Desde los orígenes de la Orden se vivió esta aproximación a María, a Ella desde siempre la Orden se entregó y confió, tomándola como Patrona. Y María, aceptó esta vinculación y en un momento determinado le entregó un “signo de fidelidad”, el Escapulario, por el cual Ella nos acepta como hijos y nos protege, y nosotros nos entregamos del todo a Ella.
Origen de la Fiesta de la Virgen del Carmen
La Fiesta de Nuestra Señora del Carmen fue instituida por los carmelitas entre los años 1376 y 1386. Esta advocación recuerda el Monte Carmelo de Palestina, donde en la Edad Media nació la Orden Carmelitana. Bajo esta advocación veneramos a la Madre de Dios y dispensadora de gracias.
Según una tradición carmelitana, el día de Pentecostés, ciertos piadosos varones, que habían seguido la traza de vida de los Profetas Elías y Eliseo, abrazaron la fe cristiana; siendo ellos los primeros que levantaron un templo a la Virgen María en la cumbre del Monte Carmelo, en el lugar mismo desde donde Elías viera la nube, que figuraba la fecundidad de la Madre de Dios. Estos religiosos se llamaron Hermanos de Santa María del Monte Carmelo, y pasaron a Europa en el siglo XIII, con los Cruzados, aprobando su regla Inocencio IV en 1245, bajo el generalato de San Simón Stock.
El 16 de julio de 1251, la Virgen María se apareció a ese su fervoroso servidor, y le entregó el hábito que había de ser su signo distintivo. Inocencio bendijo ese hábito y le otorgó varios privilegios, no sólo para los religiosos de la Orden, sino también para todos los Cofrades de Nuestra Señora del Monte Carmelo.
Comenzó a celebrarse como fiesta interna de la Orden en Inglaterra, y a instancias de la reina regente de España, Mariana de Austria, el Papa Clemente X, en el año 1674, concedió que se celebrara en los dominios del rey católico. Otro Papa, Benedicto XIII, en 1725, la extendió a la Iglesia Universal.
En América Latina, la devoción a la Virgen del Escapulario se extendió desde los tiempos de la primera evangelización y fue difundida por los mismos descubridores y misioneros, ya que, fuera de Méjico, en Latinoamérica no existió ningún convento de frailes carmelitas, hasta finales del siglo XIX. Desde ese momento, frailes, monjas y seglares carmelitas la han difundido generosamente.
Datos obtenidos del Blog del Padre José Medina
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