SÁBADO
“ Señor, muéstranos al Padre y nos basta ”
según san Juan 14, 7-14
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre.
Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto». Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí?
Escuchar a Jesús es escuchar al Padre. Palpar a Jesús es palpar al Padre. Se trata de que Dios, el Invisible (Jn, 1,18), se ha hecho “visible” en Jesús. Y esto es suficiente para llenar una vida de felicidad plena, rebosante, y contagiosa. Para disfrutar de esta experiencia hay que conocer a Jesús.
Y en la biblia el verbo conocer es algo más que saber cosas. Es hacer experiencia de relación, de amistad, de intimidad.
Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras.
El que escribe estas cosas es el discípulo amado que ha descansado su cabeza sobre el pecho de Jesús. Para ir al Padre solo hay un camino: JESÚS.
Y como nunca podemos abarcar a Jesús, siempre estamos en camino, nunca podemos decir que ya hemos llegado.
Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre.
No hay un cristiano hecho sino que cada día se va haciendo. A los apóstoles les llamamos “discípulos” porque siempre estaban aprendiendo de Jesús.
Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».
La obra de Cristo no se acaba en él. Los discípulos, imitaran al Viviente, realizarán las mismas obras que él realizó, y aún mayores. Cristo muere, y los discípulos se levantan. Habitados por el Espíritu, proclaman la resurrección y confirman que el amor es más fuerte que la muerte.
VIERNES
“ Yo soy el camino y la verdad y la vida ”
Al final de la última cena, los discípulos comienzan a intuir que Jesús ya no estará mucho tiempo con ellos. La salida precipitada de Judas, el anuncio de que Pedro le negará muy pronto, las palabras de Jesús hablando de su próxima partida, han dejado a todos desconcertados y abatidos. ¿Qué va a ser de ellos?
según san Juan 14, 1-6
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar.
Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros.
Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».
Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».
el Señor se nos presenta como EL CAMINO. Para ir adonde va Jesús, hay que ir a través de Jesús. «Jesús es nuestro camino» significa ir configurándonos con Él. Es decir: obrar como él, llevar una vida como la suya, dejarnos mover por un amor como el suyo.
Para llegar a la plenitud solo lo podemos hacer de la mano de Jesús, no podemos alcanzarla si lo queremos hacer por otro medio, Él es el camino, el verdadero camino, el único camino.
Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí».
Él viene a iluminar nuestras vidas y nuestro obrar, a sacarnos de la gran confusión y a fundamentar nuestras vidas en grandes infalibilidades. Él es la VERDAD,
Y la VIDA. Una vida en plenitud, una vida en Dios.
Jesús capta su tristeza y su turbación. Su corazón se conmueve. Olvidándose de sí mismo y de lo que le espera, Jesús trata de animarlos: «No os inquietéis. Confiad en Dios y confiad también en mí». Más tarde, en el curso de la conversación, Jesús les hace esta confesión: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie puede llegar hasta el Padre sino por mí». No lo hemos de olvidar nunca.
JUEVES
“ El que recibe a quien yo envíe me recibe a mí ”
san Juan 13, 16-20
Cuando Jesús terminó de lavar los pies a sus discípulos les dijo: «En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía.
Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica.
el que recibe a quien Jesús envía, lo recibe a él; y el que recibe a Jesús, recibe al que lo ha enviado, Dios Padre.
Esto es tanto como decir que una chispa de amor brota del Padre y se transmite al Unigénito enviado a salvar el mundo y del Cristo redentor a cada uno de sus discípulos que la portan como una llamita vacilante, débil, arriesgándose a que un mal viento la apague y los deje otra vez en tinieblas:
No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: “El que compartía mi pan me ha traicionado”.
Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy. En verdad, en verdad os digo: el que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado».
Jesús quiere, en el discurso de despedida de sus apóstoles, recordarles que ellos llevan la luz que Cristo ha venido a traer a la tierra. Nosotros, como seguidores suyos, también somos portadores de esa luz al mundo, pero no somos más importantes que los que viven en tinieblas, porque nos envía Jesús. Y al Verbo hecho carne lo envía el Padre, principio y fundamento de todo cuanto existe.
MIERCOLES
“ Hace tanto que estoy con vosotros ¿y no me conoces? ”
Evangelio según san Juan 14, 6-14
En aquel tiempo, dijo Jesús a Tomás: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí». «Si me conocéis a mi, conoceréis también a mi Padre.
Jesús enseña a sus discípulos la triada de su esencia: Camino, Verdad y Vida. El Evangelio no lo escribe con mayúsculas, pero a nosotros conviene resaltarlo para que no nos quepan dudas de que Jesucristo es el Camino para ir al Padre, es la Verdad que resplandece y la Vida que plenifica. Hijo y Padre son un mismo Dios en comunión con el Espíritu Santo.
Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre" ? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí?
Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras, Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
Pero a nosotros, como a Felipe, nos cuesta entenderlo. Porque nosotros también llevamos muchos años llamándonos cristianos, siguiendo a Cristo, pero sin comprender del todo que el Padre y el Hijo son uno. «Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia», dice abiertamente para que no quepan dudas, para que no quepan dudas de la naturaleza divina encarnada. Jesús lanza una advertencia, casi implorando: si no me creéis a mí, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».
Señor, necesito un mayor y mejor conocimiento del Padre. Él es el principio de todo bien y será el término final de todo. Él es la causa y origen de nuestra felicidad y también la meta final hacia la que nos dirigimos. Pero este origen y esta meta necesitan un camino. Y ese camino eres Tú, Señor, el hijo amado del Padre. Enséñanos a amar al Padre, a descansar en el Padre, a poner también, como Tú, nuestra alma en sus manos antes de morir.
MARTES
Lectura del santo evangelio según San Juan (10, 22-30)
Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso?
Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente». Jesús es aquel que es capaz de mantenernos en vilo. Jesús no pasa nunca indiferente ante nosotros. Él mantiene un interés, una búsqueda, una inquietud. Su misma vida nos invita a preguntarnos: ¿Quién es éste El mismo evangelio de hoy nos da la respuesta: Es aquel que es capaz de ofrecer a los mortales una “vida eterna”
Jesús les respondió: «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí.
La vida, la vida auténtica, la vida en plenitud, la vida eterna, sólo la tenemos a través de Jesús. Él nos pone en relación con el Padre y con nuestros hermanos.
Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.
Jesús nos invita a ser sus discípulos, pero para serlo debemos dejarnos atraer por el Padre hacia Él. Y la oración humilde del hijo, que nosotros podemos hacer, es: Padre, atráeme a Jesús; Padre, llévame a conocer a Jesús, y el Padre enviará al Espíritu para abrirnos los corazones y nos llevará a Jesús.
Mi Padre, lo que me ha dado, es mayor que todo, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».
Señor, hoy quiero acercarme al evangelio con un corazón “ensanchado” porque eres Tú mismo el que me invitas a pedir no sólo vida, sino “vida eterna”. Yo pequeño, yo frágil, yo caduco, yo mortal, puedo atreverme a pedirte “vida eterna”. Si lo hago es porque Tú, Señor, me invitas a hacerlo. Gracias, Señor, por esta gran oferta que me haces: vivir para siempre, amar para siempre, gozar para siempre, ser feliz para siempre. LUNES
LUNES
Hoy, día primero de mayo, la Iglesia celebra la fiesta de San José obrero. Aquel hombre bueno, servicial, justo, que Dios eligió para que hiciera de padre de su Hijo aquí en la tierra. No era un doctor en la Ley, ni un sabio, ni un rico, sino un “carpintero”, un humilde trabajador.
Él enseñó a Jesús a trabajar en el taller, a ganar el pan con el sudor de su rostro. Jesús podía enseñar unas manos encallecidas con el trabajo. Oremos hoy por todos los trabajadores del mundo; para que su trabajo sea justo y les realice como personas. Y rezamos especialmente por tantos jóvenes que no tienen trabajo y se sienten frustrados.
Evangelio: Mateo 13, 54-58
En aquel tiempo viniendo Jesús a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: «¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros?
¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?
San José, guardián de Jesús y casto esposo de María, tú empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber. Tú mantuviste a la Sagrada Familia de Nazaret con el trabajo de tus manos.
Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros?
Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?»
Los nazarenos santificaban el sábado asistiendo a la liturgia, escuchando la Palabra de Dios y aprobando o reprobando al comentarista de turno. Hoy están maravillados ante las palabras de Jesús. Pero hay algo que no entienden. Tanta excelencia en el hijo del carpintero de Nazaret les resulta sospechosa: ¿De dónde saca todo eso? Aquellos nazarenos reaccionan como reaccionamos todos.
Y se escandalizaban a causa de Él.
Mas Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio».
Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe.
Él siendo Dios, no le importó pasar por este mundo sin ostentar ningún título divino, haciendo uso únicamente del título tan sencillo y tan vulgar como “el hijo del carpintero”. Así Jesús honra a todos los trabajadores del mundo y se siente orgulloso de San José, el humilde carpintero de Nazaret.
DOMINGO
“ El Pastor auténtico da la vida por sus ovejas ”
En las comunidades cristianas necesitamos vivir una experiencia nueva de Jesús reavivando nuestra relación con él. Ponerlo decididamente en el centro de nuestra vida. Pasar de un Jesús confesado de manera rutinaria a un Jesús acogido vitalmente. El evangelio de Juan hace algunas sugerencias importantes al hablar de la relación de las ovejas con su pastor.
san Juan 10, 1-10
En aquel tiempo, dijo Jesús: «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas.
Es importante, además, sentirnos llamados por Jesús «por nuestro nombre». Dejarnos atraer por él. Descubrir poco a poco, y cada vez con más alegría, que nadie responde como él a nuestras preguntas más decisivas, nuestros anhelos más profundos y nuestras necesidades últimas.
A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera.
Es decisivo «seguir» a Jesús. La fe cristiana no consiste en creer cosas sobre Jesús, sino en creerle a él: vivir confiando en su persona; inspirarnos en su estilo de vida para orientar nuestra propia existencia con lucidez y responsabilidad.
Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas.
Es vital caminar teniendo a Jesús «delante de nosotros». No hacer el recorrido de nuestra vida en solitario. Experimentar en algún momento, aunque sea de manera torpe, que es posible vivir la vida desde su raíz: desde ese Dios que se nos ofrece en Jesús, más humano, más amigo, más cercano y salvador que todas nuestras teorías.
Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».
Cristo es nuestro Pastor y nosotros somos su rebaño, llamados a participar en su admirable victoria sobre el pecado y la muerte (
A través del bautismo nos integramos en la Iglesia, su rebaño (1 lect.), y hemos vuelto al pastor y guardián de nuestras vidas (2 lect.). Por eso, podemos siempre cantar llenos de confianza en Cristo: «El Señor es mi pastor, nada me falta». Él nos da su gracia en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía, cuya mesa abundante nos prepara cada domingo Y, entrando por Él, la Puerta de las ovejas, nos salvaremos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario