Había pastores en aquella región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.
Y un ángel del Señor se presentó ante ellos, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y temieron con gran temor.
Pero el ángel les dijo:
-No temáis, porque he aquí os doy buenas nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor.
Y esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
Aconteció que, cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se decían unos a otros: -Pasemos ahora mismo hasta Belén y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha dado a conocer.
Fueron de prisa y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
Al verle, dieron a conocer lo que les había sido dicho acerca de este niño.
Todos los que oyeron se maravillaron de lo que los pastores les dijeron; pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Los pastores se volvieron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, tal como les había sido dicho.
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