En varias religiones se encuentran formas de vida monásticas, aunque sus características varían enormemente, entre ellas: hinduismo, budismo, Jainismo, taoísmo, shintoismo, cristianismo, etc.1 Al miembro de una comunidad que lleva una vida monástica se lo denomina monje o monja. Se rigen por las reglas características de la orden religiosa a la que pertenecen y llevan una vida de oración y contemplación.
Algunos viven como ermitaños y otros en comunidad, a la que se llama monasterio.
Literalmente el acto de “vivir solo” (griego monos, monazein, monachos), ha llegado a denotar el modo de vida que llevan las personas que viven en aislamiento del mundo, bajo votos religiosos y sujetos a una regla fija, como monjes, frailes, monjas o como religiosos en general. La idea básica del monacato en todas sus variedades es la reclusión o la retirada del mundo o la sociedad. El objeto de esto es lograr una vida cuyo ideal es diferente de y en gran medida en desacuerdo con la perseguida por la mayoría de la humanidad; y el método adoptado, no importa cuáles sean sus detalles precisos, es siempre la abnegación o el ascetismo organizado.
LOS MONJES
La palabra monje, del griego moñacos, y significa solitario.
Termino que también hace referencia a las mujeres.
Designa desde el siglo IV a los que, siguiendo los consejos de perfección que Cristo había dado en su Evangelio, abandonaban las ciudades para establecerse en lugares desiertos y entregarse a la contemplación de Dios y a la práctica de las virtudes cristianas.
Ejemplares insignes de monjes fueron san Pablo, primer ermitaño,
y san Pacomio, que dio las primeras reglas.
Sus numerosos discípulos poblaron los desiertos de la Tebaida en Egipto. Estos solitarios pronto mostraron tendencia a reunirse en edificios llamados monasterios donde, sin abandonar su vida de retiro y meditación, ejecutaban en común las comidas y la oración.
El ejemplo se propagó por Occidente, y se fundaron monasterios en Francia, España, África e Irlanda. Mas faltaba unidad entre sus reglas. Unas eran excesivamente rigoristas, otras eran susceptibles de varias interpretaciones.
Viven de acuerdo a unas normas o reglas, y visten según la ordén-
Al entrar en la comunidad, después de un periodo de adaptación, noviciado, se hacen votos de:
- obediencia a sus superiores
- pobreza
- castidad.
Todo los que debían hacer durante el día lo tenían regulado en las horas. rezar, trabajar, descansar, comida y dormir.
Cada día a la misma hora debían hacer las mismas cosas
Las horas canónicas eran las siguientes:
Maitines: medianoche
Laudes: aproximadamente sobre las 3:00
Prima: hora en la que sale el sol (sobre las 6:00 de la mañana)
Tercia: tercera hora después de salir el sol (las 9:00)
Sexta: mediodía (a las 12:00)
Nona: sobre las 15:00
Vísperas: tras la puesta de sol (habitualmente sobre las 18:00)
Completas: antes del descanso nocturno (a las 21:00)
En todas esas horas, tras un repique de campanas, los monjes acudían a la iglesia del monasterio para rezar. Este rezo dependía de la hora, del día de la semana (no es lo mismo un martes que un domingo) y de la época del año (Semana Santa, Navidad, cuaresma, etc.).
Así que, como puedes ver, los monjes estaban todo el día rezando. Y lo más importante es que se rezaba siempre cantando.
Entre los ttrabajos, los monjes deben realizar durante una serie de horas al día trabajos manuales:
- campo
Los monasterios se convirtieron en centros eficaces de desarrollo agrícola. Desarrollaron técnicas de agricultura y regadío , transformando extensas zonas en tierras cultivables y, al mismo tiempo, consiguieron paliar el hambre de muchas familias.
Revolucionaron la agricultura al introducir nuevos mecanismos : el arado de rejas y cuchillas, fundamental para los suelos más duros; el yugo múltiple entre varios bueyes que permitió transportar más peso y también contribuyó a poder moler cualquier tipo de grano.
- bodega
- cocina
- costuras
-manualidades,
- copiar libros
Se les llama copistas, es la palabra que designa a una persona que reproduce libros a mano.
De ahí su sinónimo, amanuense.
Destaca su labor en la difusión del libro hasta la aparición de la imprenta de tipos móviles en el mundo occidental, a mediados del siglo XV.
Un copista experimentado era capaz de escribir de dos a tres folios por día. Escribir un manuscrito completo ocupaba varios meses de trabajo.
Esto solo en lo que se refiere a la escritura del libro, que posteriormente habían de ilustrar los iluminadores,
o encargados de dibujar las miniaturas e iniciales miniadas (de minium, en latín, sustancia que producía el color rojo de la tinta, el más habitual en estas ilustraciones), en los espacios en blanco que dejaba.
Los utensilios más habituales que utilizaba el copista eran: penna (la pluma o péñola), rasorium o cultellum (raspador) y
Acostumbraban a escribir o aislado en su celda (el caso de los monjes cartujos y de los cistercienses) o en el scriptorium (escritorio), que era una dependencia común del monasterio acondicionada para tal fin, allí trabajaban muchos monjes a la vez.
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