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sábado, 12 de noviembre de 2022

ORAR SIN DESFALLECER

 EVANGELIO DEL DÍA Lc 18, 1-8:





 Es necesario orar siempre, sin desfallecer. 

 En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario”.

A fin de que nuestra oración sea perseverante y confiada, dice san Lucas, que «Jesús les propuso una parábola para inculcarles que es preciso orar siempre sin desfallecer» (Lc 18,1). 

Sabemos que la oración se puede hacer alabando al Señor o dando gracias, o reconociendo la propia debilidad humana —el pecado—, implorando la misericordia de Dios, pero la mayoría de las veces será de petición de alguna gracia o favor. Y, aunque no se consiga de momento lo que se pide, sólo el poder dirigirse a Dios, el hecho de poder contarle a ese Alguien la pena o la preocupación, ya será la consecución de algo, y seguramente —aunque no de inmediato, sino en el tiempo—, obtendrá respuesta, porque «Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a Él día y noche?» (Lc 18,7).


Hoy, en los últimos días del año litúrgico, Jesús nos exhorta a orar, a dirigirnos a Dios. Podemos pensar cómo los padres y madres de familia esperan que —¡todos los días!— sus hijos les digan algo, que les muestren su afecto amoroso. 



 Dios, que es Padre de todos, también lo espera. Jesús nos lo dice muchas veces en el Evangelio, y sabemos que hablar con Dios es hacer oración. La oración es la voz de la fe, de nuestra creencia en Él, también de nuestra confianza, y ojalá fuera también siempre manifestación de nuestro amor.

NOSOTROS

Nos dirigimos a Dios como el buen Padre

 La oración con fe y confianza...........orar siempre sin desfallecer.
 Vivamos la oración como si fuera nuestro mejor oficio, nuestra mejor vocación: hacer vivir al mundo rezando a Dios.

 Dios escucha siempre a quienes acuden a Él en la oración confiada y perseverante y les hace justicia en un abrir y cerrar de ojos. 

 ¿Cómo es mi vida de oración? 

¿Me doy espacios o momentos de diálogo personal con el Señor? 



¿Le confío a Dios mis alegrías y mis penas, mis triunfos y fracasos, lo que le agradezco y lo que necesito?

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