De la misma manera, la LUZ ha sido siempre *algo fundamental en nuestra vida.*
La luz nos ilumina, nos estimula... nos libra del frío y de la oscuridad... y se asocia a todas las cosas buenas y bellas que nos alegran la vida y nos hacen felices.
Por eso, ha sido siempre un símbolo lleno de expresividad y de belleza, que debemos recuperar.
Nosotros para defendernos de la oscuridad de la noche hemos inventado falsas luces de escaparate... luces frías que confunden y encandilan... Pero el Jesús picapedrero cuando habla de luz, se refiere a la única que él conoció en su existencia terrena: *la luz de la antorcha o de la hoguera que se enciende ante el frío y la oscuridad de la noche...* Esa luz que nace de la lumbre y que hace crujir la madera y bailar las llamas, en el aire, mientras las chispas de fuego, de luz cálida, encienden los rostros y crean en nuestro entorno un halo de misterio.
Dos imágenes poderosas que pretenden descubrirnos cual debe ser nuestra verdadera identidad. La SAL, es una *criatura humilde*, pero muy necesaria y eficaz para dar un punto de sabor a la comida y para conservar los alimentos y evitar que se nos pudran.
Muy valorada desde la antigüedad, por su poder purificador ya que lavar algo con sal venía a ser algo parecido a lavar con la mejor de las lejías... También se usaba en los pactos y en las alianzas como un buen signo de permanencia y de fidelidad.
*Sal y luz, dos hermosas imágenes de lo que deberíamos ser*: - *Sal que se disuelve en la masa del pan* o en los distintos potajes que se cuecen en el mundo para hacer nuestra vida más sabrosa. - *Luz que no deslumbra ni encandila, sino que ilumina y caldea la vida humildemente y nos abre horizontes nuevos de sentido y de esperanza*.
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