LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN MARCOS (9, 2-13)
Seis días más tarde Jesús toma consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, sube aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús Entonces Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús:
«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí!
Notemos que Jesús se lleva a Pedro, Santiago y Juan. No porque sean sus predilectos sino porque tienen que cambiar de postura. Santiago y Juan, ante los samaritanos que no han querido recibir a Jesús, han pedido que cayera sobre ellos “fuego del cielo”. Son violentos.
Se los lleva a un lugar apartado, cerca de Dios, para volver a descender poco después y vivir en medio de los hombres. Su rostro brilló como un ascua, sus vestidos fueron pura luz.
Todos necesitamos momentos de encuentro con el Señor en los que poder expresar «¡qué bien se está aquí!». Necesitamos ratos de intimidad con el Señor, sentir y experimentar la paz, alegría y luz que nos envuelve en su presencia.
El desgaste por las dificultades y problemas que encontramos en la vida diaria, requieren esos momentos, con el Señor, que ensanchen el corazón y fortalezcan la esperanza. No se trata de buscar un refugio ante la adversidad sino de buscar un impulso y la fortaleza espiritual necesaria para la vida.
En lo alto una nube de paz les cubre con su sombra y escuchan la voz de Dios: "'este es mi hijo". Ellos sienten miedo y caen rostro a tierra al escuchar las palabras del Padre que se inclina sobre la miseria de los hombres para devolverles la dignidad perdida por el pecado.
Jesucristo no quiere una espiritualidad huidiza del mundo, no se harán las tiendas que propone Pedro, tendrán que bajar de la montaña y continuar el camino hacia Jerusalén.
Además, Jesús les advierte que no cuenten a nadie la experiencia vivida en la montaña porque es fácil pensar en un Mesías envuelto en un halo de luz y gloria pero difícilmente se puede entender a un Mesías envuelto en un sudario, tras sufrir la «supuesta derrota» de la ignominia y la muerte.
NOSOTROS
Busquemos los momentos de Tabor, para que el Señor nos fortalezca y llene de amor, para asumir con sentido y esperanza los momentos de dolor.
También yo he dicho con Pedro: ¡Qué bien se está aquí! Pero hay que bajar de la montaña a la vida, al trabajo, al esfuerzo y, en ocasiones, al sufrimiento. Que la luz de la transfiguración ilumine la silueta de la Cruz.
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