Lectura del santo Evangelio según san Lucas (19,1-10)
“El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.
En la misma ciudad de Jericó, en la que curó al ciego, Jesús tiene un encuentro especial con el publicano Zaqueo, encuentro que sólo aparece narrado en el Evangelio según San Lucas., el cual con razón es llamado el “Evangelio de la misericordia”.
El Evangelio de hoy nos presenta el pasaje de Zaqueo, hace unos domingos nos encontramos con este mismo pasaje, hoy el acento lo pondré en el deseo del Señor de querer irrumpir en nuestras vidas, es bueno detenernos en la insistencia del Señor que quiere hospedarse contigo.
Zaqueo lo hace por curiosidad; pero es el Señor el que busca con la mirada a Zaqueo y luego le dirige la palabra para decirle, ante el asombro de todos, que quiere alojarse en su casa; todos murmuran por la misericordia de Jesús, pero la misericordia del Señor transforma el corazón de Zaqueo y, lo hace hoy, es el hoy salvífico de Jesús, es la presencia del Mesías en la casa del pecador, es la presencia del reinado de Dios que salva lo que todos consideraban perdido.
El encuentro con Cristo a Zaqueo le cambio la vida, como tantos hombres de Dios que han dado testimonio de lo crucial que fue y marcó un antes y un después en sus vidas el encuentro con el Dios vivo
El amor es la fuerza que renueva el mundo, transforma a las personas, saca lo mejor de cada uno. Zaqueo lo deja entrar en su casa y en su corazón, y no se siente muy digno de tan gran visita.
Eso hace posible la transformación tan radical y el gozo tan inmenso que experimenta que le lleva a querer arreglar todo lo que hasta ahora ha podido realizar mal, empieza con la renuncia a la ambición de riquezas, continúa con el propósito de compartir sus bienes.
Zaqueo quería ver y lo que se le reveló fue la herida de Dios: su amor a los hombres. Zaqueo no había pedido nada y fue Dios mismo el que le suplicó: "quiero hospedarme en tu casa" ¿Estaremos a la altura de tan singular huésped?
NOSOTROS
Nosotros como los publicanos somos personas pecadoras....ellos pecadores públicos y nosotros en el silencio.
Pero para Jesús todo es diferente, primero está la misericordia.
Tu y yo como Zaqueo buscamos al Señor y queremos verlo, nos subimos incluso a un gran árbol, el árbol de la oración , de la Eucaristía para escucharle y sentirle
En contra de lo que nos imaginamos, no somos nosotros los que buscamos a Dios; Él es el primero en buscarnos. No hemos sido hecho para amar a Dios, aunque también, sino para que Dios pueda amarnos. ¡Somos buscados por alguien! Ése es el secreto de nuestra fe y de nuestra felicidad: "Zaqueo baja, hoy me quedo yo en tu casa".
¿Cuál es mi actitud para con los pecadores? ¿Tengo en consideración que yo también soy tan pecador (a) como todos?
¿Cuál o cuándo fue mi primer encuentro con Jesús?
Señor. Cuanta necesidad tenemos de experimentar el amor de Dios que sigue esperando que le abramos nuestro corazón, para traernos su salvación y, curar todas nuestras heridas.
Que me crea de verdad que el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.
Que no deja a nadie sin solución, que nadie es irrecuperable para Dios.
Que el pasaje de hoy podemos apreciar como Dios es el Dios de la misericordia que nos invita a dejarlo entrar en nuestra casa. Abrámosle las puertas. Y acoge la Buena Noticia: “Hoy ha sido la salvación de esta casa”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario