YA ES SEMANA SANTA

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jueves, 24 de junio de 2021

SEMANA XII DEL TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO

“ ¿Quién soy yo? ”




según san Mateo 8,5-17 

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: «Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho». 

La alabanza espontanea de Jesús a la fe nueva y joven del Centurión, un pagano, un hombre rechazado por los judíos, me descubre la fe que agrada a Dios, la que le provoca admiración.

contestó: «Voy yo a curarlo». Pero el centurión le replicó: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. 

Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le dijo a uno: "Ve" y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace». Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe.

La fe farisaica, la fe del sacerdote y el levita que bajan del templo y pasan de largo ante un hombre que yace en el suelo medio muerto al borde del camino, no agrada a Dios

 Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac: y Jacob en el reino de los cielos; en cambio, a los hijos del reino los echarán fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes». 

La fe sencilla del samaritano que se detiene ante ese hombre que sufre, y le ofrece su vino y su aceite; y él mismo le monta en la cabalgadura y le paga al posadero, ésa agrada a Dios.

Y dijo al centurión: -«Vete; que te suceda según has creído». Y en aquel momento se puso bueno el criado.

Jesús nos dice que no podemos ir a Dios dando rodeos al hombre. Jesús alaba la fe del centurión porque éste cuida a su criado, lo trata como persona, y disfruta de poder recuperarlo sano. 

La suegra de Pedro, tan pronto como ha sido curada, se pone a servir. La religión de Jesús nos humaniza, nos pone al servicio de los demás, nos hace sensibles ante el dolor y sufrimientos de nuestros hermanos. Y esta es la fe que agrada al Padre.

 Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a su suegra en cama con fiebre; le tocó su mano y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirle. 

La suegra de Pedro, tan pronto como ha sido curada, se pone a servir. La religión de Jesús nos humaniza, nos pone al servicio de los demás, nos hace sensibles ante el dolor y sufrimientos de nuestros hermanos. Y esta es la fe que agrada al Padre.

Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él, con su palabra, expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías: «Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades».



Señor, qué bonita la expresión de aquel centurión: “No soy digno de que entres en mi casa”. Es una fórmula que repito todos los días antes de comulgar; pero puede convertirse en una fórmula vieja, fría, carente de sentido.

 Lo que hace que esta fórmula esté siempre viva y agrade a Dios es la fe. No una fe gastada, al estilo de los judíos del tiempo de Jesús, sino una fe joven, sincera, confiada y comprometida, al estilo del Centurión. Dame, Señor, esta fe.

VIERNES

“ Si quieres puedes limpiarme ”


Jesús sube no atraído por el aire sano de la montaña ni por el intenso olor de las flores en primavera, sino por el inmenso e infinito amor del Padre. Algo grande, inefable, misterioso ocurre siempre que Jesús se interna en el silencio de la noche y abre su corazón a la ternura infinita del Padre. Para Jesús esta oración es una fuerte atracción, una imperiosa necesidad, una íntima y gozosa experiencia.

según san Mateo 8,1-4

Jesús baja al valle donde están los problemas de la gente. Y, en este caso, se encuentra con un problema terrible, el de la enfermedad de la lepra.

 Al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente. En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme».

Y aquí está Jesús para sanarlo todo. Le cura la lepra y deja ya de sufrir físicamente. Lo manda al sacerdote para que certifique que está curado y así pueda ya insertarse en la sociedad.

 Extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero, queda limpio». 

Y, sobre todo, le cura de la enfermedad más terrible, la de creer que Dios está lejos de él.

Y en seguida quedó limpio de la lepra. 

Y Jesús le dice que Dios está tan cerca de él que le toca. Ese gesto por parte de Jesús es para expresarle con un apretón de manos, lo equivocado que estaba cuando se creía lejos de Dios. Dios no se contagia al tocar de cerca nuestras miserias y nuestras enfermedades.

Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».



Señor, me llama la atención esta bajada del monte de la Bienaventuranzas. Qué distinta de aquella bajada de Moisés del monte Sinaí entre truenos, relámpagos, miedos y castigos. Jesús, bajas de la montaña de Dios, pero un Dios Padre, lleno de compasión y de ternura. 

No bajas para castigar sino para salvar; no bajas para meter miedo, sino para dar confianza; no bajas porque no te lo pases bien en el monte, sino porque los hombres y mujeres que están en el valle te necesitan. Que yo sepa bajar de la contemplación a la acción.

JUEVES

“ Se va a llamar Juan ”



según san Lucas 1, 57-66. 80 

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella. 

A los ocho días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo: «¡ No! Se va a llamar Juan». 

Y le dijeron: «Ninguno de tus parientes se llama así». Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase.

 Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre» Y todos se quedaron maravillados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. 

Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo: «Pues ¿qué será este niño?». Porque la mano del Señor estaba con él. 

El niño crecía y se fortalecía en el espíritu, y vivía en lugares desiertos hasta los días de su manifestación a Israel.


Señor, te confieso que me fascina la figura de Juan y te pido que sepa imitarle en su humildad: “es la voz de otro”. Está llamado a señalar a otro que viene detrás y es más que él. Haz que el importante de mi vida no sea yo, sino que seas Tú. Que yo sólo viva para anunciarte con mis palabras y, sobre todo, con el testimonio de mi vida.

MIÉRCOLES

“ Cuidado con los profetas falsos ”



según san Mateo 7,15-20 


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. 

Según este evangelio las personas pueden ser: personas-oveja y personas-lobo. Pero es importante que sepamos distinguirlos. ¿Cómo? Sólo por las obras. La persona-lobo, aunque se disfrace de oveja, es violenta, agresiva, crea conflictos, disensiones, divisiones, enfrentamientos.

Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos?

 Así, todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. 

En cambio, la persona-oveja es tolerante, dulce, amable, comprensiva, servicial. La persona-lobo ahuyenta, separa, da miedo. La persona-oveja atrae, cautiva, siembra armonía, alegría y paz.

Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis».

Las personas-lobo, siembran el mundo de maldad, de destrucción y de muerte. Las personas-oveja, siembran el mundo de bien, de esperanza y de vida.

El evangelio de hoy nos llama a la autenticidad, a no vivir de fachada. Siempre debemos tener presentes las palabras del Señor a la Iglesia de Sardes: “Conozco tus obras: Tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto”. Y siempre estamos muertos si no vivimos del amor.

MARTES

“ ¡Qué estrecha es la puerta que lleva a la vida! ”

El evangelio de hoy nos habla de una “puerta estrecha”. En realidad para un cristiano no puede haber otra puerta que no sea Jesús. “Él es la puerta” (Jn. 10,7). Y la puerta de Jesús no puede ser otra que “la puerta del amor”.

según san Mateo 7,6.12-14

 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; no sea que las pisoteen con sus patas y después se revuelvan para destrozaros. Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas. 

Por esa puerta Jesús nos abre el acceso a un Padre maravilloso, lleno de cariño y de ternura. Y por esa misma puerta Jesús nos abre el acceso “al hombre”.

Entrad por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos.

La puerta del amor no puede ser ancha porque se cuela el egoísmo por dentro y destruye al verdadero amor. La puerta del amor es estrecha porque está hecha de sacrificio. Jesús pasó por la puerta estrecha de la Cruz, y así nos expresó con toda claridad todo lo que nos quería.

 ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos».

Pero para un cristiano la meta es más alta: el cristiano pone en el centro a Jesús. Hacer lo que hizo Jesús, pensar como pensaba Jesús, y amar como Él amó. Sólo este amor nos realiza como personas. Sólo este amor nos hace plenamente felices. “Y sabiendo como sabéis estas cosas, seréis felices si las cumplís” (Jn. 13,17). 

El saber cosas bonitas sobre el amor no nos hace felices. Pero sí nos hace felices el ponerlo en práctica como Jesús. Bendita “puerta estrecha” que nos lleva a la auténtica y verdadera felicidad.

 LUNES

“ No juzguéis, para que no seáis juzgados ”


según san Mateo 7,1-5 


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque seréis juzgados como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros.

¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?

Los prejuicios nos obnubilan, ensombrecen la mirada con una fuerza tal que no hay manera de quitárnoslos de encima. El prejuicio es la viga en el ojo propio que nos hace desenfocar todo lo que vemos. Y así agigantamos los defectos del prójimo, hacemos una montaña de cualquier cosa que nos molesta de su comportamiento, le abrimos juicio sumarísimo por cualquier falta que no dejamos pasar por alto como jueces implacables…

 ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame que te saque la mota del ojo”, teniendo una viga en el tuyo? 

Y todo nace de esa viga enorme que vela la mirada.

Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano».



Por eso la exhortación que hoy nos hace Jesús es a mirarnos a nosotros mismos, en un ejercicio de introspección que alumbre la verdad de lo que somos y cómo lo somos, antes de desparramar la mirada sobre los demás. Porque sólo cuando uno se ve a sí mismo con tantos o más pecados que los demás, la mirada sobre los otros adquirirá esa pureza, esa compasión, esa magnanimidad que salva a la persona aunque aborrezca el pecado y quien lo ha incrustado en el corazón del hermano.

DOMINGO

“ ¿Aún no tenéis fe? ”

En la lectura evangélica que contemplamos hoy (Mc 4, 35-41) comienza la narración de una serie de cuatro milagros de Jesús en presencia de sus discípulos, con exclusión de la muchedumbre que le seguía a todas partes. Jesús quiere demostrarles que el Reino a que se refería en las parábolas ya ha llegado, que está entre nosotros.

según San Marcos 4, 35-41 

En este primer milagro vemos a Jesús ejerciendo poder sobre los elementos, específicamente sobre el viento y el mar.

Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla». 

Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. 

Quiere estar a solas con ellos, pero a la vez quiere demostrarles lo difícil que ha de ser su trabajo, y la importancia de permanecer constantes en la fe, aún en medio de las dificultades.

 Abandonan Galilea y se dirigen a tierra de paganos, lugar donde aún no se ha escuchado la palabra de Dios; verdadero “territorio de misión”. 

Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. 

Él estaba en la popa, dormido sobre su cabezal. Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».

 Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio, enmudece!». 

El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».

 Se llenaron de miedo y se decían unos a otros: «¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar le obedecen!».



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