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sábado, 4 de diciembre de 2021

NOVENA A LA INMACULADA PARA MEDITAR 3 Y 4

 4 de Diciembre – “María, Madre del Amor Hermoso”



Novena a la Inmaculada (día 5º) 

Lecciones que nos recuerda hoy Santa María.

 Lección de amor hermoso, de vida limpia, de un corazón sensible y apasionado, para que aprendamos a ser fieles al servicio de la Iglesia. 

Yo soy la Madre del amor hermoso, del temor, de la ciencia y de la santa esperanza.

 No es un amor cualquiera éste: es el Amor. Aquí no se dan traiciones, ni cálculos, ni olvidos. Un amor hermoso, porque tiene como principio y como fin el Dios tres veces Santo, que es toda la Hermosura y toda la Bondad y toda la Grandeza. Pero se habla también de temor. No me imagino más temor que el de apartarse del Amor. Porque Dios Nuestro Señor no nos quiere apocados, timoratos, o con una entrega anodina. Nos necesita audaces, valientes, delicados. El temor que nos recuerda el texto sagrado nos trae a la cabeza aquella otra queja de la Escritura: busqué al amado de mi alma; lo busqué y no lo hallé. Esto puede ocurrir, si el hombre no ha comprendido hasta el fondo lo que significa amar a Dios. Sucede entonces que el corazón se deja arrastrar por cosas que no conducen al Señor. Y, como consecuencia, lo perdemos de vista.

 Otras veces quizá es el Señor el que se esconde: El sabe por qué. Nos anima entonces a buscarle con más ardor y, cuando lo descubrimos, exclamamos gozosos: le así y ya no lo soltaré. 

La pureza limpísima de toda la vida de Juan le hace fuerte ante la Cruz. —Los demás apóstoles huyen del Gólgota: él, con la Madre de Cristo, se queda. —No olvides que la pureza enrecia, viriliza el carácter. 

Este corazón nuestro ha nacido para amar. Y cuando no se le da un afecto puro y limpio y noble, se venga y se inunda de miseria. El verdadero amor de Dios —la limpieza de vida, por tanto— se halla igualmente lejos de la sensualidad que de la insensibilidad, de cualquier sentimentalismo como de la ausencia o dureza de corazón. 

¿Por qué no te entregas a Dios de una vez…, de verdad… ¡ahora!? 

María, la Madre santa de nuestro Rey, la Reina de nuestro corazón, cuida de nosotros como sólo Ella sabe hacerlo. Madre compasiva, trono de la gracia: te pedimos que sepamos componer en nuestra vida y en la vida de los que nos rodean, verso a verso, el poema sencillo de la caridad, quasi fluvium pacis , como un río de paz. Porque Tú eres mar de inagotable misericordia: los ríos van todos al mar y la mar no se llena.

ORACIÓN 

Debes suplicar confiadamente a la Virgen, ahora mismo, en la soledad acompañada de tu corazón, sin ruido de palabras: Madre mía, este pobre corazón mío se subleva tontamente… Si tú no me proteges… Y te amparará para que lo guardes puro y recorras el camino al que Dios te ha llamado.


¡Bienaventurada tú, que has creído!, así la saluda Isabel, su prima Novena a la Inmaculada (día 4º)





 ¡Bienaventurada tú, que has creído!, así la saluda Isabel, su prima, cuando Nuestra Señora sube a la montaña para visitarla. Había sido maravilloso aquel acto de fe de Santa María: he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. 

En el Nacimiento de su Hijo contempla las grandezas de Dios en la tierra: hay un coro de ángeles, y tanto los pastores como los poderosos de la tierra vienen a adorar al Niño. Pero después la Sagrada Familia ha de huir a Egipto, para escapar de los intentos criminales de Herodes. 

 Luego, el silencio: treinta largos años de vida sencilla, ordinaria, como la de un hogar más de un pequeño pueblo de Galilea. Se lo decimos con las mismas palabras nosotros ahora, al acabar este rato de meditación. ¡Señor, yo creo! Me he educado en tu fe, he decidido seguirte de cerca. Repetidamente, a lo largo de mi vida, he implorado tu misericordia. Y, repetidamente también, he visto como imposible que Tú pudieras hacer tantas maravillas en el corazón de tus hijos.

 ¡Señor, creo! ¡Pero ayúdame, para creer más y mejor!

 La Virgen no sólo dijo fiat, sino que cumplió en todo momento esa decisión firme e irrevocable. Así nosotros: cuando nos aguijonee el amor de Dios y conozcamos lo que El quiere, debemos comprometernos a ser fieles, leales, y a serlo efectivamente. Porque no todo aquel que dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos; sino aquel que hace la voluntad de mi Padre celestial. 

 Pero, fijaos: si Dios ha querido ensalzar a su Madre, es igualmente cierto que durante su vida terrena no fueron ahorrados a María ni la experiencia del dolor, ni el cansancio del trabajo, ni el claroscuro de la fe. A aquella mujer del pueblo, que un día prorrumpió en alabanzas a Jesús exclamando: bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te alimentaron, el Señor responde: bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica. 

 Era el elogio de su Madre, de su fiat, del hágase sincero, entregado, cumplido hasta las últimas consecuencias, que no se manifestó en acciones aparatosas, sino en el sacrificio escondido y silencioso de cada jornada. 

 ORACIÓN ¡Madre! —Llámala fuerte, fuerte. —Te escucha, te ve en peligro quizá, y te brinda, tu Madre Santa María, con la gracia de su Hijo, el consuelo de su regazo, la ternura de sus caricias: y te encontrarás reconfortado para la nueva lucha. 



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