En la mitad de la nave central se encuentran dos rampas por las cuales se baja a la cripta donde se custodia el cuerpo de San Francisco.
Este lugar, el más pobre en cuanto a obras de arte, es el corazón de la basílica. En mayo de 1230 la cripta o Basílica inferior, de estilo románico, ya estaba terminada, de modo que fray Elías pudo trasladar desde la iglesia de San Jorge el sarcófago de piedra protegido por una jaula de hierro con los restos de San Francisco, para depositarlo debajo del altar mayor, con todo tipo de precauciones para evitar que los robaran.
El 25 de mayo de 1230 se llevó a cabo el traslado del cuerpo de san Francisco
Fue una solemne traslación procesional, a la cual asistió todo el pueblo de Asís y sus alrededores, varios prelados, caballeros armados y todos los ministros provinciales de la Orden, reunidos en Capítulo general por aquel entonces en Asís.
La urna con los restos de san Francisco era conducida sobre un carro tirado por bueyes.
Los relatos sobre los acontecimientos dramáticos ocurridos antes de entrar a la basílica aparecen cargados de un subjetivismo tal, que no nos permiten formarnos una idea clara de lo sucedido.
Según ellos, fray Elías provocó un tumulto para justificar la entrada precipitada del cuerpo del santo, cerrar fuertemente las puertas y proceder clandestinamente a esconder la urna, acompañado de unos pocos ayudantes.
Los restos de san Francisco fue colocado debajo del altar mayor, en un lugar no accesible al público, pero probablemente visible a través de una «ventanita de la confesión», y así permaneció durante algún tiempo.
Se afirma que poco después se construyó un corredor secreto que partía del coro y llegaba hasta la tumba.
Este corredor permaneció abierto hasta el año 1442, cuando fue tapado por orden pontificia.
El conocimiento del lugar exacto muy pronto fue olvidado y la imaginación dio paso a varias leyendas pías y fantásticas sobre el lugar y la forma como se encontraba el cuerpo de san Francisco.
Durante 600 años nadie pudo ver ni tocar el cuerpo del santo.
El papa Pío VII firmó en 1820 un breve en el cual declaraba que el cuerpo correspondía al de san Francisco.
Para hacerla accesible a todos los peregrinos y devotos del santo, el arquitecto asisano Antonio Brizzi proyectó una nueva cripta en torno a ella, pero se vio forzado a realizarla según el proyecto neoclásico del arquitecto pontificio.
Un estilo que desentonaba con el resto de la construcción, de modo que en 1930, al calor de las celebraciones del VII Centenario de la muerte de San Francisco (1926), se decidió sustituida por la cripta actual, algo más amplia y de estilo neorrománico, obra del arquitecto perusino Hugo Ta
Este arquitecto logró crear un ambiente recogido y sereno, el más apto para la oración de toda la basílica, recuperando quizás la idea inicial de la basílica inferior.
Su estilo, que se puede calificar de neo-románico, se adecua mucho mejor a la pobreza y simplicidad de Francisco.
La celda funeraria construida por fray Elías se puede ver ahora formando parte de un grueso pilar que sostiene el altar mayor de la Basílica Inferior.
Una ventana abierta en la parte delantera permite ver en su interior el sarcófago con las rejas de hierro, tal como fue depositado allí por fray Elías hace casi ocho siglos.
Dentro hay una urna metálica dorada del 1818, que contiene otra más moderna, transparente, del 1978, que ha sido la segunda y última vez que se efectuó un reconocimiento de los restos de San Francisco.
En las cuatro esquinas de la tumba hay unos nichos con los restos de cuatro compañeros del Santo: fray León, fray Rufino, fray Ángel de Rieti y fray Maseo de Marignano. Otros cinco, entre ellos Bernardo de Quintavalle y fray Silvestre, están sepultados en el brazo lateral derecho de la Basílica inferior.
En la entrada de la cripta, junto a la escalera que conduce desde la basílica hacia la misma, Al frente de la tumba, donde confluyen las escaleras de acceso, se encuentran los restos de Jacoba de Settesoli
Ningún sitio mejor que éste para conservar los restos de la fiel amiga de Francisco.
Señora de la nobleza de Roma, que fue una de las amigas y benefactoras más fieles de Francisco y estuvo a su lado en la Porciúncula en el momento de su muerte.
El 17 de enero de 1978 el papa Pablo VI autorizó con un breve apostólico un nuevo reconocimiento del cuerpo de san Francisco.
Siete días después se procedió a la apertura de la urna delante de una comisión oficial compuesta por peritos y autoridades.
Después de un minucioso trabajo de reconocimiento, descripción y limpieza de los huesos encontrados, fueron colocados en una urna de plexiglás al vacío y con azoto, a fin de impedir el desarrollo de gérmenes y propiciar el equilibrio barométrico interno en relación con el ambiente externo.
El 4 de marzo de ese mismo año, una vez concluidos los trabajos y después de algunos días de veneración, los sagrados restos fueron nuevamente encerrados en el sarcófago y protegidos con un moderno sistema de seguridad.
Fuente: la www.franciscanos.org
Fotos de internet
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