Sirenio, el entonces y dos veces gobernador de Siria y Judea, ejecutó un edicto proveniente de César Augusto, para que se realizara un censo. Este censo debía cumplirse estrictamente, pues era una orden directa del Emperador. El no hacerlo implicaba la muerte.
Anónimo del siglo XVII
El Censo tenia que incluir específicamente a todos los hombre y mujeres mayores de 12 años, para que le pudieran dar tributo al César.
Las personas tenían que acudir al lugar de su nacimiento. De esta forma José y María, emprendieron el camino hacia Belén. Sin darse cuenta ellos, iban en camino para que se cumpliese la profecía hecho por el profeta Miqueas (5:2).
De modo que nada sucedió por casualidad. El mismo Sirenio y el César, si darse cuenta, estaba cumpliendo un propósito de Dios. Aunque el impío nunca se dé cuenta, queda una vez más probada la gran soberanía del Altísimo Dios Todo Poderoso.
Al no encontrar posada, descansaron del largo viaje en un establo.
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