Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 14, 7- 12
Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que, ya vivamos ya muramos, somos del Señor. Pues para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de muertos y vivos. Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? Y tú, ¿por qué desprecias a tu hermano?.....
Intensas y luminosas las palabras de san Pablo. Son un canto a la unidad. A la unidad de vida entre Jesús y sus seguidores, con cada uno de nosotros. Desde que Jesús salió a nuestro encuentro, desde que nos cautivó con su amor, “Cristo me amó y se entregó por mi”, desde que respondimos afirmativamente a su llamada a seguirle, nuestra vida quedó vinculada para siempre a Jesús. “Si vivimos, vivimos para el Señor, si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor”.
Con profunda alegría, le hemos entregado nuestra vida, dejando que él sea el Dueño y Señor de nuestro corazón, de nuestra vida. Y lo hacemos sin perder nuestra personalidad. Con mucho gusto, vivimos en unión amorosa con Jesús, y como además de ser hombre es Dios, le dejamos que guíe y dirija nuestros pasos. Somos del Señor en nuestra vida terrena, y también en nuestra muerte, lo cual nos llevará a vivir nuestra muerte en unión con él, y él nos resucitará a una vida de total unión con él, de plena felicidad.
Jesús, desde su unión con él, nos lleva a vivir en unión profunda con todos los hermanos, y desde aquí se entienden mejor las preguntas de san Pablo a cualquier cristiano: “¿por qué juzgas a tu hermano?, ¿por qué desprecias a tu hermano?”.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? R/.
No hay comentarios:
Publicar un comentario