“ Me da lástima de la gente… no tienen qué comer ”
según san Mateo 15, 29-37
En aquel tiempo, Jesús, se dirigió al mar de Galilea, subió al monte y se sentó en él. Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies, y él los curaba.
La multiplicación de los panes en el desierto es el signo y el sacramento de ello. El pan es repartido hasta el infinito, porque es el pan del amor, el pan de aquella compasión de Cristo hacia la multitud abandonada, a la que él ama mucho más de lo que recomendaría la razón; él no quiere despedir a aquella gente, sino ser para ellos el buen pastor que da su vida. ¡En Jesucristo hemos reconocido el amor que Dios nos tiene!
Que no caigamos en la tentación de los discípulos de querer "despedir" a la gente, de no complicarse la vida por los demás o buscar soluciones fáciles y cómodas. El Señor hoy nos enseña una de las grandes lecciones de la vida: "sólo el que se da, el que pone lo poco o mucho que tiene al servicio de los demás, solo el que no mira a su propio bien sino al bien de los demás, ése ha entendido en que consiste la fe en Dios.
Sentarnos a la mesa de la Eucaristía es la que nos asegura experimentar lo que da de si el verdadero amor. Y en la medida en que comes el pan del amor en esa misma medida conoceremos a Dios y seremos también nosotros pan para los demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario