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domingo, 11 de abril de 2021

SÁBADO Y DOMINGO DE LA OCTAVA DE PASCUA

 SÁBADO Y DOMINGO




Sábado dia 10

Cristo ha resucitado! Ese ha sido nuestro “grito de batalla”, nuestra exclamación de júbilo durante una semana. Estamos culminando la Octava de Pascua, esa prolongación litúrgica del júbilo de la Resurrección que termina mañana. Y la lectura evangélica que nos propone la liturgia (Mc 16,9-15) es un resumen de las apariciones de Jesús narradas por los demás evangelistas, el signo positivo de que Jesús está vivo.

Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.»

Durante esta semana hemos estado celebrando la Resurrección de Jesús. No se trata de un acontecimiento del pasado; se trata de un acontecimiento presente, tan real como lo fue para los Once y los demás discípulos. Y como Pedro en la primera lectura, estamos llamados a ser testigos. ¡Jesús vive; verdaderamente ha resucitado! ¡Aleluya, aleluya, aleluya!

Domingo de la Octava de Pascua ................Domingo de la misericordia

«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»

 Contestó Tomás: «¡Señor Mío y Dios Mío!»

El Señor Resucitado sigue apareciéndose a sus discípulos agazapados por el miedo y el temor y, siempre les trae paz. En esta ocasión no estaba Tomás y cuando le comunica llenos de alegría que han visto al Señor, él no les cree, necesita ver para crecer, tocar para asegurarse. 

Es la fe de tantos que necesitan evidencias para creer. 

¿Dónde estaba Tomás cuando el Señor se apareció a los discípulos por primera vez? De seguro estaba vagando, triste y desilusionado porque Jesús había muerto; había visto esfumarse en una horas todas sus expectativas, sus sueños mesiánicos. Se había separado del grupo.


 Cuando regresó se negaba a creer porque no lo había visto. Pero esta vez no se alejó, se mantuvo en comunión con sus hermanos, se congregó, y entonces tuvo el encuentro con Jesús resucitado.


A NOSOTROS


Como Pedro en la primera lectura,  lleno del Espíritu Santo, proclamó: “Nosotros no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído”.

 Igualmente estamos llamados a ser testigos. ¡Jesús vive; verdaderamente ha resucitado! ¡Aleluya, aleluya, aleluya!

Por eso no tuvo la experiencia de Jesús resucitado; como nos pasa a nosotros cuando nos alejamos de la Iglesia.

 Igual nos pasa a nosotros cuando regresamos la Iglesia y nos congregamos para la celebración eucarística; los ojos de la fe nos permiten tener un encuentro con Jesús resucitado. Por eso en el rito de la consagración decimos, al igual que Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!”

Los discípulos tuvieron la dicha de ver a Jesús resucitado. Nosotros por fe creemos que Él se hace presente con todo su cuerpo, sangre, alma y divinidad, en las especies de pan y vino durante la celebración eucarística; presencia tan real como lo fue la aparición a los discípulos en aquél primer domingo de Resurrección. ¡Y por ello Jesús nos llama dichosos, bienaventurados!

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