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miércoles, 27 de diciembre de 2023

VIO Y CREYÓ

según san Juan (20,2-8)


 El primer día de la semana, María Magdalena echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.» 



Hoy, segundo día de la octava de la Navidad, honramos la memoria de San Juan, amigo del Señor, el Papa Benedicto XVI, en una catequesis de la Audiencia General del 5 de julio de 2006, nos acerca a Juan, como “el discípulo predilecto”: «El discípulo a quien Jesús amaba» fue el primero en reconocer al «Señor» y en indicárselo a Pedro.
 Dentro de la Iglesia de Jerusalén, Juan ocupó un puesto importante en la dirección del primer grupo de cristianos. De hecho, Pablo lo incluye entre los que llama las «columnas» de esa comunidad .[…] Según la tradición, Juan es «el discípulo predilecto», que en el cuarto evangelio se recuesta sobre el pecho del Maestro durante la última Cena, se encuentra al pie de la cruz junto a la Madre de Jesús y, por último, es testigo tanto de la tumba vacía como de la presencia del Resucitado. […]Que el Señor nos ayude a entrar en la escuela de san Juan para aprender la gran lección del amor, de manera que nos sintamos amados por Cristo «hasta el extremo» y gastemos nuestra vida por él.”

El discípulo amado, Juan, cuya fiesta celebramos hoy, entró y vio: ¡vio y creyó! 

Un momento después, exclamará María con todo su corazón y con todo el ímpetu de su ser: ¡”Rabboni"! San Juan, el discípulo amado, es una figura de fundamental importancia al inicio de la Iglesia porque nos muestra al Jesús más íntimo, el que se revela Hijo de Dios hecho carne, que ha venido a desvelarnos el rostro del Padre. 

Es un gran teólogo cuyo símbolo es el águila, porque, es la única ave que puede mirar al sol, que para Juan es Cristo, sin quedar deslumbrado. 

Y nos recuerda la vital tarea de todo discípulo: buscar al Señor en todo momento, buscar los signos visibles del Señor para sentir su amor y la salvación que trae su Palabra. Como veis, hacen falta muy pocas cosas para que nazca la fe...., pocas cosas, pero infinitas como el corazón y el amor, y profundas como el calor de una mujer y el silencio de Juan ante el misterio.

 AMOR y SILENCIO. ¡Si lo tienes, crecerás en la fe! 



.Los Padres de la Iglesia vieron en esa carrera hacia el sepulcro vacío una exhortación a la única competición legítima entre los creyentes: la competición en busca de Cristo. 

También nosotros, si buscamos al Señor con sencillez y sinceridad de corazón, lo encontraremos, más aún, será Él quien saldrá a nuestro encuentro; se dejará reconocer, nos llamará por nuestro nombre, es decir, nos hará entrar en la intimidad de su amor.

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