YA ES SEMANA SANTA

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viernes, 18 de febrero de 2022

SEMANA SEXTA DEL TIEMPOO ORDINARIO


SÁBADO
“ Este es mi Hijo Amado: Escuchadlo ”




según san Marcos (9,2-13) 
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subió aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos. 

Notemos que Jesús se lleva a Pedro, Santiago y Juan. No porque sean sus predilectos sino porque tienen que cambiar de postura. Santiago y Juan, ante los samaritanos que no han querido recibir a Jesús, han pedido que cayera sobre ellos “fuego del cielo”. Son violentos.

Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. 
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». 

Y cuando están en el Monte quiere permanecer allí. Ya no quiere bajar. Han de subir a la montaña de Dios para cambiar de actitudes.

No sabía qué decir, pues estaban asustados. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo amado; escuchadlo». 
La oración nos hace ver las cosas de distinta manera. La oración nos permite no confundir al Mesías con uno más de los personajes famosos del antiguo testamento, aunque sean Moisés (ley) o Elías (profetas).

De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban del monte, les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. 

Tampoco subimos a la montaña de Dios para quedarnos ahí. Transfigurados por el amor, hay que bajar a pisar la tierra de los hombres, a mezclarse con los problemas de la gente. El cristiano no huye del mundo, pero sí sabe levantar este mundo hasta Dios.

Esto se les quedó grabado, y discutían qué quería decir aquello de resucitar de entre los muertos. Le preguntaron: «¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?». 
Les contestó él: «Elías vendrá primero y lo renovará todo. Ahora, ¿por qué está escrito que el Hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado?
 Os digo que Elías ya ha venido, y han hecho con él lo que han querido, como estaba escrito. acerca de él». 

 
Gracias, Señor, por este rato de oración. También yo he dicho con Pedro: ¡Qué bien se está aquí! Pero hay que bajar de la montaña a la vida, al trabajo, al esfuerzo y, en ocasiones, al sufrimiento. Que la luz de la transfiguración ilumine la silueta de la Cruz.

VIERNES

“ Quien quiera salvar su vida... ”


Hay dos maneras de orientar la vida:

según san Marcos 8, 34 – 9, 1 

En aquel tiempo, llamando a la gente y a sus discípulos, Jesús les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. 

desde el egoísmo o desde el amor. Los que viven para sí mismos, los que sólo piensan en sí mismos, los que tienen el corazón tan lleno de sí mismos que ya no cabe nadie en él, no aciertan, se equivocan, no dan en el blanco, fracasan.

Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. 

Pero los que orientan su vida hacia el amor a los demás, a la donación de sí mismos para favorecer a otros, estos aciertan.

Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero y perder su alma? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla? 

Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre entre sus santos ángeles». 

Y añadió: «En verdad os digo que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios en toda su potencia».

“La cruz es algo más grande y misterioso de lo que puede parecer a primera vista. Indudablemente, es un instrumento de tortura, de sufrimiento y derrota, pero al mismo tiempo muestra la completa transformación, la victoria definitiva sobre estos males, y esto la convierte en el símbolo más elocuente de la esperanza que el mundo haya visto jamás.

Habla a todos los que sufren -los oprimidos, los enfermos, los pobres, los marginados, las víctimas de la violencia- y les ofrece la esperanza de que Dios puede convertir su dolor en alegría, su aislamiento en comunión, su muerte en vida. Ofrece esperanza ilimitada a nuestro mundo caído.



JUEVES

“ Y vosotros ¿quién decís que soy yo? ”


En este evangelio hay que distinguir entre la opinión de la gente y la opinión de los discípulos. La gente puede opinar de Jesús lo que quiera. A Jesucristo le interesa mucho más la opinión de sus discípulos.

según san Marcos 8, 27-33 

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?».

 Ellos le contestaron: «Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas».

 Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?».

Jesús no puede ser una doctrina o una teoría. Jesús es aquel que es capaz que dar pleno sentido a nuestras vidas. Aparentemente San Pedro da una respuesta correcta: Tú eres el Mesías 

Tomando la palabra Pedro le dijo: «Tú eres el Mesías». Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto. 

 Es lo que pretende probar San Marcos desde el principio del Evangelio: “Jesús-Mesías-Hijo de Dios”. Justamente, en la mitad del Evangelio, Pedro, en nombre del grupo, afirma que Jesús es el Mesías. Y, al final, el Centurión, después de ver morir a Jesús, dirá que es “el Hijo de Dios”.

Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días». 

Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Pero él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro: 

Con todo, la respuesta de Pedro es insuficiente porque la noción que tiene del Mesías no coincide con la de Jesús. De hecho, San Pedro no acepta un Mesías que termine en una Cruz. Jesús le llega a decir a Pedro: ¡Satanás! porque le quiere desviar del camino señalado por el Padre. Tú, Pedro, ponte detrás de mí.

«¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!».

Te doy gracias, Señor, porque hoy he aprendido a valorar mi cristianismo, a ser discípulo tuyo, no de palabra, sino de verdad. Yo no puedo pedirte que me quites los sufrimientos, los malos ratos, las incomprensiones y todo lo que esta vida lleva de carga y de peso. Lo que te pido es que no me dejes solo, que me eches una mano, que me des tu gracia para que yo pueda cargar con la cruz de cada día.

MIERCOLES

“ ¿Ves algo? ”


Betsaida, la ciudad dura de corazón que no cree en los signos que advierte, es escenario de una curación en dos tiempos. Primero, Jesús en persona lo toma de la mano y lo saca de la aldea.

según san Marcos 8, 22-26 

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida. Y le trajeron a un ciego pidiéndole que lo tocase. 

Primero, Jesús en persona lo toma de la mano y lo saca de la aldea. Lejos de su seguridad, del terreno que pisa a diario sin mirar porque no le hace falta. Es un camino que lo aleja de esa ciudad pecaminosa y obstinada que no cree en el anuncio del Reino. Después, saliva en los ojos.

Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: «¿Ves algo?». Levantando los ojos dijo: «Veo hombres; me parecen árboles, pero andan». 

A Jesús le bastaba con imponerle las manos para hacer curaciones, pero como en el caso del sordomudo, su propia saliva es el mejor remedio. Es el fundamento de la caridad, hay que tocar al necesitado rompiendo esa distancia física que nos imponemos no como respeto sino como parapeto. 

El ciego, con esa saliva frotada en los párpados, empieza a distinguir los contornos pero todavía no es capaz de ver con claridad.

Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a casa diciéndole que no entrase en la aldea.


Nos pasa a nosotros también cuando iniciamos el camino exigente del seguimiento de Jesús; cuando Él en persona nos toma de la mano y nos saca de nuestra Betsaida en que moramos ciegos. Es la perseverancia la que acaba por afinar la mirada, la que nos dota de ojos de fe con los que contemplar a partir de entonces la vida.

MARTES

“ ¿Y no acabáis de comprender? ”


La levadura era signo y causa de corrupción. Jesús quiere que nos liberemos de la levadura de los fariseos

según san Marcos 8, 14-21 

En aquel tiempo, a los discípulos se les olvidó tomar pan, y no tenían más que un pan en la barca. Y Jesús les ordenaba diciendo: «Estad atentos, evitad la levadura de los fariseos y de Herodes».

Diríase que están familiarizados con que, cerca de Jesús, no les va a faltar el sustento.

Pero les traiciona su falta de fe en la providencia del Nazareno porque les invade el temor cuando descubren que no hay más que un pan en la barca.

Diríase que están familiarizados con que, cerca de Jesús, no les va a faltar el sustento.

Pero les traiciona su falta de fe en la providencia del Nazareno porque les invade el temor cuando descubren que no hay más que un pan en la barca.

 Y discutían entre ellos sobre el hecho de que no tenían panes. 

Discuten y hacen cálculos, tratarían de arreglarlo por su cuenta con sus limitados medios.


En el Evangelio de hoy, Jesús previene a sus discípulos de la levadura de los fariseos y de Herodes.

¿De qué levadura se trata? Los fariseos están anclados en la Ley, en las Instituciones, es decir, en lo viejo. Ya todo está dicho y no cabe esperar nada mejor.


Dándose cuenta, les dijo Jesús: «¿Por qué andáis discutiendo que no tenéis pan? 

La Pascua era la fiesta de la novedad, de la renuncia a lo viejo, de la búsqueda de un Dios que se revela en lo nuevo.

¿Aún no entendéis ni comprendéis? ¿Tenéis el corazón embotado?

Y se encorajina con ellos porque no lo ven, porque la mundanidad les ciega y les embota los oídos:

 ¿Tenéis ojos y no veis, tenéis oídos y no oís? ¿No recordáis cuántos cestos de sobras recogisteis cuando repartí cinco panes entre cinco mil?».

Pero los discípulos no parecen entender: tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen.

 Ellos contestaron: «Doce» «¿Y cuántas canastas de sobras recogisteis cuando repartí siete entre cuatro mil?». 

Le respondieron: «Siete». Él les dijo: «¿Y no acabáis de comprender?».

En el fondo, querrían otro signo del cielo como reclamaban los fariseos, una nueva señal de que Jesús los salvará del apuro multiplicando de nuevo su pan.


Esta escena del evangelio me habla de la terquedad de los apóstoles. 

Han sido testigos del milagro de la multiplicación de los panes y sólo se preocupan de un olvido: se han olvidado de coger pan. Están ahí contigo y sólo se preocupan de comer.

 Ayúdame, Señor, a no imitar a esos apóstoles que dan más importancia a las cosas materiales que a tu persona. Haz que yo sepa olvidarme de todo cuando estoy contigo, cuando te tengo a Ti.

LUNES

“ El reino de Dios ha llegado a vosotros ”



según san Lucas 10, 1-9 

El Evangelio de la jornada que se propone abunda en la evangelización, esa misión ‘ad gentes’ con que la Iglesia ha ido dando a conocer el mensaje a todos los pueblos para los que Cristo es luz, como proclama la constitución ‘Lumen gentium’ del Concilio Vaticano II.

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. 

En la ardua labor de evangelización nos sostiene y acompaña la certeza de que él, el Dueño de la mies, está con nosotros y guía sin cesar a su pueblo. Cristo es la fuente inagotable de la misión de la Iglesia.

Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino!

 Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino. 

Al buen evangelizador, las estrategias les sobran, las maletas les estorban, los seguros les son inútiles. Mirad a los setenta y dos discípulos partir sin más certeza que la de ser portadores de paz y testigos de una noticia de gracia.

Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa.” Y, si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.

 Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. 

La mies es abundante, porque la paz de Dios ha de manifestarse. Y si la Iglesia tiene que vivir el Evangelio, es para salvar la cosecha.

Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, en ella y decidles: “El reino de Dios ha llegado a vosotros”».

La mies sigue siendo abundante y los obreros son pocos por muchos que haya. Tú eres obrero también, ponte a cosechar sin más dilación, sin dejarte llevar por el derrotismo por la vastedad de la tarea. El modelo de los santos patronos de Europa es un buen espejo en el que mirarse.



Pidamos por esta vieja Europa que olvida fácilmente sus raíces evangélicas.

 DOMINGO

“ Dichosos vosotros... ”


según San Lucas 6, 17. 20-26 

No olvidemos: la actitud fundamental para el camino de las Bienaventuranzas y de la dicha es la confianza. Entonces somos dichosos; incluso cuando nos toca afrontar el dolor y la contradicción. Especialmente entonces, porque Jesús, al pronunciar las Bienaventuranzas, piensa especialmente en quienes lo están pasando mal

En aquel tiempo, Jesús bajó del monte con los Doce, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.

Jesús miró a sus discípulos con predilección y cariño y les dio la Carta Magna del Evangelio de Salvación, la quinta esencia de sus Palabras de Vida: “Seréis dichosos si las practicáis”… ¡Dichosos, felices, bienaventurados, que quiere decir: ciudadanos del Cielo!…

 Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. 

Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. 

Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. 

Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. 

Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. 

Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero, ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!

 ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! 

¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!

 ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas».



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