Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,1-12)
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: «Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
El primer discurso de Jesús al pueblo, en el Evangelio de Mateo, son las Bienaventuranzas. Y es que el programa de vida cristiana no podía empezar de otra manera sino como una llamada a la dicha ocho veces repetidas.
Las Bienaventuranzas invitan a descubrir, en el fondo de las situaciones exteriormente menos desfavorables una plenitud de vida.
Ya todo es distinto y la alegría está asegurada pues Dios ha intervenido en la historia, y desde entonces, el hombre no nace ya en un mundo hostil, sino en un mundo traspasado por una promesa: ¡somos eternos! Conocemos “los dramas del mundo”, sus angustias, su proyectos, sus fracasos, sus enfrentamientos y dificultades.
Pero somos dichosos, pues sabemos que Dios teje la tela de su gracia a través de esta traba de enfrentamientos dolorosos. El tiempo en que vivimos forma parte de una eternidad que Dios tiene bajo su mano ¡Guiado por su Espíritu de amor!
Dichosos los locos de Dios que aceptan poner el mundo boca abajo y hacen de las Bienaventuranzas una fuerza de cambio.
Las bienaventuranzas, en cada una de ellas describen el rostro de Jesucristo, Él es un modelo de cada una de ellas. Nos propone un camino de felicidad pero “chirria” con lo que el mundo ofrece para ser feliz.
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