YA ES SEMANA SANTA

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viernes, 17 de marzo de 2023

TERCER DOMINGO DE CUARESMA

SÁBADO
“ El que se humilla será enaltecido ”



En el Evangelio de hoy, Jesús nos entrega la parábola del fariseo y del publicano para contraponer dos modelos de vida cristiana: la del fariseo que, con arrogancia, piensa obtener la salvación con su propio esfuerzo, y la del publicano que reconoce su condición de pecador y pide la conversión.


según san Lucas 18, 9-14 

En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás: 
«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano.

 El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “Oh, Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. 

¡Qué seguro de sí mismo estaba este fariseo! Todo lo que decía era cierto, su cumplimiento era intachable. Pero así, tan satisfecho y seguro de sí mismo, contemplando con desprecio a los demás, no tenía lugar para percibir el amor de Dios en su vida.

El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “Oh, Dios!, ten compasión de este pecador”. 

En cambio, el publicano pecador sabía que lo único que podía hacer era entregar su vida en manos de Dios, porque el que no tiene nada, puede reconocer que el Dios de Jesús es su último asidero: «Señor ten misericordia de mí que soy un pecador».

Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

En esa humildad, arrepentimiento y deseo de conversión, Dios encuentra la tierra fértil donde derrochar su amor.

Si el fariseo se presentaba ante Dios “con los puños cerrados” exigiéndole todo lo que le debía, el publicano se situaba ante Dios “con las manos abiertas” dispuesto a recibir de Dios su perdón.¿Y  nosotros que somos?


Con este texto y en este caminar cuaresmal hoy estamos llamados a convertirnos profundamente, a reconciliarnos, a mirar al otro en su dignidad y a reconocer humildes que todo es Gracia.

VIERNES
“ Amarás a tu prójimo como a ti mismo ”



según san Marcos 12, 28b-34 

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?».
Un escriba pregunta a Jesús por el mandamiento principal. Esto no nos debe extrañar porque, en tiempo de Jesús, había más de 600 mandamientos que se debían cumplir. Un fardo demasiado pesado sobre los hombros de los hombres. Y Jesús lo aligera al resumirlos todos en dos. Y con eso ya les hace un gran favor. Pero no está ahí lo original de Jesús.

Estos dos mandamientos, el del amor a Dios y al hombre, en el A.T estaban separados, incluso en libros distintos. El del amor a Dios está en el libro del Deuteronomio 6,4-5) Es el famoso Semá: “Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. El otro está en el Levítico 19,18”Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Estos dos mandamientos no sólo estaban separados en los libros, sino en la vida. Uno podía amar al próximo, al que estaba cerca, pero no estaba obligado a amar los de fuera, a los extranjeros

 Respondió Jesús: «El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. 
El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos». 
La genialidad de Jesús está en juntarlos. Ya no se podrá decir que uno ama a Dios si no ama al hombre. Son como dos vasos comunicantes: ¿Crece el amor a Dios? Crece también el amor al hermano. Y al contrario. Lo más maravilloso de todo es que Jesús cumplió los dos mandamientos sin estridencias, como la cosa más normal. Por eso, antes de morir, como su mejor testamento, nos dijo: “Esto os mando: que os améis unos a otros como Yo os he amado”.

El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».

Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios». Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.






JUEVES





Dios es comunión, diálogo, apertura. Y nosotros estamos hechos a imagen de ese Dios. Por eso necesitamos comunicarnos con los demás. Al demonio que más debemos temer es al demonio “mudo” al que rompe nuestro diálogo, nuestra comunicación.

según san Lucas (11,14-23):

 EN aquel tiempo, estaba Jesús echando un demonio que era mudo. Sucedió que, apenas salió el demonio, empezó a hablar el mudo. 
La multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron: «Por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios, echa los demonios». Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo.

La polémica se centra sobre el origen del poder de Jesús. La cerrazón de algunas personas era tan fuerte que atribuían al demonio las obras buenas que Jesús hacía. En eso consistía su pecado: no reconocer todo lo bueno que Dios estaba obrando.

 Él, conociendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y cae casa sobre casa. Si, pues, también Satanás se ha dividido contra sí mismo, ¿cómo se mantendrá su reino? 
Y en lugar de eso, pedían señales extraordinarias.
A todos esos sordos que no se quieren enterar, Jesús les habla claro de que las curaciones de endemoniados son el signo de que el reino de Dios «ha llegado a vosotros»

Pues vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú. Pero, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? 

Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros. 

Y de que en la batalla contra el Mal, no hay más que dos bandos: aliados o enemigos. El que no escucha, grita en contra. El que no anuncia, da la callada por respuesta. «El que no recoge conmigo desparrama»


Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros, pero, cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín. El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama».

Hoy abramos los ojos y los oídos porque Dios está obrando y hablando para llegar a nuestro corazón.

Y tú, ¿recoges o desparramas?

 MIÉRCOLES

“ No he venido a abolir, sino a dar plenitud ”



Dios es amor. Dios no puede dar leyes que vayan en contra del amor o no sirvan para fomentar el amor. Llevar la ley a plenitud significa que todas las normas, por pequeñas que sean, si son vehículo del amor, me realizan, me plenifican. Pero las leyes que no fomentan ese amor no sirven.

según san Mateo 5, 17-19 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. 


En el Evangelio de hoy nos encontramos la relación de Ntro. Señor con la ley. “No he venido a abolir, sino a dar plenitud”. Plenitud, deseo que en el fondo de todo ser humano se encuentra, nadie quiere vivir a medias, todos aspiramos a los bienes más grandes. Sin embargo, la plenitud de la ley de Dios se da desde lo alto de la cruz y desde el misterio de la encarnación

En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. 

. La fuerza de Dios se muestra en la entrega, en la pequeñez, en la debilidad, en la humildad y el más grande, el amor; no hay mandamientos pequeños, lo importante el amor que se pone, continuamente el Señor les dice a sus discípulos: “Permaneced en mi amor”,
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. 
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».


No nos conformemos con llegar a ser buenos, la invitación que nos hace el Señor es mayor, quedarse en la norma puede esclavizar, sin embargo cuando uno descubre que, “quién me ama cumple mis mandamientos”, entonces, se busca la voluntad de Dios, lo que le agrada, en definitiva lo que nos hace bien, entonces no nos quedamos en lo externo, que nos puede esclavizar, sino que más bien, deseamos el encuentro con quien nos ama y queremos hacer lo que a Él le agrada, la clave ya no es porque está mandado, no es una imposición, es más bien una respuesta de amor. Y como cambia, ya no es por estar mandado, sino como respuesta de amor. “El que me ama permanece en mí y yo en el”, -dice el Señor-.

MARTES

“ Si mi hermano me ofende, ¿Cuántas veces le tengo que perdonar? ”

Setenta veces siete es lo mismo que siempre. Y siempre es siempre. La misericordia de Dios es infinita, un caudal de amor misericordioso inagotable que se derrama a través de la gracia sobre nosotros, criaturas


según san Mateo 18, 21-35
 En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?».

Que nosotros, agradecidos, a su vez devolvamos una parte ínfima de esa torrentera de misericordia hacia nuestros hermanos es señal de que hemos entendido el mensaje de perdonar las ofensas del prójimo siempre.

 Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

 Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. 
El criado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”. Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. 
el Rey perdona al siervo la increíble cantidad de diez mil talentos,

Pero al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo: “Págame lo que me debes”. 

El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré”. Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. 
El a su vez es incapaz de perdonar a su compañero que le debía tan sólo cien denarios, que era cantidad ínfima comparada con la que a él le perdonaron.

Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. 
Entonces el señor lo llamó y le dijo: “¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”. 

Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. 
Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».
De esta manera Jesús muestra que la misericordia de Dios no tiene límites, pero que así como Él nos perdona nosotros también debemos perdonar.

¿cuántas veces disculpaste a tu hermano, ese al que todos han decidido dar de lado porque lo catalogan de persona tóxica? Recuerda el número: setenta veces siete es siempre.

LUNES


“ Ningún profeta es bien recibido en su tierra ”



Hoy San Lucas nos trae un breve texto que hace referencia a la visita de Jesús a Nazaret, visita que termina en un “fracaso” debido a la testarudez y dureza de corazón de sus compatriotas.

según san Lucas 4, 24-30 

Habiendo llegado Jesús a Nazaret, le dijo al pueblo en la sinagoga: «En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. 


Elías y Eliseo dos profetas del Antiguo Testamento (Maestro y discípulo) que también sufrieron rechazo; debido a esa situación de rechazo ellos se dirigieron a anunciar y mostrar la misericordia de Dios a los paganos,

Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. 

La viuda de Sarepta (Sidón) y el general Naamán (Siria), estas dos personas son la prueba de que el amor de Dios no tiene barreras de ningún tipo.

Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naámán, el sirio». 

El Maestro nazareno les advierte a los judíos que si ellos persisten en rechazarlo su misión se va a extender a todos los rincones del mundo y ellos quedarán fuera. Los asistentes de la sinagoga al comprender el mensaje se enfurecen y atacan a Jesús.

Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo. 
Pero Lucas nos dice que, simplemente Jesús pasó entre ellos y siguió su camino, de esta manera el evangelista indica que nada se puede interponer en el camino y en la misión del Señor, anunciando así, incluso su triunfo sobre la muerte en su Pascua.


Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.


Señor, cómo te tiene que doler el verte rechazado por los tuyos y en tu misma patria. Tu que eres tan respetuoso con nuestras libertades, cuando llamas a nuestras puertas solo entras si te abrimos voluntariamente.

 Dame un corazón abierto para aceptar las opiniones de los demás y, sobre todo, un respeto a los que opinan de un modo distinto que el mío.

DOMINO


“ Señor, dame esa agua: así no tendré más sed 

según san Juan 4, 5-42 

En aquel tiempo, llegó Jesús a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta. 

Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber». Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. 

Es la sed, la que reúne junto al pozo, a Jesús y la mujer Samaritana, es el cansancio y la sed, con la que el Señor Jesús se hace el encontradizo: “dame de beber”, rompiendo así con la norma social, de no hablar con una mujer a solas en la calle. La mujer sorprendida le responde: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?”

La samaritana le dice: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» (porque los judíos no se tratan con los samaritanos). Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “dame de beber”, le pedirías tú, y él te daría agua viva». 

La mujer le dice: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?». 

No importa que seas mujer. No importa que seas samaritana y no te hables con los judíos. No importa que tengas otra religión. Tú le importas a Dios. Dios te ama y tú eres hija suya. Hoy puede ser para ti un gran día. Créetelo. Deja el agua de este pozo que no calma tu sed. Tengo para ti un manantial que nunca se agota. Bebe siempre de esta agua.

Jesús le contestó: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna». 

Lo que caracteriza a todo hombre y a toda mujer es la sed. Todos tenemos sed: sed de bienestar, de salud, de cariño. En definitiva, sed de felicidad. Lo peor es que, a veces, erramos el camino.

La mujer le dice: «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla». Él le dice: «Anda, llama a tu marido y vuelve». La mujer le contesta: «No tengo marido». Jesús le dice: «Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. 

En eso has dicho la verdad». La mujer le dice: «Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén». Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. 

Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad». La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo». 

Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo». En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?». 

La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: «Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será este el Mesías?». Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él. Mientras tanto sus discípulos le insistían: «Maestro, come». Él les dijo: «Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis». 

Ella es feliz, pero no quiere guardar su felicidad en su corazón, sino llevarla a su pueblo. Ella ha experimentado quien es Jesús y lleva este mensaje a sus paisanos. Ellos mismos se van a convencer de que la mujer les ha dicho la verdad. El apóstol nace de un encuentro al vivo con Jesús. La Samaritana no les dice: Venid a escuchar sino venid a ver, a experimentar.

Los discípulos comentaban entre ellos: «¿Le habrá traído alguien de comer?». Jesús les dice: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? 

Yo os digo esto: levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis trabajado. Otros trabajaron y vosotros entrasteis en el fruto de sus trabajos». 

En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho». Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo».


el Señor, nos hace caminar en la verdad de la vida y en descubrir que el verdadero culto a Dios se entabla en el corazón del hombre.
 Eso es lo que ha hecho con la samaritana, enseñarle a vivir su vida desde el interior, a caminar en la verdad y desde lo más profundo de su ser a alabar a Dios, a reconocerlo presente en su vida y a anunciarlo a los demás. Esta dicha, este encuentro con la vida hay que anunciarlo, hay que compartirlo con todos los que nos rodean.

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