Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas (19,41-44)
En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando: «¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz!
Seguimos la lectura semi continua del Evangelio según San Lucas; continuamos en el capítulo diecinueve, donde quedamos ayer. Después de la parábola de las minas (monedas), el evangelista nos narra la subida de Jesús desde Jericó hacia la ciudad de Jerusalén y su entrada triunfal en ella; y, en medio de este estallido de alegría de la multitud que acompaña al Maestro, Él se lamenta y llora por Jerusalén y hace el primero de sus tres anuncios sobre la destrucción de la ciudad santa, manifestándose como el Rey que sentencia a la ciudad que lo va a rechazar; en efecto la ciudad será destruida por Tito en el año 70 DC.
El Señor Jesús, como antes Moisés, Jeremías, Isaías y Oseas, se identifica con la rabia, la angustia, la frustración y el dolor de Dios por Israel, el pueblo rebelde.
Por lo tanto, la profecía de Jesús, sobre el desastroso final que tendrá la ciudad de Jerusalén, se inspira y es heredera de una serie de profecías del AT sobre la ciudad santa; de esta manera el Señor muestra como los dirigentes de Jerusalén repiten los mismos errores de sus antepasados.
El gran error de Jerusalén fue no reconocer el momento de la salvación que llegaba con Jesús, no reconocer la visita de Dios; Zacarías (el padre de Juan Bautista) y la gente de Naín, reconocieron la visita de Dios, pero la ciudad santa no.
No es una amenaza ni un vaticinio de la destrucción futura de la ciudad como castigo divino. Él no ha hecho más que mostrar la misericordia de un Dios que perdona. Pero no es ciego a lo que su pueblo puede causarse a sí mismo por haberse negado a comprender lo que conduce a la paz. Quien obstinadamente rechaza la paz, atrae contra sí la guerra y la desgracia.
Jerusalén cuyo nombre significa paz no comprendió el “mensaje de paz” traído por el Maestro de Nazaret.
Jesús llora
Llora ante el final que le espera y llora por lo que sufrirá ese pueblo al que él ama.
Él ha venido como príncipe de la paz y ellos no han sido capaces de reconocer en su venida el gesto amoroso de Dios.
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