aparece a sus discípulos. No es otro el que resucita sino el Crucificado, por eso les muestra las manos y el costado. Él les dice «paz a vosotros», saludo común de los judíos que se transforma aquí en bendición y anuncio pascual.

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. 

Las llagas pueden ser curadas y el miedo puede tornarse en alegría. El Resucitado les regala los dones de la Pascua: paz, misión, Espíritu y perdón.

Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». 

Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». 

Ellos testigo del Resucitado, impulsado por el Espíritu Santo, emprende con entusiasmo la misión de anunciar la paz, que se realiza por el perdón de los pecados.

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.

 Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». 

La causa del escepticismo de Tomás estriba en que no estaba junto a los demás creyentes cuando por primera vez se les apareció el Resucitado.

 Creer en Jesucristo requiere ineludiblemente participar en la vida de la comunidad. Esta es otra de las grandes enseñanzas pascuales.

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos.

 Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». 

Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». 

En la figura de Tomas nos podemos ver reflejados alguno de nosotros, porque con alguna frecuencia hemos podido actuar así, exigiendo signos, se nos podría acusar también a nosotros que tenemos el corazón endurecido para creer, para confiar, para dejarnos transformar por la Palabra del Señor,

Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!».

 Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? 

Bienaventurados los que crean sin haber visto». Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.


Papa San Juan Pablo II: 2002

La liturgia de hoy nos invita a encontrar en la Misericordia divina el manantial de la auténtica paz que nos ofrece Cristo resucitado. Las llagas del Señor resucitado y glorioso constituyen el signo permanente del amor misericordioso de Dios a la humanidad. De ellas se irradia una luz espiritual, que ilumina las conciencias e infunde en los corazones consuelo y esperanza. Jesús, ¡en ti confío!, repetimos en esta hora complicada y difícil, sabiendo que necesitamos esa Misericordia divina que hace medio siglo el Señor manifestó con tanta generosidad a santa Faustina Kowalska. Allí donde son más arduas las pruebas y las dificultades, más insistente ha de ser la invocación al Señor resucitado y más ferviente la imploración del don de su Espíritu Santo, manantial de amor y de paz.”