YA ES SEMANA SANTA

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viernes, 18 de junio de 2021

SEMANA XI DEL TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO

“ No os agobiéis por el mañana ”



según san Mateo 6, 24-34 

El Señor nos invita a tener una mirada contemplativa de la creación. ¡Mirad los lirios del campo! Son una verdadera maravilla. Nuestra vista se recrea con sus colores tan bellos y nuestro cuerpo con sus perfumes tan exquisitos. Y todo como regalo del Padre.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Nadie puede servir a dos señores. Porque despreciará a uno y amará al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo.

 No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: No estéis agobiados por vuestra vida pensando qué vais a comer, ni por vuestro cuerpo pensando con qué os vais a vestir. 

¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta.

 ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?

 ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. 

¿Cómo crecen los lirios? No necesitan la presencia de un campesino que tire de ellos sino sólo la presencia silenciosa del Padre que, en el momento oportuno, envía el sol, el aire, y la lluvia, es decir, sus caricias de Padre.

Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? 

No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.

Y si Jesús recrea su vista en la contemplación de la Naturaleza, ¿cómo no va a contemplar la obra suprema de la naturaleza, que es el hombre?

 Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le basta su desgracia».

Jesús goza contemplando a una persona que ha puesto todo su corazón en Dios, su Dueño y Señor. Mientras vivimos no debemos ser egoístas, pensando sólo en nosotros mismos. Pensemos en Dios, nuestro Padre Bueno, que ha creado todo por amor.


Pensemos en alabarle, bendecirle, agradarle. Caigamos en la cuenta de lo maravilloso que debe ser una vida entregada a Dios y a los hermanos, sin pensar en otra recompensa que el agradar a DIOS en todo.

VIERNES

“ Donde está tu tesoro allí estará tu corazón ”


Hay en este evangelio dos palabras muy unidas: tesoro y corazón. Si preguntamos cuál fue el verdadero tesoro de Jesús, sin duda, el verdadero tesoro de Jesús fue su Padre. Nos dice San Juan que, desde toda la eternidad, el Verbo estaba volcado, inclinado, gravitando junto al Padre (Jn. 1,1).

según san Mateo 6,19-23

 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No atesoréis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. 

Y esta actitud la mantuvo también aquí en su vida mortal. El hacer la voluntad del Padre, el dar gusto al Padre ha sido el móvil de su vida, ha sido la razón de su existencia. Y, junto a este tesoro, Jesús ha tenido otro: guardar como un verdadero regalo a los que el Padre le ha entregado:

Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los roen, ni ladrones que abran boquetes y roban.

Entonces, ¿dónde ha puesto Jesús su corazón? En el amor al padre y en el amor a nosotros que somos “regalos del Padre”. Siendo esto así ahora no nos extraña que Jesús insista en que debemos tener siempre el corazón libre para amar a Dios y amar a los hermanos.

 Porque donde está tu tesoro allí estará tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras.

 Si, pues, la luz que hay en ti está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!».


Señor, en el evangelio de este día nos hablas de un tesoro. Y para mí, el único tesoro de mi vida eres Tú.

 Me pregunto: ¿Y qué pasaría de mí si Tú no estuvieras? Mi vida sería una vida malograda, una vida sin sentido. ¿Dónde dirigir mi mirada si no pudiera verte? ¿Dónde inclinar mis oídos si no pudiera oírte? ¿Hacia dónde elevar mis brazos si no fueras mi norte? ¿En quién inclinaría mi cabeza cansada si tu corazón estuviera ausente? Sólo en Ti descansa mi alma.

JUEVES

“ Danos hoy el pan nuestro ”



según san Mateo 6,7-15 

Tal vez el haber dejado la oración sea uno de los males peores de nuestro cristianismo actual. La oración cristiana es sumamente fácil: sólo hace falta una cosa: “dejarse querer por Dios”.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. 

Cuando Jesús subía al monte a orar se sentía fuertemente atraído por la ternura del Padre. Para Jesús, orar era algo así como “empaparse de cariño”. Por eso, al querer expresarnos esa experiencia, tiene que acudir a la palabra aramea ABBA.

Vosotros orad así: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos han ofenden, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal”. 

Cuando Jesús nos enseñó esta sublime oración no nos dejó una doctrina sino una experiencia suya con el Padre. Orar es hacer experiencia de Dios, sentirse amado, abrazado, estrechado por nuestro Padre.

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».


Hoy, Señor, te pido que me enseñes a orar. Los judíos rezaban mucho, pero estaban muy lejos de la oración de Jesús. 

Yo te pido que me enseñes a orar como Tú orabas: con aquella sencillez, humildad, confianza y ternura con que un niño habla con su Papá. De esta manera mi oración me llevará hasta el mismo corazón del Padre.

MIÉRCOLES

“ Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres ”

Vivimos en el mundo de la imagen.
 Los productos que no se anuncian en T.V no se venden. Y las personas que no salen nunca en la pequeña pantalla no son importantes. Por eso nuestro mundo se alimenta de cosas superficiales. Importa más el aparentar que el ser; interesa más la fachada que el interior de la casa; y estamos más pendientes del qué dirá la gente, que del qué dirá Dios

según san Mateo 6,1-6.16-18 
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial.
 Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa. 

Jesús no vive pendiente de su imagen, al contrario. Vivió feliz en el anonimato: “pasó por la vida como uno más, como uno de tantos” (Fil. 2,7). Por eso no podía soportar a los hipócritas, a los fariseos, a todos los que obraban para ser vistos por los hombres. Y luchó para que no se usara la religión –limosna, ayunos, oración- para prestigio personal. Jesús nos dice que a Dios hay que buscarlo “en lo secreto, en lo escondido”.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará 
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. 

En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará. 
Por eso no hay que salir fuera para encontrarnos con Dios. Jesús nos remite a lo escondido del corazón, donde habita Dios. Ahí está nuestro verdadero tesoro, nuestra perla más fina, nuestro manantial más profundo. Encontrar ahí al verdadero Dios es nuestra mejor recompensa.

Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará». 




 MARTES

“ Amad a vuestros enemigos ”


según san Mateo 5,43-48 

Un paso más en ese camino de perfeccionamiento que Jesús pone por delante de sus discípulos.

En este evangelio el Señor nos manda “hacer lo posible y pedir lo imposible”. Lo posible es ir avanzando, con esfuerzo, en el terreno de nuestros comportamientos. Y, dentro de ellos, está el intentar no hacer daño a nadie, y el ayudar al que se encuentra en una situación límite y necesita nuestro apoyo.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. 

 Los cristianos tienen que distinguirse por una mirada compasiva hacia el que los odia, a imitación del Padre celestial que hace salir el sol para malos y buenos y envía la lluvia para justos e injustos.

Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. 

Es imposible el amar a nuestros enemigos. Si un día resulta que nos sale del corazón el quererlos es por puro don, por puro regalo de Dios. Y la oración llega hasta eso.

Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos?

 Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».

Se trata, como escribirá Pablo, de no dejarse vencer por el mal, sino vencer al mal con el bien.
Señor, que propone amar sin reciprocidad, sin esperar nada a cambio, sin tener ningún motivo por el que amar a quien -en los cálculos humanos- no se lo merece, simplemente a imagen de la gratuidad con que Dios manda la lluvia y hace salir el sol cada día sin excluir a ninguno de sus hijos de sus beneficios ni exigir nada a cambio.

LUNES

“ A quien te pide, dale ”



según san Mateo 5, 38-42 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”.

En la lectura evangélica (Mt 5,38-42), Jesús continúa su catequesis sobre la nueva interpretación de la Ley basada en el Amor. “

 Pero os digo: no hagáis frente al que os agravia. 

Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehuyas».

Qué difícil nos lo plantea Jesús! Difícil cuando lo vemos desde la perspectiva del mundo secular que nos llama a “dar a cada cual según se merece”, al éxito, al confort, a acumular posesiones, al egoísmo; la cultura del “yo”. 

Pero para el que ha tenido un encuentro personal con Jesús y ha conocido su Amor, esa exhortación de parte de Jesús resulta fácil, y hasta lógica.

Cuando Dios se convierte en el centro de nuestras vidas, todo adquiere un nuevo significado al punto que todo lo demás lo estimamos “basura”

 Y tú, ¿has tenido un encuentro personal con Jesús? Él te ha llamado por tu nombre y tan solo está esperando tu respuesta. Anda, ábrele la puerta. Y cuando te diga: “Sígueme”, no lo pienses; ¡síguelo! Créeme, no te arrepentirás.


 Y tú, ¿has tenido un encuentro personal con Jesús? Él te ha llamado por tu nombre y tan solo está esperando tu respuesta. Anda, ábrele la puerta. Y cuando te diga: “Sígueme”, no lo pienses; ¡síguelo! Créeme, no te arrepentirás.

DOMINGO

“ La semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo ”

Dejando atrás las celebraciones litúrgicas de Pentecostés, la Santísima Trinidad y Corpus Christi, la liturgia dominical retoma el tiempo ordinario, y la lectura evangélica de hoy (Mc 4,26-34) nos presenta dos parábolas, ambas relacionadas con la agricultura

según San Marcos 4, 26-34

En aquel tiempo, Jesús decía al gentío: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».

Así es el Reino de Dios, como una semilla viva que hay que sembrar. No nos podemos cruzar de brazos. Hay que sembrar, hay que arriesgarse. Y el campo en que hemos de sembrarla son las almas de los que nos escuchan anunciar ese Reino. ¡Tenemos que sembrar!

Dijo también: «¿Con qué compararemos el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos?

Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden anidar a su sombra». Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.

Ninguna semilla es demasiado pequeña. Si hemos recibido la Palabra de Dios anunciando el Reino, tan solo tenemos que arriesgarnos, atrevernos a regar la semilla. No olvidemos que esa Palabra tiene poder creador, capaz de hacerla germinar aún en las condiciones más desfavorables.

El mensaje de Jesús es consistente: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación” (Mc 16,15).
 No me canso de repetirlo: ¡Atrévete!




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