SAN PEDRO DEL MONTE
Uno de los más importantes que se encuentran en la comarca, zona conocida como Tebaida Berciana
Fue fundado hacia el año 6352 por San Fructuoso con la ayuda de su joven discípulo y albañil Baldario.
San Fructuoso buscaba de nuevo la soledad tras la fundación del Monasterio de Compludo y se internó en los valles situados entre los montes Aquilanos edificando un pequeño oratorio dedicado a San Pedro Apóstol frente al antiguo Castro Rupianensi o ( Castro Rupianense), es por esto que al monasterio de San Pedro de Montes se le llama también Monasterio Rupiano o Rupianensi, en las estribaciones del pico de la Aquiana (o Guiana), en el lugar que actualmente ocupa la iglesia de San Pedro de Montes.
Junto a este primer oratorio fundó el primigenio cenobio.
Tras la muerte de San Fructuoso sus discípulos continuaron con la vida monacal hasta la llegada de San Valerio, buscando como San Fructuoso la soledad y los pasos de este procedente igualmente del Monasterio de Compludo. Primeramente tuvo graves enfrentamientos con los monjes que allí habitaban, pero tras la interposición real, que lo convirtió en abad lo aceptaron.
Junto con su sobrino Juan amplió el cenobio y sus alrededores, plantando unas magníficas huertas y jardines.
Un discípulo suyo, Saturnino, edificó sobre la roca donde solía orar San Fructuoso, marcada con una cruz, una pequeña ermita en honor de la Santa Cruz y de San Pantaleón.
Probablemente de esta primitiva ermita procedan los restos visigodos que se encontraban hasta hace poco en el frontal de la ermita de la Santa Cruz en San Pedro de Montes junto con otros restos prerrománicos, entre ellos la lápida fundacional de la ermita que corresponden al año 905.
Esta ermita fue edificada a principios del XVIII a pocos metros de donde estaba situada la anterior y probablemente la primitiva edificada por Saturnino.
Estado de la ermita después de un robo
Bajo la dirección de San Valerio se dio un gran impulso a la vida monástica, alcanzándose una gran actividad literaria, en parte por las obras por él manuscritas.
A principios del nuevo siglo, en el año 714, las razzias musulmanas invaden El Bierzo, destruyendo muchos de los monasterios, entre ellos el monasterio Rupiano.
De esta época nada se conserva salvo, tal vez, un capitel o imposta usado actualmente como pila de agua bendita en la Iglesia del Monasterio y parte de los restos que se conservaban en el frontispicio de la Ermita de la Santa Cruz.
Hacia el año 895, San Genadio y doce discípulos que le acompañaban, llegaron, procedentes del Monasterio Ageo (situado, probablemente, en Ayoó de Vidriales, Provincia de Zamora, Diócesis de Astorga), se encontraron que poco quedaba del monasterio rupianense, salvo ruinas y maleza.
A principios del 896 ya habían conseguido realizar una primera restauración que les permitió instalarse.
El 24 de octubre del año 919 se consagra a San Pedro la Iglesia del Monasterio reedificado, actuando en su consagración cuatro obispos: el propio San Genadio, de Astorga; Sabarico, de Dumio; Frunimio, de León; y Dulcidio, de Salamanca.
Junto a la antigua entrada del claustro se conserva una lápida grabada en caracteres semi mozárabes relatando esta consagración y la historia del edificio en breves apuntes (se duda si esta lápida es coétanea a la consagración o posterior, no más allá del siglo XI).
De esta época sólo se conservan las columnillas de las ventanas del campanario, aunque esta datación es muy discu
Los siglos del XI- XIII, son años de auge.
Son épocas de crisis desde mediado del XIII hasta XVI
A finales del XVI se completa la huerta monástica y poco a poco se va amplando y enriqueciendo hasta la desamortización.
En la desamortización de Mendizabal en 1835 supuso la exclaustración, haciéndose con gran parte de las propiedades y rentas del Monasterio la familia Valdés, encabezada por Antonio Agapito Valdés Barrio, político, prestamista y rentista
En 1846 (o en 1842 según otras fuentes) un incendio acabó con casi todo el Monasterio, dejándolo en un estado de ruina similar al que se puede contemplar hoy en día.
En 1859, el párroco Juan Silvestre Merayo (ex monje) construye la casa rectoral sobre la portería, camarín y sacristía.
Cocina y chimenea
Salvo la iglesia, del resto del Monasterio solo quedan ruinas
. Durante décadas su abandono fue total, utilizándose las dependencias monacales como huerto y sufriendo diversos expolios.
claustro de los arcos
Iglesia del Monasterio
Es de estilo románico y es la parroquia del lugar
Campanario
Interior
Ermita de la Santa Cruz
De estilo visigodo
Entre los eremitas y anacoretas que eligieron en el siglo VII las agrestes tierras del Valle del Silencio como lugar de retiro y oración se encontraba cierto Saturnino, discípulo suyo, que procedente de lejanas tierras, habría edificado en Montes de Valdueza, en uno de los rincones en los que se retiraba el mismísimo San Fructuoso -junto a una cruz de madera-, un pequeño oratorio dedicado a la Santa Cruz, San Pantaleón y otros mártires.
El modesto santuario, consagrado por el obispo de Astorga, Aurelio, se erigió encaramado sobre la roca, al pie del precipicio que se abría sobre el valle del río Oza. Posteriormente el propio anacoreta le añadió un pequeña celda para vivienda suya.
Tras la muerte de Valerio, hacia 695, la historia de nuestra ermita se desvanece por completo, engullida por los confusos acontecimientos relacionados con la invasión musulmana y unos decenios posteriores de total opacidad documental.
Casi dos siglos después, Genadio, emulando al creador de la Tebaida Leonesa y gran patriarca del monacato berciano, recuperó la vida monástica en aquellos valles y restauró algunas de las viejas fundaciones visigodas.
Se levanta de nuevo así, a finales del siglo IX, el antigo monasterio "Rufianense", conocido a partir de ahora como San Pedro de Montes, que habría de alcanzar una gran expansión y notoriedad a lo largo de la Edad Media.
Es en este mismo momento, o quizás muy poco después, cuando se devuelve a la vida la inmediata ermita de Santa Cruz, como constaba por un epígrafe fechado en 905 que hacía referencia a su dedicación múltiple.
Nuestra humilde ermita debió derribarse y rehacerse de nuevo en varias ocasiones a lo largo de su azarosa historia, modificando incluso ligeramente su ubicación original.
En 1609 parece que aún perseveraba parte de su antigua disposición que alcanzo a ver Sandoval: "fundada sobre un risco que cae dos tiros de arcabuz de San Pedro, sobre el río Oza ... como parece en una piedra que está en la pequeña lumbrera que tiene encima del altar, que está con letras bien formadas romanas"1, y la copia errando en la fecha.
Una de las últimas intervenciones documentada, que debió otorgarle además su actual aspecto, se fecha en 1723. Su fábrica fue reconstruida más abajo de la anterior y junto al camino.
El edificio, tal y como hoy se presenta al visitante, tiene más de arquitectura popular que de monumentalidad religiosa. Se trata de un edifico de planta rectangular construido con grosera mampostería de lajas negruzcas y una cubierta de pizarra a dos aguas.
En su interior un pequeño retablo con una cabeza de serpiente pretende recordar la leyenda de aquel gigantesco reptil que aterrorizaba estos valles y que fue vencido por la intervención de San Fructuoso.
En su fachada principal, por encima del cargadero que protege la única puerta de acceso, fueron recolocadas un total de cinco piezas altomedievales de procedencia topográfica incierta, pero que perpetuaban la memoria de un lugar de culto de orígenes visigodos.
A la inscripción dedicatoria ya mencionada, se unían un bajo relieve de 280 x 280 mm. con la cruz griega asturleonesa flanqueada por el Alpha y la Omega, dos pilastrillas de caliza blanca, trozos de impostas o frisos de un posible cancel visigodo con decoración geométrica a base de círculos intersecados enlazados con cuadrados inscritos y tallos, a biseles, y restos de una ventana ajimezada, en concreto un dintel monolítico de 420 mm. de largo decorado por con dos arquillos incompletos, rebordeados y enmarcados por un alfiz, en cuya parte superior exhibía una inscripción alusiva a la Santa Cruz: "AECE SANCTE CRUCIS", que signficaría "Ecce (signum) sanctae crucis". Hübner transcribe "AEC[CLESI]E S[AN]C[T]E CRUCIS, y lo mismo leyó Quadrado.
La estampa que ha venido ofreciendo nuestra ermita hasta ahora cambió radicalmente en la tarde del pasado domingo 4 de marzo de 2007.
El epígrafe dedicatorio del siglo X (no es visigodo como se incide reiteradamente en los medios de comunicación) ha desaparecido, coincidiendo curiosamente con el anuncio de que esta pieza había sido seleccionada para la exposición "Las Edades del Hombre", a celebrar en Ponferrada durante el presente año.
La pieza desaparecida era un pequeño tablero rectangular de granito (410 x 180 x 70 mm.), que hacía las veces de una de las jambas de la improvisada ventana ciega, creada a partir de los aludidos disecta membra altomedievales. En su origen pudo haber desempeñado las funciones de minúscula mesa de altar. El campo epigráfico aparecía rehundido y rebordeado por una gruesa moldura rectangular. El texto, resueltas las abreviaturas, se distribuía en siete líneas: "IN HONO/RE SANCTE CRU/CIS, SANCTE MA/RIE, SANCTI IOHANNIS / BAPTISTE, SANCTI IA/COBI, SANCTI MATEI, / SANCTI CLEMENTIS". En el canto derecho, el único visible al espectador, se añadía la data: ERA DCCCCXIII KALS DCBS.
Fuentes:
bierzoprerromanico.blogspot
,con
No hay comentarios:
Publicar un comentario