En su homilía ha comentado la parábola del buen samaritano, por lo que invitó a los fieles a reconocer como “prójimo” a todo aquel que nos vayamos encontrando en la vida, sin importar su nacionalidad o credo.
“A veces nos contentamos solamente con hacer nuestro deber o consideramos como nuestro prójimo sólo a quien es de nuestro círculo, a quien piensa como nosotros, a quien tiene la misma nacionalidad o religión; pero Jesús invierte la perspectiva presentándonos un samaritano, un extranjero y herético que se hace prójimo de aquel hombre herido. Y nos pide que hagamos lo mismo”, indicó el Santo Padre, tal y como recoge Vatican News.
De este modo, el Pontífice señaló que la parábola del buen samaritano sigue desafiando también hoy, interpela las vidas de los creyentes y sacude la tranquilidad de las conciencias adormecidas o distraídas. “Nos provoca contra el riesgo de una fe acomodada”, agregó.
La compasión está en el centro de esta parábola y lo primero que el Papa subraya es la mirada: “La mirada hace la diferencia, porque expresa lo que tenemos en el corazón: se puede ver y pasar de largo o bien ver y sentir compasión”.
De hecho, para el Papa existen dos tipos de mirada – “hay un modo de ver exterior, distraído y apresurado, un modo de mirar fingiendo que no se ve, es decir, sin dejarnos afectar ni interpelar por la situación; y hay un modo de ver, en cambio, con los ojos del corazón, con una mirada más profunda, con una empatía que nos hace entrar en la situación del otro, nos hace participar interiormente, nos toca, nos sacude, interroga nuestra vida y nuestra responsabilidad”.
León XIV explicó que la parábola del buen samaritano habla de la mirada que Dios ha tenido, “para que también nosotros aprendamos a tener sus mismos ojos, llenos de amor y compasión hacia los demás” y recuerda las veces que el Papa Francisco nos dijo que “Dios es misericordia y compasión” y que Jesús “es la compasión del Padre hacia nosotros” convirtiéndose “en el buen samaritano que vino a nuestro encuentro”.
“¿Qué hacemos nosotros? ¿Vemos y pasamos de largo, o nos dejamos traspasar el corazón como el samaritano?”, ha preguntado el Pontífice a los miles de fieles presentes en la parroquia, para después recordar que la parábola nos desafía también a cada uno de nosotros “por el hecho de que Cristo es manifestación de un Dios compasivo”: “Creer en Él y seguirlo como sus discípulos significa dejarse transformar para que también nosotros podamos tener sus mismos sentimientos; un corazón que se conmueve, una mirada que ve y no pasa de largo, dos manos que socorren y alivian las heridas, los hombros fuertes que se hacen cargo de quien tiene necesidad”.
Después, el Papa citó una frase de Benedicto XVI que explica perfectamente el concepto de ser samaritano: “el samaritano no se pregunta hasta dónde llega su obligación de solidaridad ni tampoco cuáles son los méritos necesarios para alcanzar la vida eterna. Ocurre algo muy diferente: se le rompe el corazón”.
León XIV lo ha expresado alto y claro: “Hoy se necesita esta revolución del amor. Ver sin pasar de largo, detener nuestras carreras ajetreadas y dejar que la vida del otro, sea quien sea, con sus necesidades y sufrimientos, me rompan el corazón”. Para León XIV es esto lo que nos hace prójimos los unos de los otros, genera una auténtica fraternidad, derriba muros y vallas, porque hoy, ese camino que desciende de Jerusalén a Jericó “es el camino que recorren todos aquellos que se hunden en el mal, en el sufrimiento y en la pobreza; es el camino de tantas personas agobiadas por las dificultades o heridas por las circunstancias de la vida; es el camino de todos aquellos que “se derrumban” hasta perderse y tocar fondo; es el camino de tantos pueblos despojados, estafados y arrasados, víctimas de sistemas políticos opresivos, de una economía que los obliga a la pobreza, de la guerra que mata sus sueños y sus vidas” ha concluido el Santo Padre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario