DEJAME, SEÑOR
Que me acerque hasta el umbral del portal y comparta, con José y con María, este momento en el que, el cielo se regala generosamente, y no toda la tierra se abre ni dice ¡gracias, Señor! Déjame, Señor, que me haga eco de tu nacimiento y proclame a los cuatro vientos que la pequeñez es signo de grandeza que Dios humanado es divino también que a Dios, por ser Niño, se le comprende y se deja querer. Déjame, Señor, en la noche más extraordinaria del año ser zagal y portador de los sentimientos que, en muchos de nosotros, despierta Enmanuel.
¡Déjame, Señor, que te arrulle, con mis manos, a pesar de mis fragilidades que te cante villancicos, aunque mi vida desafine que te cubra con mi abrigo, aunque sea demasiado elegante. ¡Déjame, Señor! Buscarte en donde el mundo jamás quiere que yo encuentre en la sencillez de una morada en el silencio de una noche estrellada en el regazo de una mujer aldeana y pobre en la mirada de un hombre confiado y generoso
¡Déjame, Señor! Postrarme ante tus pies Y hacer acto de alabanza y de fe Creo que vienes en carne mortal Creo que en el principio estaba la Palabra Creo que la Palabra estaba junto a Dios Creo que eres el anunciado desde siglos Creo que padecerás mucho por salvarnos Creo que, sin Ti, nada tiene sentido en Navidad. ¡Déjame, Señor! Darte el aliento que el mundo necesita de ti Y que tú me des, si quieres y lo deseas, alas para volar de valle en valle, de casa en casa de barrio y en barrio anunciando lo que mis ojos ven y lo que mi corazón siente: ¡Ha nacido el Dios de Israel! ¡Aleluya|
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