SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO
Viene el Señor! Y, si el Señor llega, es porque quiere compartir nuestra condición. Porque desea poner una luz en el fondo del túnel oscuro en el que se encuentra perdida gran parte de la humanidad.
¡Viene el Señor! Y, si el Señor se presenta, es porque nos ve agobiados. A veces sin esperanza. Otras tantas… sin ilusión.
¡Viene el Señor! Y, si el Señor se manifiesta, que por lo menos nos encuentre divisando (con la oración, la contemplación y la fe) el horizonte por donde El sale a nuestro encuentro. Frente al caos no caben los lamentos.
Ante la dura realidad, Jesús es nuestra respuesta y nuestra esperanza. Merece estar en pie por El y en El.
L
Cristo Jesús con su venida quiere curar nuestros males y sacarnos de nuestra situación, para que pasemos a abrir caminos de esperanza en nuestra sociedad. De ahí el lema de todo aviento: “Levantad vuestra cabeza, llega vuestra liberación”.
M
Ilumina, Señor, mi mente para poder pensar en ti; forma mi inteligencia para saber qué quieres de mí; enciende mi corazón para poder amar sin medida; da fuerza a mi voluntad para poder cumplir tu voluntad.
X
Señor, te pido me concedas el don de la confianza y de la fe en tu amor; que lo pueda experimentar en mi vida como sostén y fuerza en las fatigas cotidianas de cada día.
J
Señor, gracias por ofrecerme tu consuelo, tu compañía, tu infinita misericordia. Yo te ofrezco humildemente mi corazón, mi alma, mi vida entera. Ilumina mi oración porque quiero seguir el camino que me lleve a vivir en plenitud el amor. Jesús, manso y humilde de corazón, moldea mi corazón hasta hacerlo semejante al tuyo.
V
Permíteme escucharte, Señor. Forma dentro de mí un corazón como el de María: atento a tu Palabra, dócil a tu voluntad, disponible para servir por amor. ¡Santa María, ruega por mí y hazme hijo semejante a ti!
S
Señor mío, gracias por ayudarme en cada momento de mi vida. Te pido que toques mi corazón para saber escuchar lo que quieres de mí.
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO
¡VIGILEMOS! ¡MIREMOS! ¡LEVANTEMOS LA VISTA! Porque necesitamos de una palabra de aliento. Porque, el mundo, este mundo que tocamos con las yemas de nuestras manos; que amamos y que a la vez odiamos; este mundo tan necesitado de paz, como tan lleno de contiendas necesita de buenos vigilantes. Hombres y mujeres que, más allá del día a día, entre los rascacielos del puro y duro sensacionalismo o materialismo, levanten su cabeza y esperen.
Sí; esperen a un Dios que viene a salvarnos. ¿Salvarnos? ¿Salvarnos de qué? De mucho, amigos, de mucho. Hay muchas cosas y acontecimientos que atragantan nuestra felicidad. Vemos que este “gran castillo del bienestar que nos hemos montado” se tambalea y nos produce ansiedad, pobreza, necesidad, corrupción, mentiras e inestabilidad Dios sale a nuestro encuentro Dios, en la Navidad, se hará pequeño mientras que el hombre se empeña en hacerse grande. Dios, en Jesús, se dejará abrazar, amar, tocar, besar, adorar.
¡Bienvenido, Adviento! Entra por las ventanas y balcones de nuestros corazones. Vivamos, amigos, este tiempo de esperanza; semanas de espera y horas de tensión. ¡Que va a venir el Señor! No podemos bajar la guardia; no podemos bajarnos del torreón de nuestra fe por el simple hecho de que nos digan que, en el llano, se vive mejor sin Dios. Adviento; lo necesitamos. ¡Qué déficit de esperanza el nuestro!
Viene el Señor, porque nos ve vacíos y a la vez llenos de trastos inservibles y ocupando espacio. Cuántas luces que iluminan las calles pero sin luz de eternidad, sin luz que nos haga despegar los pies del sufrido suelo. Adviento. ¡Bienvenido seas! ¡Qué ganas tenemos de un Niño que nos reúna en torno a la mesa y nos haga pensar que, el mundo, aún tiene solución!
Adviento. Es el Señor, que llega. Prepárate…es Dios quien llega en persona. ¡FELIZ ADVIENTO 2024!
D
Gracias, Señor, por el don de la fe, de la esperanza y la caridad que me diste en el bautismo. Ayúdame a crecer en estas virtudes para que pueda prepararme bien y recibirte verdaderamente esta navidad.
L
Aqui estoy Señor Señor Jesús, permite que hoy una mi oración a la tuya y diga contigo al Padre: ¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por este momento que me concedes para dialogar contigo! ¡Gracias, porque me revelas los misterios de tu Reino! Gracias porque te manifiestas a los pobres y sencillos. Te amo, Señor. Ayúdame a ser hoy sencillo, manso y humilde de corazón.
M
mi oración al Padre: ¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por este momento que me concedes para dialogar contigo! ¡Gracias, porque me revelas los misterios de tu Reino! Gracias porque te manifiestas a los pobres y sencillos. Te amo, Señor. Ayúdame a ser hoy sencillo, manso y humilde de corazón.
X
Señor, hoy quiero que me des, como a Salomón, “un corazón que escuche”. No quiero escuchar sólo con mis oídos externos. Quiero que los gritos de todos los que sufren rompan mi corazón y se metan dentro. Hazme, como Tú, sensible a los problemas de la gente. Si yo no miro, si paso de largo ante las personas que sufren, no por eso esas personas dejarán de mirarme. Dame un corazón compasivo.
j
Señor. Haz que sepa construir mi vida sobre la roca firme de tu amor. Dame la gracia de crecer en la fe, para descubrirte en los acontecimientos de la vida y, sobre todo, en las personas. Que sea el amor la raíz de mi vida de modo que todo lo que haga esté enraizado en el amor. No un amor egoísta que viene de mí sino un amor desinteresado, gratuito, que sólo puede provenir de Ti.
V
“Yo soy la luz del mundo”. Nos ofrece su luz ante nuestro pasado regalándonos sus bendiciones y olvidándose de nuestros pecados. Nos ofrece su luz ante nuestro presente, ofreciéndonos estar siempre con nosotros, acompañándonos en nuestro camino. Nos ofrece su luz ante nuestro futuro ofreciéndonos la vida de total felicidad y para siempre:
S
El Reino de los cielos está cerca ¿nos sentimos enviados, movidos por la compasión de tanta gente desorientada que se acerca a nosotros? ¿Rogamos al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies? El Señor está cerca. Dichosos nosotros si lo acogemos en nuestro corazón.
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