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jueves, 24 de junio de 2021

JUAN ES SU NOMRE

 

El Evangelio del día nos propone el relato del nacimiento de Juan el Bautista, solemnidad con que la Iglesia conmemora hoy la memoria del mayor de los nacidos de mujer.

La Iglesia celebra muchas fiestas de los santos a lo largo del calendario litúrgico, y estas fiestas no son celebradas en el día del nacimiento del santo, sino de su muerte, pues es la fecha de su nacimiento a la vida eterna. 

Sin embargo, por su importancia en la obra de la salvación, existen tres notorias fechas de nacimiento que conmemoramos litúrgicamente: * El nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo al encarnarse, * La Natividad de la Santísima Virgen María, que por su si posibilitó el nacimiento de Jesús, y * El nacimiento de san Juan Bautista, el precursor que cierra el Antiguo Testamento y abre el Nuevo anunciando la venida del Salvador



 Pero el relato de su natividad da paso de inmediato al relato del nombre elegido para el recién nacido. Para los hebreos, el nombre que se le imponía al niño en el momento de la circuncisión era de suma importancia. No sólo porque anudaba al recién nacido a su comunidad sino porque, en cierta forma, prefiguraba el camino de su vida. 

El Evangelista de Lucas se preocupa de contar, al inicio de su evangelio, la infancia de Juan el Bautista junto a la infancia de Jesús. Un niño que anuncia la presencia de otro niño. Un nombre -el de Juan- que es preludio de otro nombre: el de Jesús.




 Una presencia absolutamente relativa a la de otro. Un acontecimiento extraordinario, la maternidad de Isabel, que prepara otro, la maternidad de Maria. 

Una misión que deja pregustar la de Jesús: preparar el camino a Jesús. Juan Bautista con su estilo de vida "penitencial", su vivir austero y su misión de bautizar quería hacer comprender que había llegado el tiempo de cambiar de ruta, de invertir el sentido de la marcha y preparar el camino al Señor. ¡Felicidades a los que celebran hoy su onomástica!

La insistencia del matrimonio de Isabel y Zacarías en que el niño se llamara Juan, sin antecedentes en la familia para ese patronímico, es lo que dispara inmediatamente la curiosidad de los allegados “sobrecogidos” por la determinación hasta el punto de que fue la comidilla de las charlas en toda la montaña alrededor de Jerusalén. 

Y todos se hacían la misma reflexión acerca del futuro que aguardaba al pequeño Juan, nuestro San Juanito tantas veces retratado en el arte barroco con un gesto de dulzura e ingenuidad que poco tiene que ver con la tétrica representación de la cabeza del Bautista al final de sus días. 




Juan es sinónimo de fidelidad a Dios y esa condición que anticipa el nombre es lo que engatilla el interés de los vecinos: ¿de qué manera se expresará la misericordia que Dios le tiene a quien lleva el nombre de Juan?, ¿cómo alguien con ese nombre se mantendrá fiel al designio divino? 

Todo eso está resumido en ese nombre al que nuestro racionalismo cartesiano ha desposeído de cualquier valor para anticipar su vida futura. Quizá es que somos incapaces de, al contrario de aquellos montañeses coetáneos de Jesús, apreciar la mano del Señor en nuestras vidas. ¿Y tú, ves la mano de Dios en ti o en alguien de tu entorno?

El nombre escogido por Dios para el niño, Juan, significa “Dios es propicio” (o misericordioso), y también “Don de Dios”, y apunta a la inminencia e importancia del camino que Juan habrá de preparar: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”, porque Jesús llega (Cfr. Lc 3,4). 


 En esta solemnidad de San Juan Bautista, pidamos al Señor que nos ayude a discernir cuál es la misión que Él tenía en mente para cada uno de nosotros el día en que nos llamó por nuestro nombre, y existimos

 

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