La fe es un don. Un regalo que hay que ir cuidadosamente descubriéndolo
La fe, como regalo, no se compra, se oferta ni se vende en la tienda de la esquina. No se anuncia en grandes pantallas ni en las principales plataformas comerciales. Ese, justamente, es el camino contrario para dar con ella.
Para conseguirla hay que aprender a mirar en el horizonte del cielo. Lo contrario, el escaparate del mundo, nos la quita. O, por lo menos, nos dificulta llegar y pensar en esa otra fe que es aventura, amor por lo invisible y confianza por lo que aún no viéndose se palpa y se guarda en el corazón.
Todos tenemos fe en algo o en alguien; el niño en sus padres; el estudiante en sus profesores; el científico en sus experimentos, etc. Pero, la fe de la que nos habla el Evangelio, es una fe que rebasa con creces los límites caducos de esas otras pequeñas confianzas que tenemos en las personas o en las cosas. La fe de los apóstoles es una fe mucho más amplia y rica que la fe en las pequeñas cosas.
AUMÉNTANOS LA FE
Para que disminuya nuestro egoísmo y crezca nuestra disponibilidad
Para que se agigante nuestra confianza y se achique nuestra incredulidad
Para que suba el termómetro de nuestra oración y se debilite nuestro olvido de Ti
AUMÉNTANOS LA FE
Para que la esperemos como un regalo y no como algo viejo y caduco
Para que la vivamos con entusiasmo y no como lección aprendida
Para que se robustezca nuestro interior y desaparezca nuestro orgullo
AUMÉNTANOS LA FE
Porque queremos ser tus testigos
Porque tememos perderte
Porque a nuestro lado surgen dificultades
Porque no siempre vemos todo claro
Porque seguirte es exigente
Porque amarte es negarnos a nosotros mismos
Porque queremos verte, sin necesidad de verte
Porque queremos que nos ilumines para no perderte
AUMÉNTANOS LA FE Y, si ves que aumentamos en otras cosas, haz, Señor, que Tú seas más importante que la suma de todas ellas juntas. Amén.
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