santo evangelio según san Marcos (9,2-10)
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Las Lecturas de hoy son como aceite perfumado y bálsamo suave en medio de esta situación que vive nuestra madre tierra y nuestros hermanos los hombres. Se nos invita a ponernos en manos del Padre y a confiar a pesar de las dificultades, a pesar del sufrimiento, a pesar de la Cruz: ¿si Dios está con nosotros quien estará contra nosotros?
Por eso, Jesús deja que tres de los suyos se asomen a su misterio para que el mazazo de cruz no les coja desprevenidos. Precisamente porque estarán muy cerca de Él a la hora terrible de la agonía, quiere que hoy vean, un poco siquiera, lo que hay dentro de ese Jesús al que van conociendo; que vislumbran su gloria, que descubran su coherencia total con lo que venían anunciando la Ley y los Profetas.
Es necesario que sepan, de una vez por todas, que el sufrimiento y la muerte, presentes siempre en la vida de Jesús, no son un fallo en el plan del Padre, sino una manera suprema de amar a los hombres.
Que hay una realidades ocultas que convertirán, en su día, el fracaso más estrepitoso en la más definitiva de las victorias.
Por eso levanta hoy Jesús, un poco, el velo de su misterio ante estos tres amigos: para que, cuando llegue la hora, entiendan. Llegará la cruz, ciertamente; no vamos a ser más que nuestro Maestro.
Pero al mirarla desde la fe, veremos que trae dentro, vivo y esperanzador, el germen de ese cielo nuevo y esa tierra nueva por los que tanto hemos orado y luchado.
Toda una pedagogía por parte del Señor al adelantarles su gloria, los prepara para afrontar el escándalo de la cruz. Y en dicha experiencia volvieron a escuchar la voz del Padre: “Esté es mi Hijo amado; escuchadlo”. Toda una recomendación y cuánto bien nos puede hacer en este tiempo de cuaresma: Escuchad al Señor. Acoger su Palabra, dejarla actuar en nuestra vida, dicha Palabra es viva y eficaz, nos transforma y lleva su acción en cada uno de nosotros. ¡Escuchad! ¡Escuchad! Acogedla y dejar que obre en nosotros.
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