Bienaventurado si, en aquello que haces, no eres negativo: verás que hay muchas cosas positivas en ti
Bienaventurado si, en tu camino, no vives de espaldas a los demás: comprobarás que Dios te rodea con gente que te quiere
Bienaventurado si, aún mirando al cielo, eres consciente de que tú puedes hacer algo por la tierra: te dará satisfacción el sembrar el amor de Dios en medio de los hombres
Bienaventurado si, ante tantas situaciones de miseria, tu corazón no se endurece: Dios recordará las veces en que fuiste sensible
Bienaventurado si, en la soledad que te acecha, descubres la comunión con Dios y con tantos hombres y mujeres que te han precedido, sentirás en propia carne el secreto de aquellos que murieron con esperanza: Jesucristo.
Bienaventurado si, a pesar de los tropiezos, te mantienes en pie: te darás cuenta que la fidelidad es más auténtica cuando se prueba con las dificultades
Bienaventurado si, contemplando a los santos, no te desanimas: ellos también –en muchos sentidos- fueron como tú, de carne y hueso
Bienaventurado si, lejos de sentirte un bicho raro, te ves original: Dios te hará ser luz en la oscuridad y punto de referencia en una sociedad donde se confunde todo
Bienaventurado si, en la Eucaristía, encuentras una fuente para tu sed y alimento para tu hambre, porque edificarás tu vida en los mismos cimientos que los santos levantaron su propia existencia: el amor de Cristo
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