ELEMENTOS DE LA EUCARISTÍA
Materia
Se debe usar pan de trigo y vino de vid
En la Instrucción general del Misal Romano se confirma para el rito latino el uso del pan ácimo (sin fermentar), el cual debe ser de confección reciente
Los orientales han usado y usan pan fermentado, lo cual es aceptado como válido por la Sede Romana.
Para los fieles que padecen la enfermedad celíaca, la Iglesia ha normado la elaboración de hostias «con la mínima cantidad de gluten necesaria para obtener la panificación sin añadir sustancias extrañas ni recurrir a procedimientos que desnaturalicen el pan».
Asimismo se ha dispuesto que «el fiel celíaco que no pueda recibir la comunión bajo la especie del Pan, incluido el pan con una mínima cantidad de gluten, puede comulgar bajo la sola especie del Vino».
El sacerdote que padece esta enfermedad, y no puede tolerar ni una mínima cantidad de gluten no puede celebrar individualmente, pero sí, con permiso del Obispo, concelebrar con otros sacerdotes y comulgar él solamente bajo la especie del vino, aunque no puede presidir la concelebración.
El vino para la celebración eucarística debe ser «del producto de la vid» (cfr. Lc 22, 18), natural y puro, es decir, no mezclado con sustancias extrañas.
Se mezcla con un poco de agua, de acuerdo a una costumbre antiquísima que según algunos documentos se remonta al mismo Jesucristo. El agua alude al agua y la sangre que salieron del costado de Cristo tras la lanzada (cf. Jn 19 34) y a la unión del pueblo cristiano con Cristo
Para los sacerdotes que por motivos de salud, no pueden tomar vino ni aun en mínimas cantidades, está previsto, con permiso del Obispo, usar mosto, es decir «el zumo de uva fresco o conservado, cuya fermentación haya sido suspendida por medio de procedimientos que no alteren su naturaleza (por ejemplo el congelamiento)».
Forma
La Iglesia Católica cree que el pan se convierte en el cuerpo y el vino en la sangre del Señor en el momento más solemne de la misa llamado consagración.
En él, el sacerdote relata la escena de la institución del sacramento y repite las palabras usadas por Jesús, «esto es mi cuerpo», «esta es mi sangre», «haced esto en conmemoración mía», mencionadas anteriormente.
La Iglesia enseña que «la fuerza de las palabras y de la acción de Cristo y el poder del Espíritu Santo hacen sacramentalmente presentes bajo las especies de pan y de vino su Cuerpo y su Sangre, su sacrificio ofrecido en la cruz de una vez para siempre».
Ministro
Solo el presbítero y el obispo válidamente ordenado pueden celebrar válidamente la Eucaristía.
Según la Instrucción general del Misal Romano,125 varios ministros pueden celebrar conjuntamente la Eucaristía. A este acto se le llama concelebración, y según este documento, en ella «se manifiesta provechosamente la unidad del sacerdocio y del sacrificio, como también de todo el pueblo de Dios».
Participante
Si bien solo el sacerdote válidamente ordenado puede realizar la consagración, la Iglesia enseña que la Eucaristía es «fuente y cima de toda la vida cristiana»,126 «compendio y suma de nuestra fe»,127 el canon 230 del Derecho canónico en su párrafo tercero ha establecido que donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden los laicos suplirles en algunas de sus funciones, es decir, ejercitar el ministerio de la palabra, presidir las oraciones litúrgicas, administrar el bautismo y dar la sagrada Comunión según la prescripción del derecho.
De acuerdo con la doctrina de la Iglesia católica recibir la Eucaristía en estado de pecado mortal es un sacrilegio129 y solo aquellos que se encuentren en estado de gracia, es decir, sin pecado mortal alguno, pueden recibirla.130 Basándose en 1 Cor 11:27-29131 afirma lo siguiente: "Quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave (pecado mortal) que no comulgue el Cuerpo del Señor sin acudir antes a la confesión sacramental".
La Iglesia insta a sus fieles de participar de la misma todos los domingos y fiestas de precepto, y de recibir al menos una vez al año la comunión sacramental y recomienda vivamente a los feligreses recibir la santa Eucaristía los domingos y los días de fiesta, o con más frecuencia aún, incluso todos los días, pero siempre en estado de gracia.
La celebración eucarística se da en el contexto de una reunión. La Iglesia cree que a la cabeza de la misma está Cristo mismo, que es el actor principal. Como representante suyo, el obispo o presbítero preside la asamblea «in persona Christi capitis» («en la persona de Cristo Cabeza»). Todos los fieles tienen parte activa en la celebración, cada uno a su manera: los lectores, los que presentan las ofrendas, los que dan la comunión, y el pueblo entero cuyo «Amén» manifiesta su participación.
También recordaremos nuevamente aquí que «la Iglesia, al desempeñar la función de sacerdote y víctima juntamente con Cristo, ofrece toda entera el sacrificio de la misa, y toda entera se ofrece en él»; «Porque toda misa, aunque sea celebrada privadamente por un sacerdote, no es acción privada, sino acción de Cristo y de la Iglesia».
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