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miércoles, 19 de noviembre de 2025

SALMO 66

 Todo el mundo aclame a Dios 66 (65) 

1Aclame a Dios toda la tierra, 

2canten en honor de su Nombre, tribútenle una espléndida alabanza. 

3Digan a Dios: ¡Qué formidable eres por tus obras, por tu inmenso poder te adulan tus enemigos! 

4Que todo el mundo te rinda homenaje cantando para ti, cantando en tu honor. 

5Vengan a ver las obras de Dios, sus hazañas formidables a favor de los hombres:

 6Transformó el mar en tierra firme; a pie cruzaron el río. ¡Venid, alegrémonos con él! 

7Con su autoridad gobierna por siempre: sus ojos vigilan a las naciones, para que no se subleven los rebeldes. 

8Bendigan, pueblos, a nuestro Dios, proclamen a voces su alabanza. 

9Nos conservó entre los vivientes y no permitió que tropezara nuestro pie. 

10Oh Dios, nos pusiste a prueba, nos refinaste como se refina la plata. 

11Nos metiste en una prisión, pusiste un cincho en nuestros lomos,

 12dejaste que los mortales cabalgaran sobre nosotros, pasamos por fuego y agua, pero nos llevaste a la abundancia.

 13Entraré en tu casa con holocaustos para cumplir los votos 

14que pronunciaron mis labios y prometió mi boca en la angustia. 

15Te ofreceré holocaustos cebados con el incienso de carneros, inmolaré vacas y cabras. 

16Vengan a escuchar, fieles de Dios, les contaré lo que hizo por mí: 

17Lo invoqué con la boca, con la lengua lo alabé. 

18Si yo hubiera tenido mala intención, el Señor no me habría escuchado. 

19Pero Dios me escuchó, atendió a la voz de mi súplica. 

20¡Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica ni apartó de mí su misericordia!


Salmo mixto, de alabanza y de acción de gracias. Se entrelazan en este salmo las actuaciones de Dios en el cosmos y en la historia. Todo el mundo, la tierra entera, es invitado a aclamar, cantar, tributar una espléndida alabanza a Dios por su inmenso poder o por sus obras terribles. 



También los enemigos reciben la invitación de postrarse ante el soberano. Lo harán aunque sea a regañadientes: «te adulan» (3b-4). Venir y ver (5), venir y alegrarse (6b), venir y escuchar (16) son invitaciones escalonadas a lo largo del salmo. Se trata de ver las obras de Dios (6), de ser espectadores del paso del Río o el Mar (cfr. Éx 14), antes de entrar en la tierra de la libertad (6). 

Quien salvó a su pueblo en otro tiempo, también lo salvará ahora (8s), aunque tenga que ser purificado pasando por el fuego del destierro (10-12). Ya en la abundancia, el pueblo, o el orante en su nombre, cumplirá lo prometido: un holocausto o un sacrificio de comunión (13-15). 



En vista de lo que Dios ha hecho en el cosmos y en la historia, es el momento de escuchar. El Señor ha escuchado «la voz de mi súplica» (19). Es el gran anuncio. Por eso la alabanza y la bendición (17.20). Sobre el gobierno universal del versículo 7 puede leerse Rom 14,9; el versículo 9 puede remitirnos a Ef 2,5; el versículo 12 a Hch 14,22. 



Repasemos nuestra historia o la historia de la Iglesia, y veamos cuánto ha hecho Dios por nosotros. Así le adoraremos, alabaremos y daremos gracias.


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