Festividad de las Candelas o Purificación de María
2 de Febrero
Cuarenta días después del Nacimiento del Señor, Su Presentación y Purificación de la Santísima Virgen.
En este día, 2 de febrero, se rinde homenaje a la subida de la Virgen al templo de Jerusalén para cumplir con la ley de la purificación y presentar ante Dios a su hijo recién nacido, Jesucristo.
Le gusta a la liturgia romana seguir la cronología exacta marcada por la Biblia. La purificación de las madres y presentación del primogénito en el templo, debe cumplirse precisamente a los cuarenta días del nacimiento, según prescribe la ley de Moisés.
El caso de María era un episodio excepcional, ya que ella había tenido un hijo por obra del Espíritu Santo; pese a ello, se presentó ante el Señor como ejemplo de su humildad. Con todo, la Virgen no pudo ofrecer como sacrificio ninguno de sus bienes debido a su situación precaria, por lo que en su lugar, ofreció un par de tórtolas.
El ciclo de Navidad se cierra con la fiesta de hoy. Para captar su significación protunda hay que situarla en la perspectiva de las solemnidades que integran este ciclo del Año Litúrgico. Navidad, Epifanía, Presentación, tres momentos culminantes de la fase de la Encarnación.
En la liturgia, Navidad es luz que en bella y poética progre sión va desplazando las cinieblas. El 25 de diciembre, "la Luz brillo en las tinieblas". Entonces fueron muy pocos los que la recibieron: la Virgen, José, los pastores.
En la Epifanía, la Luz envolvió a Jerusalén, la Iglesia. Los Magos, pioneros nuestros en la fe, adoran al Niño-Dios.
Hoy, en la Presentación, la Luz arde en brazos de la Virgen. Ella la entrega a Simeón, a la Iglesia, a cada uno de nosotros. Porvenir eterno Las palabras del santo anciano resuenan en dos tiempos. Cántico a la Luz del mundo, y anuncio de la Cruz que presagia tragedia dolorosa, pero libertadora.
Es la fiesta del Encuentro, como la llaman nuestros hermanos orientales, del feliz encuentro de los hombres con Cristo. Cantamos en la procesión con vela encendida en nuestras manos, eres “Luz para alumbrar a las naciones... Mis ojos han visto a Tu Salvador". La Purificación de la Virgen es así, y principalmente, una fiesta del Señor, un encuentro de la Humanidad con Cristo, cuando el ciclo litúrgico de Navidad alcanza su cúspide en este día de las luces. La Luz, la Vida Divina, Jesús, se simboliza en esas velas que arden en la procesión y durante la Santa Misa.
La Purificación es María dándonos a Dios, poniéndolo en nuestros brazos, haciendo su papel de Madre de la Iglesia. Lo inició con pastores y magos, lo repitió con Simeón y Ana, lo realiza con cada uno en este día delicioso. Dejémosla que lo haga. Está deseándolo, pero quiere respetar nuestra libertad.
Abramos de par en par nuestros brazos. Ella depositará a su Hijo divino en nuestro corazón.
Está cerquita de S. José. Estémoslo también nosotros cerca de San José como María
. María levanta al Niño en sus brazos. Lo eleva al cielo entre sus manos maternales. Ofertorio emocionante. Durante nueve meses Ella ha sido copón virginal que misteriosamente guardaba a Cristo. Sus entrañas purísimas, sagrario amoroso en que lo veneraba. Ahora es custodia, ostensorio.
Lo muestra a la adoración de todos. Es el primer ofertorio del mundo. Sus manos son patena inmaculada que ofrece al Padre la Hostia Pura. Preludiando millones de ofrecimientos, dirá: “Recibe, Padre santo, Dios Todopoderoso y Eterno, esta Inmaculada Hostia, Jesucristo”.
El corazón se le escapa hacia el cielo. Sus ojos, fijos en la altura, ven cara a cara a Dios Padre. Uno de esos momentos de su vida en que, al decir de muchos teólogos, vio a Dios como si estuviese ya en el cielo.
Así, extasiada, ofrece a Jesús. Lo que más quiere, lo único que ardientemente ama. Y lo ofrece para sufrir. En seguida oirá a Simeón: "Será ruina y resurrección en Israel, signo y bandera de contradicción". Un ofertorio amoroso lleno de lágrimas. La Virgen, con el corazón traspasado, eleva en sus manos la Hostia Santa. El Varón de dolores de Isaías, destrozado por nuestros crímenes, baña en lágrimas los ojos de María.
Y Ella se ofrece con Él y en Él. No puede separarse. Identifica para siempre su suerte con Jesús. La Virgen es modelo de nuestros ofertorios. No podemos dejarle solo ofrecerse en la Misa. Ángela de Foligno no acertaba a participar en el Santo Sacrificio, sin que se desarrollase su espíritu de entrega e inmolación. María sabe lo que le espera...
Es el Espíritu Santo quien mueve los labios de Simeón para destrozar el corazón de la Virgen. Dios haciendo sufrir. No lo comprendemos con nuestra razón pagana, no lo percibimos con el nervio óptico, nos parece cruel. Esta manera de entender el cariño excede nuestra posibilidad de comprender. La Virgen, humilde y obediente, se sujeta a una ley que no le obliga: la purificación de toda madre después del nacimiento del primogénito. La recompensa no puede parecer más extraña: “Tu alma será traspasada”.
. Nadie como María tan amada por Dios, y la hace Madre dolorosa. No conoció ni pecado original ni actual, y es la Reina de los mártires. “Caminamos al encuentro..." No nos desalentemos en nuestras penas. La adversidad, más que reflejo de ira de Dios, es espejo de Su Bondad con nosotros. Una madre frota la cara sucia del niño para que esté más guapo. Tobías abrió sus ojos ciegos con la hiel del pez. Nuestros ojos, con la hiel del desengaño y sufrimiento, se abren para Dios.
No olvidemos que el dolor trae siempre un mensaje y una revelación. Un mensaje: esta vida no es la vida. Una revelación: Dios es amor, y sólo en Él puedo encontrarme feliz. Y María, esclava del Señor, acepta. La espada profética quedará clavada en su Corazón. Con Ella, recíbeme también a mí, con alma destrozada, pero resignada en Tu santa voluntad. Y recíbeme como oblación santa, incorporada a la Tuya, Jesús, por esos hermanos míos que luchan en la tierra, por todos los fieles vivos y difuntos, para que a mí y a ellos nos arrastre a la Vida Eterna. La Virgen ofrece a Jesús Niño elevándolo al cielo... Y se ofrece con Él y en Él al Padre por nosotros... Ahora se lo entrega a Simeón, lo pone en sus brazos. Tus hijos, Madre, nosotros, nos apretujamos rodeando al santo anciano.
Fuente Semblanza. TOMAS MORALES S.J.
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