YA ES SEMANA SANTA

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viernes, 21 de octubre de 2022

PARABOLA DE LA HIGUERA

 


«Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?”. Pero el viñador respondió: “Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”»



Mateo y Lucas escriben sobre esta parábola
A la higuera del Evangelista Mateo no se le da ninguna oportunidad: ¡Que nunca jamás brote fruto de ti! (Mt 21, 19). 
Pero Mateo escribe para cristianos procedentes del pueblo de la antigua alianza; alianza que concluye con la muerte de Jesús, cuando el velo del templo se rasga en dos, de arriba abajo (Mt 27, 51). 


Lucas escribe para quienes formamos el nuevo pueblo de Dios; ahora la norma suprema es la misericordia; misericordia que se mantiene de generación en generación, un año sí y otro también. Únicamente la misericordia nos mantiene con vida.
 Aunque no damos frutos no somos destruidos. Al contrario, somos cuidados de manera más exquisita. Como la oveja descarriada que el pastor pone sobre sus hombros. 
Los santos han sentido vivamente la propia esterilidad y han sentido, sobre todo, la infinita paciencia y misericordia de Dios hacia ellos. Santa Teresa se dirige al Señor con estas palabras: Con regalos grandes castigabais mis delitos.


la parábola de la higuera estéril, que resalta la paciencia y la misericordia de Dios frente a la impaciencia del que no encuentra los frutos que esperaba y quería cortar del todo la higuera. 

Con cuánta facilidad nosotros también tendemos a interpretar los momentos difíciles de la vida como castigo divino, ya sea para nosotros mismos o para los demás; qué tranquilizador es pensar que a los demás les va mal porque se lo merecen, así nos sentimos mejores. En cambio, Jesús nos invita a interpretar los acontecimientos desde otra clave, la de la constante llamada a la conversión que nos hace un Dios paciente y misericordioso, que quiere nuestro bien y lo busca de mil maneras cada día, sin impacientarse ni rendirse.
Señor, hoy he descubierto muchos errores en mi vida; pero ante todo me interesa fijarme en uno: reconozco que, después de tantos años intentando ser cristiano, no lo he conseguido. No sólo no conozco tus proyectos, tus ideales, tus pensamientos, tu manera de enfocar la vida, sino que no te conozco a Ti como el Dios del amor. Pienso que las desgracias son castigo tuyos sin valorar tu amor y misericordia. 

No acabo de fiarme de Ti, de abandonarme en tus brazos, de descansar en tu corazón de Padre. El día que me crea de verdad esto, seré el hombre más feliz del mundo. ¡Ayúdame, Señor!

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