Que la ordenanza del papa Juan, de santa memoria, concerniente al rezo del avemaría al oscurecer, fuese fielmente observada.
La bula del papa había ya, añade el concilio, concedido una indulgencia a aquellos que dijesen la oración prescrita y en virtud de los plenos poderes que se le habían concedido, el concilio concedía una indulgencia de treinta días. Los estatutos de Simón, obispo de Nantes, ordenan a los curas que hagan tocar en sus iglesias por la noche, para advertir a sus feligreses que deben al sonido de esta campana, arrodillarse y decir el Angelus, lo que le hará ganar una indulgencia de diez días. Hasta entonces las ordenanzas relativas a este rezo se restringen a la hora del oscurecer.
En 1368, el concilio de Lavaur ordena a todos los rectores y curas, bajo pena de excomunión que hagan tocar la campana, lo mismo a la salida del sol que cuando se pone.
El rezo que se recomienda en esta ocasión consiste en cinco Pater, en honor de las cinco llagas del Salvador y en siete avemarías en honor a los siete gozos de María.
El año siguiente al sínodo de Bezieres, ordena que al rayar el día la campana mayor toque tres veces. Y cualquiera que oiga esta campana, dice, rezará tres Pater y tres Ave, y ganará una indulgencia de veinte días.
Según algunos autores, Calixto III en 1456, según Fleury y Du Cange fue Luis IX en 1472, quien introdujo las campanadas al mediodía. Mabillon ha probado que el uso litúrgico de tocar al mediodía y de decir tres veces el avemaría, ha venido de Francia y ha obtenido la sanción apostólica a principios del siglo XVI.
Benedicto XIII para alentar la recitación exacta de este rezo, concede a perpetuidad, por su breve apostólico de 14 de septiembre de 1724, una indulgencia plenaria a todos aquellos que, una vez por mes, después de haber recibido la absolución sacramental y haberse aproximado a la Santa Misa, digan tres veces de rodillas la salutación apostólica al sonido de la campana, que esto sea por la mañana, al mediodía y por la noche y que hayan devotamente rezado por la unión de los príncipes cristianos, la extirpación de las herejías y la exaltación de la santa Iglesia. Concede también cien días de indulgencia a aquellos que un día cualquiera del año recitasen con corazón contrito el mismo rezo.
Se añaden habitualmente algunos toques a los últimos del Ángelus, para empeñar a los fieles a rezar por la Iglesia que sufre.
La campana de Ángelus da, sobre todo por la noche, un carácter singularmente poético a los países católicos.
Pío VII en 1815, añadió al Ángelus tres “glorias al Padre...” en acción de gracias por los dones copiosamente otorgados por la Santísima Trinidad a la Virgen, particularmente por su gloriosa Asunción a los cielos.
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