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jueves, 18 de mayo de 2023

ESTAR ALEGRE

según san Juan (16,16-20) 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver.» 



Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría

Hoy el Evangelio nos invita no tanto a hablar de la presencia de Dios cuanto de su ausencia. ¡Necesitamos redescubrir su ausencia! 

¿Llegaremos a comprender lo suficiente que la Ascensión del Señor nos ha establecido en una fe donde la ausencia es el signo de la verdadera presencia? Jesús se va para que sigamos caminando en su búsqueda y así su ausencia nos engendre en la verdadera fe. 

Jesús contrapone alegría y tristeza. No sólo en el plano temporal, marcado por su ascensión y su posterior parusía, sino también en el plano espiritual. 

Hay implícita una contraposición entre los valores del mundo y los de Cristo que da pie a una feroz oposición que no se le oculta a Jesús en el propio ánimo de sus discípulos. La alegría mundana tiene que ver con el reconocimiento personal: me veo a mí mismo como amado por todos gracias a la riqueza, al conocimiento o al prestigio social que tesoro. 

La alegría cristiana tiene que ver con el conocimiento de que Dios me ama con infinita dulzura con independencia de las circunstancias en que se desenvuelva mi vida. No es un amor retributivo, que paga por el éxito o la fama, sino incondicionado, por ser mero hijo suyo. Cuando seas capaz de entender esto, que el Padre te ama tan locamente que ha entregado a su Hijo para que te rescate, serás el hombre más feliz del mundo y tu tristeza se tornará alegría.

Es como el amor que puede llegar a resultar peligroso cuando nos hace correr el riesgo de dormirnos al calor del instante presente: a veces es vital para los amantes alejarse el uno del otro.

 En adelante, la presencia de Cristo está oculta en su cuerpo que es la Iglesia y estará con nosotros hasta el fin del mundo, porque el mundo es el lugar en que se edifica su Cuerpo, mientras llega la Plenitud, que excederá todos nuestros cálculos.



 Estamos llamados a ver en los rasgos de la Iglesia el rostro del Amado y en la alegría la mejor expresión de que Cristo sigue vivo en medio de su Pueblo

La Resurrección del Señor fundamenta la alegre esperanza de la nuestra.

 Es necesario por tanto, aprender a ver con ojos de esperanza los dolores de esta vida. Los dolores no nos faltarán pero tampoco los consuelos y las ayudas de Dios. En lugar de preguntarnos el ¿por qué? del sufrimiento, deberíamos hacer como nos recuerda el Papa que nos invita a preguntarnos el ¿para qué?

 Recuerda que la historia que lleva el Señor con nosotros es una historia de amor y de salvación. Dios busca nuestra plenitud y busca nuestro bien, no es un Dios masoquista que disfrute con el sufrimiento, pero sin embargo, si sabe iluminar nuestros sufrimientos, y nos da la fuerza para que se puedan convertir en medicina de nuestras heridas, no nos deja solos en ningún momento por el que podamos estar pasando, se nos hace compañero de camino y nos ayuda a que se puedan convertir en gracia y bendición. Nunca se alía con el mal, aunque del mal pueda sacar bien.



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