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jueves, 5 de octubre de 2017

ORDEN DE LA TRAPA

La Orden Cisterciense de la Estricta Observancia (O.C.S.O. por su nombre oficial, en latín, Ordo Cisterciensis Strictioris Observantiae), conocida como Orden de la Trapa, es una orden monástica católica, cuyos miembros son popularmente conocidos como trapenses.

 Tienen como regla la de San Benito, la cual aspiran seguir sin lenitivos. Nacen como una ramificación de la Orden del Císter, que a su vez se originó de la Orden de San Benito.

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La orden se fundó en la abadía de la Trapa, ubicado en Orne, Baja Normandía (Francia), donde su abad, Armand Jean Le Bouthillier de Rancé,

Armand Bouthillier Rance.jpg

 encabezó en 1664 una reforma de la Orden del Císter a la que pertenecía el monasterio, renunciando a todas las dispensas autorizadas por la Santa Sede y retornando a la primitiva observancia y regla del patriarca San Benito, evitando la relajación que consideraba se estaba produciendo en algunos monasterios cistercienses.

LA ORDEN EN ESPAÑA

Esta reforma hecha por Armando perseveró hasta 1791 en Francia. Pero a los monjes de la Trapa se les impuso abandonar su vida monástica debido a los acontecimientos revolucionarios franceses.

 El padre don Agustín tranquilizó a los monjes y se ofreció para practicar todas las diligencias necesarias para conseguir un nuevo monasterio. Pasó al cantón de Friburgo, en Suiza, para solicitar del senado el permiso de un establecimiento religioso en su territorio.


 Lo obtuvo en una pequeña cartuja abandonada trece años antes, situada en montes casi inaccesibles y nieves perpetuas, con destino a la nueva colonia cisterciense para que la disfrutasen con todos los privilegios que gozaron en Trapa.

 Salieron algunos monjes para Suiza en mayo de 1791 y llegaron a Friburgo, donde fueron recibidos por el obispo después de penoso viaje y se dirigieron al Valle Santa. Los sesenta y cuatro que se quedaron, pensando que las cosas iban a calmarse, vieron sin embargo cómo su monasterio era vendido a unos mercaderes de hierro y convertido en un fragua para el hierro y otros menesteres industriales.

 Los monjes fueron echados de malas maneras del lugar. Estos monjes se dirigieron a Friburgo confiados en que sus hermanos les dieran asilo. Y así ocurrió y aunque pobres y con falta de sitio para acogerlos y sustentarlos, el rector del monasterio les abrió las puertas.

Pero viendo imposible acogerlos por mucho tiempo, determinó enviar dos monjes comisionados a España para suplicar al rey Carlos IV de España la gracia especial de un trozo de tierra en algún yermo de su dilatado imperio donde fijar su morada y procurarse la subsistencia.


El padre Gerásimo y el padre Juan fueron los dos monjes comisionados que partieron de Valle Santa para España en el mes de marzo de 1793, en ruta hacia Madrid, pasando por Lucerna, y luego pasando por el monte San Gotardo, donde casi pierden la vida por el frío y donde fueron socorridos por unos capuchinos que tenían un hospicio en la cumbre de la montaña.

De allí fueron a Génova y en barco llegaron a Barcelona y se hospedaron en el convento de Santes Creus.
Santes Creus conjunto.jpg

 Después se dirigieron a un monasterio de Zaragoza llamado de Santa Fe, para llegar definitivamente a Madrid e instalarse en el monasterio de Santa Ana.


En Madrid se colocaron bajo la protección del duque de Híjar, por el cual presentaron al rey un memorial solicitando un terreno para vivir en él. El rey accedió a sus ruegos y acordó darles la granja llamada de Santa Inés en Murcia.

El abad de Valle Santa, enterado de las buenas gestiones, envió para España desde Suiza diez religiosos para la fundación española el 2 de febrero de 1794.

Pero como la granja había pertenecido a los jesuitas y era de gran valor, los monjes negociadores dejaron en suspenso la concesión y los monjes llegados a Suiza que se habían instalado en Reus con los padres franciscanos fijaron su residencia en una ermita llamada «La Misericordia», a poca distancia de Reus, al enterarse del suspenso de la concesión.


Posteriormente se trasladaron al monasterio de Poblet, donde fueron acogidos por el vicario general del monasterio, a quien entregaron las reliquias que habían traído de Suiza.





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