Lectura del santo Evangelio según san Lucas (19,45-48)
En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: «Escrito está: "Mi casa es casa de oración";
Ese celo debería devorarnos a todos los creyentes, ese celo de buscar agradar y buscar lo que es grato a Dios, el celo por dar a conocer al Señor, que el Señor sea amado, que busquemos agradar a Dios, que nos preocupe realizar su voluntad.
NOSOTROS
Demos gracias a Dios por esta Iglesia nuestra que después de tantos siglos sigue en marcha. Sin duda es un misterio de fe, pues a pesar de contar con fallos humanos, solo la vida sencilla, sincera y entregada de tantos hermanos a las necesidades de los demás nos recuerda que hay otra manera de hacer Iglesia: desde la oración y la entrega generosa.
El culto debe ser toda nuestra vida, vivida en fidelidad a la voluntad de Dios.
El Señor es nuestro modelo. Y como decimos al concluir la plegaria eucarística: Por Cristo, con Él y en Él, todo para mayor gloria suya. Así debemos desear que sea toda nuestra vida por Cristo y para Cristo.
NOSOTROS
Demos gracias a Dios por esta Iglesia nuestra que después de tantos siglos sigue en marcha. Sin duda es un misterio de fe, pues a pesar de contar con fallos humanos, solo la vida sencilla, sincera y entregada de tantos hermanos a las necesidades de los demás nos recuerda que hay otra manera de hacer Iglesia: desde la oración y la entrega generosa.
Pero el Maestro de Nazaret nos enseña ahora que para encontrarse con Dios hay que encontrarlo a Él, escucharlo y vivir como Él nos enseña; donde está la comunidad y el prójimo está Jesús y donde está Jesús está Dios; Cristo es el nuevo Templo y nosotros somos parte de él.
Señor, yo quiero tomar conciencia de que soy Templo del Espíritu Santo.
Y este templo es mucho mejor que el mismo templo de Jerusalén.
Este templo quiero que sea para mí un lugar de encuentro contigo. Desde este templo elevaré a Ti mis primeras oraciones de la mañana y elevaré hacia Ti el incienso de la tarde como alabanza a tu Santo Nombre.
Y, desde ahora, miraré a las personas como “templos vivos del Espíritu Santo”.
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