DON FIDEL
Celebramos hoy la fiesta del Corpus Christi. Una de esas fiestas muy señalada en el calendario cristiano y hondamente arraigada en el pueblo de Dios, que la celebra siempre con especial piedad y devoción.
Es la fiesta en torno a la Eucaristía, en la que incluso la fe se ha hecho cultura en manifestaciones populares de las que hemos participado desde niños, con los primeros pasos de nuestra iniciación cristiana, hasta hoy.
Algunas de estas expresiones, como la solemne procesión acompañando y alabando al Señor en la Eucaristía por las calles de nuestros pueblos y ciudades, lamentablemente no podrán tener lugar este año, a consecuencia de la pandemia que estamos viviendo. Pienso con especial cariño en los niños de Primera Comunión, que tendrán que esperar unos días más para celebrarla. Pero todo ello puede convertirse, sin duda, en una ocasión de gracia para profundizar, una vez más, sobre lo esencial y lo accesorio en nuestra vida, también en la vivencia de la fe.
Todos sabemos que la fiesta del Corpus es la fiesta de la Eucaristía. En ella actualizamos la entrega completa de Jesús por amor.
En cada celebración resuenan las palabras: «habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo». Es un amor sin medida, sorprendente, gratuito, total…
Cada Eucaristía es el memorial de este amor de Dios por cada ser humano que sobrepasa todo límite imaginable. Por eso, no extraña que la Iglesia haga fiesta solemne al verse inundada de este amor y convoque a la adoración y alabanza pública de su Señor.
Y es que la Iglesia, lo sabemos, «vive de la Eucaristía».
La Iglesia se encuentra en la Eucaristía con el Amor. Dicho encuentro le sirve constantemente para purificarse y renovarse en su misión en medio del mundo. No extraña, por tanto, que la pandemia haya supuesto una prueba difícil al haber impedido la celebración presencial de la Eucaristía y haber obligado al ayuno de la Comunión sacramental.
Quiera el Señor que esta situación haya servido para acrecentar en nosotros el deseo de la Eucaristía y la necesidad de profundizar en su auténtico misterio y significado. Y que también nos haya llevado a valorar más el alimento de la Palabra y a querer vivir la experiencia comunitaria de la fe.
Es cierto que la celebración del Corpus Christi de este año es necesariamente singular. A los aspectos externos provocados por la crisis sanitaria, se une una crisis económica y social cuyo alcance real es todavía complicado pronosticar. Como creyentes no podemos quedar indiferentes ante esta situación social que padecemos.
No podemos olvidar que en la Eucaristía se hace presente el Misterio total de la entrega de Jesús, y ello nos ayuda a fortalecer nuestro compromiso cristiano, a crecer en comunión con el mundo en el que vivimos y a asentar nuestra vocación de servicio a imagen de Aquel que es el Servidor de todos. De esta manera, en cada Eucaristía se nos invita a ser como el peregrino del Evangelio: a salir al encuentro de los caminantes que, como los de Emaús, caminan abrumados por la tristeza y la desesperanza.
Eso es precisamente lo que Cáritas realiza siempre, y lo que de modo evidente y especial ha confirmado y hecho visible en estos últimos meses. De ahí que la celebración del Corpus esté tan vinculada a Cáritas, en el Día de la Caridad.
Porque Cáritas no es otra cosa sino la fuerza de la caridad de la comunidad cristiana que, cuando se organiza y estructura, es capaz de edificar una sociedad más justa cimentada sobre la dignidad de cada persona. Cáritas, a través de sus programas y proyectos, se aproxima a toda persona vulnerable y excluida para, de una manera integral y desde la pedagogía del acompañamiento y del amor, ayudarle a crecer hasta conseguir su pleno desarrollo humano. Así, durante este tiempo, Cáritas ha significado para muchos la mano amiga que escucha, que comparte, que promueve y apoya, que lucha y transforma, que ora porque reconoce sus límites y su pequeñez.
Hoy Cáritas es consciente de la importancia de cada persona para hacer una cadena de solidaridad tan fuerte como el reto que hemos de afrontar en el momento presente; y por eso, te invita también a ti a formar parte de esa cadena, como pequeño eslabón responsable y necesario. Para ese proyecto de reconstrucción social al que estamos convocados, necesitamos por supuesto de nuestras autoridades políticas, económicas, civiles, religiosas y sociales, pero también de cada uno de nosotros.
En este día quiero deciros muy hondamente «gracias» a todos los hombres y mujeres que sois el rostro de la caridad en nuestra Diócesis de Burgos. El Señor os bendice y multiplicará vuestra entrega generosa. A Él le pido que la celebración del Corpus de este año peculiar nos lleve a contemplarle como «pan partido y compartido» en la Eucaristía, y nos mueva a seguirle amando también a los demás, con amor de obras y de verdad.
Niña María
Hace 4 días
No hay comentarios:
Publicar un comentario