Hoy, como en los tiempos de Jesús, la fe, estos tiempos “mesiánicos” en los que vivimos, necesitan gente audaz y despierta.
Hay una muchedumbre atontada por el cloroformo de lo inmediato; por la anestesia de la apariencia, del “san comercio”, del “san consumo” o del “san bebercio”. ¿Dónde estamos nosotros? ¿Cómo nos vamos a preparar a la llegada del Señor? Pronto, los Obispos y algunos medios de comunicación social (estos últimos muy interesados por cierto) nos recordarán que las Navidades están secularizadas; que la gente vive esos días con puro afán consumista; que hemos perdido el sentido más profundo y genuino de la Navidad. ¡No señor! Aún siendo en parte verdad, no seamos tan pesimistas.
Hay muchísima gente; miles de familias, millones de hombres y de mujeres –en España y en el mundo entero- que son personas con esperanza. Que apetecen encontrarse a Jesús en el camino de sus vidas. Mejor dicho: el encontrarse con Cristo ha sido la mejor noticia y el mejor regalo de toda su existencia. Por ello, aunque no nos falten preocupaciones; aunque asome el maligno en forma de tentación y de abandono; aunque la fe –en algunos hermanos nuestros haya perdido vigor- nosotros estamos llamados a vivir este momento de fe y de gracia, de espera y de oración, de vigilancia y de despertar.
4.- Estamos en Adviento, amigos, y hay que recobrar el ánimo perdido. Un cristiano sin esperanza es como una habitación sin luz; como un paisaje sin horizonte; como un cielo sin estrellas. Como una Navidad, con mucha luz, pero artificial. Y, esto, no es poesía. ¡Es que es verdad! El presente que vivimos necesita de rostros iluminados por la alegría de creer. ¡Más vale un cristiano contento que mil indicaciones para que la gente se acerque al Señor! ¡Más vale un cristiano aventurero, entusiasta y buscador de Dios que un cúmulo de preceptos que, de entrada, serán más obstáculo que trampolín para zambullirse en el corazón de Cristo! Bueno, y acabo. ¡Dios viene! Y, eso, es lo sustancial. Pongamos en la mesilla de nuestra casa el “despertador”. Que cuando venga, nos encuentre preparados.
5.- ¡Dios viene! Que nos encuentre, por lo menos, esperándole, evocándole y –sobre todo- dando testimonio de su presencia. ¡Ah, y se me olvidaba! Hagamos ambiente cristiano allá donde estemos. Que, me parece a mí, estamos muy dormidos para las cosas de Dios y demasiado ávidos para con las cosas del mundo. ¡Qué momento! ¡Pero que momento nos espera por vivir! ¡Dios viene…y además pequeño! ¿Queremos vivirlo así?
QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR Preparado para que, cuando Tú llames, yo te abra Despierto para que, cuando Tú te acerques, te deje entrar Alegre para que, cuando Tú te presentes, veas mi alegría QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR Que, el tiempo en el que vivo, no me impida ver el futuro Que, mis sueños humanos, no eclipsen los divinos.
QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR Y que, cuando nazcas, yo pueda velarte Para que, cuando vengas, salga a recibirte Y que, cuando llores, yo te pueda arrullar
QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR Para que, la violencia, de lugar a la paz Para que los enemigos se den la mano Para que la oscuridad sea vencida por la luz. Porque el mundo, sin Ti, está cada vez más frío Porque el mundo, sin Ti, es un caos sin esperanza Porque el mundo, sin Ti, vive y camina desorientado
QUIERO ESTAR EN VELA, SEÑOR Trabaja mi corazón: que sea la cuna donde nazcas Ilumina mis caminos: para que pueda ir por ellos y encontrarte Dame fuerza: para que pueda ofrecer al mundo lo que tú me das
QUIERO ESTAR, EN VELA, SEÑOR Entre otras cosas porque, tu Nacimiento, será la mejor noticia de la Noche Santa que se hará madrugada de amor inmenso en Belén
. ¡VEN, SEÑOR!
Al iniciar este tiempo litúrgico tan fuerte y tan denso en contenido (y volviendo a la película del Titanic) recuerdo aquella escena final donde los músicos rechazan un bote salvavidas libre y prefieren (mientras el gigantesco barco se hunde) seguir entonando cánticos a Dios. Lo que muchos de nosotros desconocemos es que, mientras el mar iba succionándolo todo, un sacerdote católico compuso precisamente la letra del famoso canto universalmente conocido y traducido del inglés al castellano: “Cerca de Ti, Señor quiero, morar…hazme tu rostro ver en la aflicción”.
Adviento; es posible cambiar nuestro mundo con la fuerza del amor que nos trae Jesús
Adviento; es un reloj que marca las horas de lo que está por llegar: Jesús
Adviento; llamada a esperar en Dios y contemplar su rostro aún en medio de la adversidad
Adviento; es tiempo de vivir, ya desde ahora, la Buena Noticia que se nos dará en Belén Adviento; es no dejar que se hunda nuestra vida en las pequeñas miserias y en el gran océano de la incredulidad y de la frialdad religiosa
Adviento; es, ciertamente, ir hacia Aquel que viene sin perder el rumbo de nuestro viaje. Demos gracias a Dios porque cumple lo que promete. Porque salva siempre. Porque habla de mil modos y maneras, con muchos signos, palabras y silencios. Demos gracias a Dios porque, simplemente y en principio, nos pide algo tan sencillo como poner a punto nuestra vida…estar vigilantes para que no pase de largo. ¡Rompamos y fundamos tantos grilletes y cadenas que nos mantienen permanentemente maniatados y sin aliento!. ¡Cuántos de nosotros nos sentimos presos tras las rejas del mundo! Me gusta el Adviento, entre otras cosas, porque Dios se hace tremendamente cómplice, libertador y cercano a nosotros.
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