EVANGELIO DEL DÍA: Lc 1, 26-38:
No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios.
Alégrate, llena de gracia
El texto del evangelio nos presenta el diálogo de María Virgen con el ángel Gabriel, el mensajero de Dios; en este diálogo se le comunica a María que será la Madre del Señor por la obra y gracia del Espíritu Santo y se destaca la humildad, colaboración activa y obediencia de María Santísima al plan de Dios.
María, aparentemente una muchacha casadera más del pueblo de Israel, vecina de una aldehuela remota en las montañas de Galilea, lejos del centro religioso, político y administrativo de Jerusalén. Aparentemente. Porque en el plan de salvación de Dios para los hombres, la había preservado del pecado en una purísima concepción sin mancha como primer sagrario del Verbo encarnado. María está llena de gracia.
Tal es el saludo del arcángel, porque el Señor está con ella. Nunca ha dejado de estarlo, siempre se ha puesto de parte de esta jovencita desposada con un tal José. Pero todo un Dios que ha escogido desde antes de todos los tiempos a la que va a ser madre del Hijo, se abstiene de intervenir y se somete voluntariamente, por amor, a la respuesta que tiene que dar esa criatura maravillosa en la que no hay perversión alguna como la hay en todos nosotros.
Solamente para María se reservó este saludo»; la construcción de la frase (en el original griego) indica que cuando el ángel llega donde María la encuentra llena de la gracia de Dios, por eso el saludo del ángel es un reconocimiento de su santidad; esta santidad está en María (por el don o gracia de Dios) desde el mismo instante de su concepción, es decir, ella nunca tuvo ningún tipo de pecado, ni siquiera el pecado original. La palabra que nosotros traducimos como “llena de gracia” es, en griego, kejaritoméne, palabra que trata de describir una condición de santidad permanente y anterior a la visita del ángel, una condición de gracia en abundancia obrada por Dios en María Santísima, la toda santa, la Purísima.
La gracia de Dios que ha estado con ella desde su milagrosa concepción inmaculada es la que le empuja a fiarse del Señor. Hágase.
Y Dios lo había hecho: la había apartado de la vileza y la miseria humana para que fuera su templo en la tierra, oh Virgen graciosa y bendita.
NOSOTROS
La fiesta de la Inmaculada nos ayuda a ponernos en pie de guerra contra la vieja servidumbre del pecado. Al contemplar hoy a Maria Inmaculada, la llena de gracia, algo dentro de nosotros se levanta, se pone en pie de guerra y nos empuja a pasar del pasotismo a la rebeldía; a despegar de tanto barro y, libres por fin, volar.
Contemplemos a María y dejémonos atraer por su belleza inmaculada. Su vida nos enseña que es posible la victoria del amor, que la gracia de Dios es más fuerte que el pecado, que la misericordia de Dios es más poderosa que el mal y sabe transformarlo en bien. Nos alegramos y damos gracias a Dios por el don de María.
En el silencio de mi corazón
¿Es María, la Purísima, un modelo para mí?
¿Cómo puedo imitar la santidad de María en mi camino de seguimiento de Jesús?
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