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lunes, 6 de marzo de 2023

EL BUEN SAMARITANO DE VAN GOGH

 CUADRO DE LA PARABOLA

Vain Gigh, pintor holandes que no tiene mucha pintura religiosa, esta pintura es una de las obras que realiza Vincent Van Gogh en los últimos meses de su vida,



Los momentos de crisis y las situaciones depresivas fueron constantes en la vida del pintor que, ya en 1873 sufrirá una fuerte crisis. Vivirá un tiempo en Londres, dedicando un gran interés a la lectura de libros religiosos; cuando en 1875 se traslada a París, la Biblia se convierte en su incondicional compañera. Junto a su creciente afición a la pintura, Vincent siente vocación religiosa y tratará de ser predicador seglar pero no le consideran apto. Tras este nuevo desengaño tratará de seguir la vocación a su manera y marchará a vivir un tiempo con los mineros, cuyas condiciones de vida le conmoverían profundamente.

El cuadro, copiado de una litografía de Delacroix, 




tiene como tema la parábola evangélica del Buen Samaritano narrada por San Lucas y en la que Jesús nos recuerda ese primer mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios con todo su corazón, con toda su alma, con todas sus fuerzas y con todo tu espíritu; y al prójimo como a ti mismo”.

Cuando Van Gogh realiza este cuadro acaba de recuperarse de la que sería la última recaída de su vida, aunque se encontraba aún agotado por la enfermedad. El hombre de la pintura, caído a la vera del camino, malherido, maltratado por la vida e indefenso, es, sin duda, el mismo pintor.


Es notable la capacidad de Van Gogh para revelar sus emociones a través de la pintura. Él, que se había entregado tanto a los demás durante su período de predicador, ahora se encuentra sólo y abandonado. Parece como si sintiera compasión de sí mismo.




La obra presenta dos planos: en el plano principal está la esencia de la obra, el mensaje que se quiere transmitir a través de esos dos personajes, el samaritano y la persona desvalida, indefensa; y, en el plano secundario se puede ver a los otros dos personajes que intervienen en esta historia, acompañados de una cantidad de simbolismos abundantes, como son: el camino, las montañas, la luz, el cofre abierto… cada uno de los cuales nos transmite una gran cantidad de sensaciones.


El hombre atacado por los ladrones presenta en su rostro la expresión del dolor por el trato recibido, tanto por el sacerdote como por el levita; más que el daño físico, transmite el dolor de su corazón por el desprecio de las personas que pasan por el camino sin hacerle caso. Sus brazos se apoyan en el samaritano como imagen del soporte incondicional que Dios ofrece a lo largo de la vida de cada individuo

La postura del samaritano nos remite a la imagen del cirineo que ayuda a Jesús a cargar con la cruz. En cada persona Dios se encuentra presente y, en muchos momentos de la vida, necesitamos de ese cirineo que nos ayude a llevar la cruz. En el caso del samaritano, ayuda a Jesús en esa persona que ha sufrido el mal causado por otros, que lleva en su cuerpo las huellas del dolor y del sufrimiento.


Por una parte el tema nos remite en cierto modo a la situación del pintor que espera, igual que el hombre herido del cuadro, ser salvado del abatimiento y de la soledad. 
Cualquiera de nosotros puede sentirse en un momento dado en las mismas condiciones penosas, esperando que venga alguien. 
 Ese alguien es Dios mísmo, Jesús, la perfecta encarnación del Buen Samaritano (o del Buen Pastor). El cuadro nos está mostrando al Señor que viene en ayuda de nuestra debilidad, dándonos el derecho a la mayor esperanza. De una manera discretísima Jesús hablaba aquí de Él mismo. 

 Pero el mensaje y el grito de Van Gogh se dirige también a cada uno de nosotros, especialmente a los creyentes. Y es la misma palabra con la que finaliza la parábola: “Anda y haz tú lo mismo”. 



Es ineludible pensar que cada hombre y cada cristiano debe ser el buen samaritano, que anda por la vida con los ojos abiertos para ver, y con los pies bien firmes para no dar un rodeo en torno a la cantidad innumerable de personas caídas al lado del camino. Sin autojustificar jamás la demora ni el rodeo.

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