La fiesta de Cristo Rey es el punto culminante del Año Litúrgico. ¿Hemos seguido al Señor con todas las consecuencias?
Nadie como El, es la meta y el origen de todo.
La fiesta de Cristo Rey pone a Jesús en el centro de todo lo que somos y vivimos y nosotros tenemos que trabajar por su Reino, un Reino de paz, justicia, verdad y hermanos.
El reino de Cristo, gracias a Dios, no es de este mundo. En el reino de Cristo no cabe la mentira, la corrupción, la mediocridad o el odio. Por ello mismo, porque su reino no es de este mundo, siempre será causa de contradicción.
Dios no nos pide cosas imposibles solamente nos pide que seamos hermanos y que tengamos fe y esperanza.
Jesús se detiene muchas veces en nuestro caminar y sería bueno que le diéramos algo siempre: del corazón un poco de amor, del alma un poco de silencio y de la inteligencia que sepamos defender la cusa de Dios en este mundo
Aquel que pagó alto precio por nuestra redención, sigue necesitando soldados que –con las armas de la fe, la esperanza o la caridad- infundan en todos los ambientes la alegría de ser cristianos.
¡Somos de los suyos!
En un mundo, con tantos gobiernos y con tanto desgobierno a la vez, la festividad de Cristo Rey nos invita –con gozo y esperanza- a volvernos hacia el Salvador.
En una realidad, donde como setas aparecen grupos pacifistas (que defienden unas causas sí y otras no) la festividad de Cristo Rey nos anima a ser hombres y mujeres de paz en todo y por todos.
En una sociedad, materialista y caprichosa (en la que unos tanto tienen y otros nada que llevarse a la boca) la solemnidad de Cristo Rey nos empuja a mirar a ese gran hermano mayor que repartió amor y más amor para que entendiésemos que su Reino es una casa a la que se llega por los caminos del amor. ¡Gracias, gran Rey
¿CÓMO SE HACE, SEÑOR?
Ser siervo, cuando en realidad eres Rey Regalar amor, cuando recibes ingratitud Ofrecer perdón, ante tanto rencor
Dar el todo, cuando a veces te ofrecemos a cambio tan poco Conquistar el corazón, a fuerza de amor y de no violencia
Ser tuyos, y no dar la espalda a los necesitados Hablar en tu nombre, y no recibir agravios de aquellos que te rechazan
Subir a la cruz, y que te veamos como Rey Que mueras en la cruz, y esperemos tu triunfo Que no digas nada, y sintamos que nos acompañas
¡GRACIAS, SEÑOR, Y REY!
Por estar junto a nosotros y compartir nuestra suerte Por darnos tu calor y tu valor Por ser el centro de nuestras vidas Gracias, Señor
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