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sábado, 27 de diciembre de 2025

CIERRE DE LAS PUERTAS SANTAS DE ROMA

Cardenal Reina cierra la Puerta Santa de la Basílica de San Juan de Letrán

"Hoy, al cerrar la Puerta Santa, elevamos un himno de acción de gracias al Padre por todos los signos de su amor por nosotros, mientras albergamos en nuestros corazones la certeza y la esperanza de que su abrazo de misericordia y paz permanece abierto a todos los pueblos". La oración del cardenal Arcipreste Baldassare Reina resuena en el atrio de la Basílica de San Juan de Letrán. Esta mañana, 27 de diciembre, el rito de cierre de la Puerta Santa en la "Madre de todas las Iglesias" se celebra con solemnidad. El cardenal sube los escalones en silencio y luego se arrodilla en el umbral para orar. Luego se levanta y cierra la gran puerta, inclinando la cabeza en veneración. Tras él, muchos fieles se acercan al umbral y colocan las manos sobre él en un gesto de oración y recogimiento. 

 Llevar al Señor a las calles de Roma

Era el 29 de diciembre de 2024 cuando se abrió esa misma Puerta. Entonces era la fiesta de la Sagrada Familia; hoy es la memoria litúrgica del Apóstol Evangelista, «el discípulo que se convirtió en el amigo más querido de Jesús», enfatiza el cardenal durante la Misa posterior. Juan había «caminado con Jesús, había escuchado su voz, incluso aquella sin palabras, de su corazón, poniendo el oído en su pecho», continúa. Siguiendo su ejemplo, los fieles presentes —incluidos el alcalde de Roma, Roberto Gualtieri, y el prefecto Lamberto Giannini— están invitados a ser «ministros de la misericordia de Dios», permitiendo que el Señor «encuentre su plenitud en una ciudad donde muchos han perdido la esperanza».

El peso de la ausencia 

No se puede —advierte el cardenal Arcipreste— profesar la fe cristiana sin preocuparse por quienes, «por las cargas que deben soportar, el dolor que padecen, las injusticias que padecen», no pueden percibir otra cosa que la ausencia. Esta ausencia, que Reina describe en todas sus dramáticas facetas, es una falta de «solidaridad en la brecha entre la periferia y el centro; de atención a las dificultades económicas y existenciales; de fraternidad en la que nos resignamos, incluso en el presbiterio, a estar solos o a que nos dejen solos». Y de nuevo: «La ausencia en la que las familias se dispersan, los vínculos se debilitan, las generaciones se oponen, las dependencias se convierten en cadenas»; la falta de «justicia que no responde a la noble vocación de la política de remover obstáculos para que todos puedan encontrar igualdad de oportunidades para realizarse, para dar forma a sus sueños, para sustentar su dignidad, con trabajo y un salario justo, para tener un hogar, para ser protegidos y cuidados en su fragilidad». 

 Superar la inercia para transfigurar la ciudad 

Los corazones de muchos, continúa el cardenal, están agobiados por la falta de visión y pensamiento en una época en la que las pasiones se han entristecido, los juicios se han vuelto sumarios, la información ha perdido contacto con la búsqueda de la verdad y la cultura ya no tiene maestros creíbles. Sin mencionar la ausencia de paz en un mundo donde prevalece la lógica del más fuerte. Esta total falta de profecía "enmudece a Dios", enfatiza el arcipreste, instando a los fieles a oponerse a "toda inercia, para que podamos encontrar al Señor" y transfigurar "nuestra ciudad", en todos sus ámbitos "sociales y existenciales".




Reconocer a todos como hermanos
 Esta, añade el cardenal, "es la esperanza que ha movido a los innumerables peregrinos que han dejado la huella de sus pasos en nuestras calles, agobiados por las cargas que oprimían sus corazones", y han impreso "sus caricias" en la Puerta Santa, buscando a Dios y su misericordia. Y esta es la lección que el Jubileo deja a cada fiel: «Un sacramento generalizado de la cercanía del Dios de las sorpresas». Porque, aunque la Puerta Santa esté ahora cerrada, «el Resucitado la atraviesa y no se cansa de llamar, para ofrecer y encontrar misericordia». Además, Reina nos recuerda que al final de los tiempos «seremos juzgados por el Amor», al ser capaces de reconocer a todos como hermanos, incluso a «aquellos que consideramos enemigos». 

 Que la Iglesia de Roma sea un laboratorio de sinodalidad En la «nueva era» que comienza para la Diócesis de Roma, el cardenal Vicario nos invita a unir «nuestras oraciones y esfuerzos para ser un lugar que revele la presencia del Señor, que dé testimonio de su cercanía haciéndose prójimos unos de otros, sin olvidar a nadie». Solo así —enfatiza Reina, citando a León XIV y su discurso pronunciado el 19 de septiembre en la Diócesis de Roma— la Iglesia puede convertirse en un «laboratorio de sinodalidad capaz de realizar el Evangelio».

Que la llama de la esperanza permanezca encendida

La Puerta Santa 

En la historia de los Jubileos, la Puerta Santa de la Basílica de Letrán, situada a la derecha del pórtico, fue la primera en abrirse, durante el Año Santo de 1423. Fue el Papa Martín V, enterrado ante el altar mayor, quien identificó el cruce de la Puerta como lo que desde entonces se ha convertido en el símbolo por excelencia de la peregrinación jubilar: atravesar el verdadero umbral, que es Cristo, para recibir el don de su gracia. La Puerta Santa actual fue creada por el escultor Floriano Bodini para el Jubileo del año 2000. La obra representa a la Virgen con el Niño, a Cristo Crucificado y el escudo de armas de San Juan Pablo II. La madre protege al Niño que se extiende hacia la Cruz, afirmando su eterna divinidad mediante el sacrificio.


https://youtu.be/Q6Fw2eHQYfI?si=xAstPv6tbx9H6TYv

BASILICA SANTA MARÍA LA MAYOR




Tras el cierre,  el cardenal arcipreste, Rolandas Makrickas, instó a los fieles a abrirse a la escucha de la Palabra, a la acogida del prójimo y al perdón.







 La esperanza es una luz que debe traducirse en oración y atención a los pobres para ser una Iglesia “con el Evangelio en las manos y el hermano en el corazón. 


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