La escuchamos en cada Eucaristía, la repite el sacerdote antes de la comunión. Quizá por eso nos hemos acostumbrado y no nos asusta la grandeza de este Misterio de amor que encierra. Es que nos acostumbramos muy pronto al Misterio. Como que tuviéramos derecho a ello.
Quizá nosotros, desde la infancia, tenemos la suerte de escuchar esas palabras, si no cada día, sí cada domingo, y a fuerza de oírla y repetirla nos hemos acostumbrado a ella, y en cambio, estamos llamados a hacerlas vida.
Si el Cordero de Dios, el Esperado, el Mesias está entre nosotros quiere decir que Dios ha venido a quedarse para siempre: ¡Corre por nuestras venas la savia del amor eterno de Dios y eso se nos tiene que notar!
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