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domingo, 9 de mayo de 2021

RESPONDELE CON AMOR

 



Quien descubre a Dios, sólo puede ofrecer, dar, entregar y regalar amor. Es como el arroyo que, empujado en sus inicios por la abundancia de nieve, va surcando y mojando rocas, montañas y valles con lo que la nieve le ha fecundado: agua


 Dios es amor y, desde el mismo instante de la Navidad, nos ha mostrado el lado más débil de su ser Padre: nos ama. Por amor descendió (sin más ruido que el propio amor). Por amor ascendió a la cruz (sin más silbido que ese mismo amor) y, por amor, fue desplegándose a través de Jesucristo curando infectados, levantando muertos, calmando dolores y llamando a la vida:

 -Los enfermos que tuvieron la suerte de tocar su manto, fueron sanados

 -Los hambrientos que contemplaban la escasez de paz, fueron hartos

 -Los tristes que oyeron el paso del nazareno, recuperaron la alegría

 -Los egoístas y cerrados en sus intereses que tropezaron con él, se volvieron espléndidos y buenos.

 Y es que, cuando uno choca con Jesús, a la fuerza responde con amor. Amor a Dios (piedad hacia el cielo) y amor hacia la humanidad (piedad volcada a las causas que nos producen sufrimiento, pobreza, injusticia, etc.).

 ¿Quieres saber si andas con Dios? Mira la dosis de amor que administras allá donde te encuentras. Ese será un buen termómetro para medir la calidad de tu unión con Dios. 



 El amor, en Pascua, produce alegría. La Resurrección de Cristo ha sido el gran regalo de Dios a la humanidad. Con Cristo, la vida y la muerte, cambian de color. La vida, aun finalizando en la tierra, tiene proyección de futuro y, la muerte, aun siendo despeñadero en el que todos hemos de caer…lejos de tener un fondo siniestro es un paso que, lejos de ser definitivo, será superado por el don de la resurrección a la que estamos llamados. ¿Por qué? Porque, Cristo, venció, sufrió, padeció, murió y resucitó por amor. ¿Amor? ¡Sí! ¡Amor a Dios y amor infinito al ser humano! 


Todo lo que toca Dios, automáticamente, lo convierte en surtidor de bondad y de delicadeza. ¿Queremos palpar a Dios? ¿Sabemos las consecuencias de estar cerca de Él? La primera, entre otras, amarnos, querernos, respetarnos, ayudarnos y procurar una vida mejor a cuántos nos rodean. 

 “Yo tengo una fe a mi manera”, afirmaba un cristiano. Y, un sacerdote, le preguntaba: ¿Haces algo por los demás? ¡No! ¡Bastante tengo con mis problemas! ¿Das testimonio de Cristo? ¿Yo? –respondía el primero- ¡Es suficiente con que tenga fe! ¿Estás comprometido con los más desfavorecidos, eres caritativo, amas sin mirar a la persona amada? ¡Pero bueno! ¿Qué tiene que ver la fe con el amor?



 Esto, desgraciadamente, no es una caricatura. Abunda, por supuesto, en los dos bandos: en el lado de los que creemos en Jesús (y a veces nos fatigamos por hacer el bien a los demás) y en el lado de los que, no creyendo en Jesús o en Dios, presumen del amor al prójimo pero, ese amor, no es constante y a veces excesivamente ideologizado. Y es que, el amor cristiano, es caridad (no solidaridad). La caridad es ilimitada, no tiene en cuenta el color del pensamiento de la persona, no se fija si es para América, Asía o África, para el blanco o el moreno, el rojo o el verde. La solidaridad, muchas veces, acaba con los primeros fracasos o con decepciones. La caridad cristiana (el amor que viene de Dios) aguanta todo lo que haga falta porque arranca de la inspiración divina que nunca se acaba: del Padre.



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