SAN JUAN PABLO II
era un Papa que amaba la montaña.
Desde el comienzo de su labor sacerdotal acudía a ellas porque, según él mismo afirmaba, encontraba paz para su alma y energías para realizar una honda labor apostólica. La afición a la montaña de San Juan Pablo II empezó en el comienzo de su tarea pastoral. Surgió con el deseo de llegar a los jóvenes de la primera parroquia que le habían encomendado. Año tras año, con regularidad casi matemática, llevaba a los jóvenes quince días a los montes, a los ríos y a los lagos.
Por ello, cuando llegó a ser Papa, empezó a buscar sitios cerca de Roma donde se podía “escapar” cuando necesitaba un soplo de aire fresco. En los picos más altos de los Montes Apeninos, Karol Wojtyla, durante su Pontificado, iría más o menos en secreto, hasta más de cien veces, caminando solo o esquiando, discretamente observado desde la distancia por algún colaborador del Vaticano.
Un pequeño pueblo en medio de la montaña
En los Montes Apeninos en Italia, no muy lejos de la Ciudad Eterna, a 1.100 metros de altura, se encuentra un pequeño pueblo llamado La Lenca. Antiguamente el pueblo era habitado por pastores de la región que solían asistir a misa en la pequeña iglesia medieval en la cima de la colina, dedicada al apóstol san Pedro, “San Pedro de la Jenca”.
Este templo, desde el año 2011, fue convertido en un santuario dedicado a san Juan Pablo II. ¿A qué se debe que se decidiera dedicar un santuario en este lugar al Papa Wojtyla? Muy simple, él amaba este lugar tan verde. La visitó al menos tres veces de forma oficial o privada.
Amante de la montaña, solía pasear por los prados que rodean a la iglesia para, posteriormente, postrarse en oración en lo que hoy es el santuario dedicado a él.
El regalo para la tierra que tanto amaba Karol Wojtyla
Pero un documento hecho público tras la muerte del Papa polaco muestra de manera aún más clara el amor de San Juan Pablo II por la tierra que luego conservó su sangre. Y es que el Papa hacía "escapadas" a esta zona de manera secreta. Allí pasaba largos ratos, por lo que sus visitas fueron más que numerosas, motivo por el cual su secretario, que tanto le conocía, decidió honrar a esta tierra que le recordaba a su país natal con una importante reliquia.
Su secretario personal y amigo, el Cardenal Stanislaw Dziwisz, además de testigos presenciales, confirmaron oficialmente las visitas privadas del Santo Pontífice a este lugar. En el interior de la iglesia se conserva la reliquia «ex sanguina» del Santo, donada al Santuario como signo de la «presencia» espiritual del Papa.
Las palabras de San Juan Pablo II
Actualmente es destino de muchos peregrinos que, como Karol Wojtyla, disfrutan del silencio de la oración con la vista panorámica de la montaña del Gran Sasso, ubicado frente al santuario. Durante la temporada de invierno, la carretera suele estar cerrada al tránsito debido a las nevadas y solo se puede llegar a pie.
En esa montaña resuenan todavía las palabras de San Juan Pablo II durante el Ángelus en Campo Imperatore en 1993. “Aquí el silencio de la montaña y la blancura de la nieve nos hablan de Dios, y nos señalan el camino de la contemplación, no solo como camino principal para experimentar el Misterio, sino también como condición para humanizar nuestra vida y nuestras relaciones mutuas”
Fuente: cope.es
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