según San Marcos (8, 11-13)
Se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. Jesús dio un profundo suspiro y dijo: «¿Por qué esta generación reclama un signo? En verdad os digo que no se le dará un signo a esta generación». Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.
Hoy Jesús suspira profundamente. Su suspiro sabe a queja. Me asombra la paciencia infinita de Dios con su pueblo. Ahí están cuestionándole todo, pidiendo más pruebas, son la generación de la que hablaba el profeta Isaías: "miran y no ven". Jesús expresa con este suspiro, con este gemido, todo el sufrimiento de Dios ante la cerrazón y la incomprensión a la que son sometidos sus caminos, infinitamente misericordiosos, en este mundo.
¿Será porque la multiplicación de los panes y los peces que el evangelista Marcos sitúa inmediatamente antes de esta diatriba con los fariseos no les ha parecido suficiente signo?
¿Será porque no le basta con los signos que han oído referir a los mayores, los que acontecieron en otro tiempo y en otro lugar?
¿Será porque en realidad quieren que el signo les abra la entendederas de la fe?
Pudiera pensarse que todas esas preguntas formuladas más arriba van dirigidas a los fariseos del tiempo de Jesús, cerrados a entender lo que ven con los ojos de la cara.
Pero en realidad, esas preguntas van dirigidas a nosotros mismos, que de continuo exigimos signos y milagros patentes para convencernos de nuestra fe, para que se nos abran los ojos del corazón.
Que nos sucediera algo tan incontrovertible que no hubiera refutación posible.
Sin embargo, cuando nos vemos inmersos en situaciones a las que no sabemos dar una respuesta, ¿quién no hemos pedido una señal del cielo?, ¿quién no ha deseado tener la respuesta clara y segura en la mano como medio para ahorrar sufrimientos y así poder dar gracias a Dios?
Y es que a muchos nos falta la fe para leer todo cuanto ocurre, cuanto nos ocurre, como un verdadero don de Dios, y si Dios que es Amor nos ama, ¿cómo podrá darnos alguna cosa que no sea bueno, que no sea para nuestro bien, aunque hoy no podamos comprenderlo así?
La única señal del cielo que podemos pedir es la fe para que, viendo y viviendo el hoy que quizás no podemos comprender, descubramos que todo cuanto ocurre es un signo más del Amor de Dios. El hoy que vemos oscuro y pan
No hay más señal que Cristo: su muerte y resurrección nos ha abierto a vivir la vida con sabor de eternidad. ¡Paz y Bien!
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