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domingo, 18 de diciembre de 2022

LA VIRGEN ESTA EN CINTA Y DARA A LUZ UN HIJO




“ Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo ”

según san Mateo 1, 18-24
La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.

En la vida de los hombres, por desgracia, una palabra dada cada vez vale menos. Por eso, da gusto asomarse a un mundo en el que una palabra dada tienen fuerza de ley. Un mundo en el que, por obra y gracia del amor, la palabra vale más que montañas de documento. En el que uno ama tanto al otro, que está seguro de que nunca va a ser engañado. Éste es, precisamente, el estilo, el sello de toda la obra de Dios. 


 El trozo de evangelio de este último domingo de adviento nos muestra hasta qué punto Dios se fía del hombre y hasta qué punto hay hombres y mujeres que se fían de Dios. 

María se fía de Dios : por eso le da su “si” a todo un plan que no acaba de comprender, y que traerá cola. Está segura de que Dios la ama, y no duda en dar su palabra. Se pone en sus manos, para lo que Él vaya queriendo. 
 José se fía de María-

En el Evangelio de hoy nos destaca a San José, obediente a la voluntad de Dios, “hizo lo que había mandado el ángel”, nos adentraremos en contemplar a S. José a través de las palabras del Papa Francisco, pronunciadas en el Ángelus del día 22 de diciembre de 2013: “En este cuarto domingo de Adviento, el Evangelio nos relata los hechos que precedieron el nacimiento de Jesús, y el evangelista Mateo los presenta desde el punto de vista de san José, el prometido esposo de la Virgen María.

José y María vivían en Nazaret; aún no vivían juntos, porque el matrimonio no se había realizado todavía. Mientras tanto, María, después de acoger el anuncio del Ángel, quedó embarazada por obra del Espíritu Santo. Cuando José se dio cuenta del hecho, quedó desconcertado. El Evangelio no explica cuáles fueron sus pensamientos, pero nos dice lo esencial: él busca cumplir la voluntad de Dios y está preparado para la renuncia más radical. En lugar de defenderse y hacer valer sus derechos, José elige una solución que para él representa un enorme sacrificio{…} Una prueba semejante a la del sacrificio de Abrahán, cuando Dios le pidió el hijo Isaac (cf. Gn 22): renunciar a lo más precioso, a la persona más amada. 



 Pero, como en el caso de Abrahán, el Señor interviene: encontró la fe que buscaba y abre una vía diversa, una vía de amor y de felicidad{…}

 Este Evangelio nos muestra toda la grandeza del alma de san José. Él estaba siguiendo un buen proyecto de vida, pero Dios reservaba para él otro designio, una misión más grande. José era un hombre que siempre dejaba espacio para escuchar la voz de Dios, profundamente sensible a su secreto querer, un hombre atento a los mensajes que le llegaban desde lo profundo del corazón y desde lo alto. No se obstinó en seguir su proyecto de vida, no permitió que el rencor le envenenase el alma, sino que estuvo disponible para ponerse a disposición de la novedad que se le presentaba de modo desconcertante. Y así, era un hombre bueno. 
No odiaba, y no permitió que el rencor le envenenase el alma. ¡Cuántas veces a nosotros el odio, la antipatía, el rencor nos envenenan el alma! Y esto hace mal. No permitirlo jamás: él es un ejemplo de esto. Y así, José llegó a ser aún más libre y grande. Aceptándose según el designio del Señor, José se encuentra plenamente a sí mismo, más allá de sí mismo. {…}






NOSOTROS

 Pues a las puertas del misterio de la Navidad qué mejor don y regalo que seguir apostando por la confianza: confiar a pesar de los palos que nos da la vida, de los problemas, de las tradiciones, de los desengaños... Confiar en la vida, confiar en uno mismo, confiar en los demás, confiar en Dios. 

Nos disponemos entonces a celebrar la Navidad contemplando a María y a José: María, la mujer llena de gracia que tuvo la valentía de fiarse totalmente de la Palabra de Dios; José, el hombre fiel y justo que prefirió creer al Señor en lugar de escuchar las voces de la duda y del orgullo humano. Con ellos, caminamos juntos hacia Belén.”


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